El día en que te encuentre

Capítulo 32. Póquer

Emma Myers

Desarrollo de células anormales que se dividen sin control y tienen la capacidad de infiltrarse y destruir el tejido corporal normal.

Esa era la definición médica del cáncer, pero para mí, la definición era la destrucción lenta y dolorosa de la persona que más quería en el mundo.

Todavía despertaba en las mañanas deseando que todo fuera mentira, pero cuando bajaba de mi cuarto y la veía sentada en su sillón favorito, pálida y totalmente cansada, me era imposible negar la realidad.

Mamá llevaba unos meses sin trabajar en el hospital. Todas las veces que yo creí que se quedaba trabajando turnos dobles, en realidad estaba en una habitación del hospital junto con Dorian, sufriendo los síntomas de la enfermedad y del tratamiento.

Cuando mamá tuvo conocimiento de su diagnóstico, se encargó de buscar a Dorian y tragándose su orgullo, le pidió ayuda al hombre que la abandonó con dos hijos pequeños.

Por lo que nos contó, él ni siquiera lo dudo y regresó a ayudarla.

Durante las mañanas Dorian se quedaba a cuidarla, mientras Derek y yo íbamos a clases y en la noche él descansaba y nosotros nos encargábamos.

Aunque a veces nos costaba trabajo despegarlo de ella, prácticamente ya vivía de nuevo en la casa.

Por el tiempo que pasábamos en el mismo espacio, bajé las trincheras e intenté llevar la fiesta en paz con él. Mis comentarios hirientes se disminuyeron y ya podíamos entablar una conversación sin que terminara conmigo gritándole a la cara.

—¿Cómo te sientes? —le pregunté a mi mamá y la observé con detenimiento, esa mañana lucia aún más cansada. El tratamiento estaba siendo muy agresivo, pero según los doctores era necesario. Me senté a su lado y tomé su mano—. ¿Necesitas algo más? Puedo llegar un poco tarde si necesitas que me quede. Papá no tarda, me dijo que paso a comprar la despensa…

—Hija —me interrumpió dándole un ligero apretón a mi mano—. Lo que necesito es que vayas a estudiar. Los exámenes están muy cerca y lo que me haría la mujer más dichosa es que los pasaras sin problemas.

Mucho antes de que me enterara de lo que le pasaba, Sophie había organizado un grupo de estudio para los exámenes y todos habíamos aceptado ir.

—Mamá… ¿Puedo hacerte una pregunta? —ella asintió—. ¿Por qué no me lo dijiste en cuanto te enteraste? ¿Por qué pasaste meses soportando esto tu sola?

—Supongo que no quería decirles hasta que tuviera una solución. Eso es lo que hacemos las madres cariño —acercó su mano a mi mejilla y la acarició—. Siempre tratamos de resolver todo por nuestra cuenta y buscamos que nada los afecte a ustedes.

—No es justo —solté con la voz entrecortada. Un nudo se formó en mi garganta e hizo que me fuera difícil pronunciar cada palabra—. Tú no has hecho nada malo y jamás le has hecho daño a nadie —negué con la cabeza sintiendo las lágrimas brotar—. No es justo que tengas que pasar por esto.

—La vida no se trata de lo que es justo o no amor. Se trata de vivirla con lo que te pone enfrente y sacarle el mayor provecho a las cosas buenas que te da. A mí, por ejemplo, me dio dos hijos magníficos y me ha dado la oportunidad de verlos creer, sanos y felices. No necesito nada más.

—No digas eso. Suena como si te estuvieras dando por vencida y no me gusta.

—No me estoy dando por vencida Emma, voy a luchar contra esta enfermedad hasta el final. Solo te estoy recordando que tú y tu hermano son lo que más quiero en esta vida, pero existen cosas que uno no puede controlar, solo nos queda aceptarlas y seguir adelante.

El timbre sonó interrumpiendo nuestra conversación y agradecí que eso pasara, porque hablar sobre el asunto estaba siendo muy duro. Limpié mis lágrimas y aun con el corazón estrujado abrí la puerta.

Thomas me miró y me sonrió como si enfrente de él estuviera lo más maravilloso del mundo.

—Buenos días —me dio un pequeño beso en los labios y se pasó—. Te ves hermosa.

Sabía que mentía, pero me gustó que me lo dijera. Me hizo sentir bien a pesar de que en ese momento no me podía ver peor. Tenía ojeras, mi cabello era un desastre y ni siquiera me había molestado en maquillarme.

—Te traje un poco de tarta —dijo mientras me extendía la caja, la tomé y le di un beso de agradecimiento. Thomas pasó a la sala donde se encontraba mi mamá y de su mochila sacó unos libros—. Buenos días, señora Myers, le traje los libros que le prometí.

Mi mamá le sonrió y empezaron a hablar de libros, justo como lo habían estado haciendo desde hace días. Me alegró ver que se llevaban muy bien y que ella parecía aceptar a Thomas.

—Tienen que irse —ordenó después de un rato—. No quiero que lleguen tarde por mi culpa. Tu papá no debe tardar en llegar.

—Por fin llegan chicos —exclamó Sophie una vez que entramos a la cafetería—. Vamos tomen asiento.

Los dos dejamos que mi amiga nos llevara a nuestro asiento. Terminé sentada entre Thomas y Declan y tenía a Sophie enfrente que estaba en medio de Ian y Greg,

Tania también se nos unió, después de todo ella era la que nos iba a ayudar. La única que se negó a ir fue Julia, me decepcionó, pero en cierta manera agradecí que no estuviera. No tenía ganas de más problemas en mi vida.




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