El día en que te encuentre

Capítulo 34. La número 4

Declan Ford

El ambiente en el gimnasio era pesado, todos estábamos expectantes a lo que pudiera ocurrir en aquella cancha.

Aun con todos mis sentidos aturdidos por los diversos estímulos que había en esa cancha, mis ojos no se podían despejar de la castaña de estatura baja con el número 4 en su playera.

Emma se movía de manera rápida por la cancha, siguiendo la pelota y de vez en cuando les daba instrucciones a sus compañeras. Su rostro estaba completamente enrojecido y desde las gradas podía ver su pecho subir y bajar de lo agitada que estaba.

Los dos equipos estaban dando lo mejor de sí, por lo cual el marcador era una locura, cada equipo había ganado dos sets y quedaba muy poco tiempo de juego.

Brenda era la capitana, pero esa chica era muy tierna para serlo, se doblegaba ante la presión, por lo cual, cuando el equipo contrario empezó a anotar, Emma tomó el mando.

Se negó rotundamente a ser la capitana oficial del equipo, pero todos sabíamos que ella no necesitaba el título para imponerse y empezar a dar órdenes.

Desde su último juego, parecía muy decidida a ganar la competencia, entrenaba lo más posible y se exigía demasiado para que todo saliera perfecto.

Emma era una chica tierna, comprensiva y a veces un poco introvertida, pero cuando algo se le metía a la cabeza no se detenía hasta conseguirlo.

—¡Vamos equipo! ¡Ustedes pueden! —escuché gritar a mi madre.

El grito casi me deja sordo.

—¡Mamá!

—¡¿Qué?!

­—Por poco me dejas sordo —me quejé y sobé mi pecho— y casi me matas de un infarto.

—Deja de lloriquear Declan —se giró para quedar de frente a mí y tomó mis mejillas apretándolas levemente—. Así te gritaba a ti cuando jugabas y extrañaba hacerlo. Así que lo haré las veces que yo quiera.

Puse los ojos en blanco y guardé silencio. Con ella nunca iba a ganar, siempre tenía respuesta para todo y siempre me terminaba callando.

Por error mencioné que Emma había estado practicando mucho tiempo, lo que ocasionó un interrogatorio de parte de mi madre hasta que consiguió toda la información acerca de la competencia.

Aunque lo intenté, no pude evitar que toda mi familia fuera al juego. Toda.

Solo no se habían traído al perro porque no lo iban a dejar entrar y porque no teníamos perro, pero hasta el estirado Ford estaba en ese gimnasio, apoyándola.

—¡Emma! —vociferó el pequeño Josh haciendo sonar su trompeta de juguete.

El niño de verdad veía con ojos de amor a Emma.

Me daban ganas de decirle que yo la había visto primero, pero era un niño. No me podía poner a pelear con él y más porque en realidad no tenía ningún derecho de acapararla. Solo esperaba que cuando creciera se le pasara su enamoramiento y que a mí también se me pasara, si no los dos íbamos a terminar mal.

La dinámica de la competencia era simple, era una eliminación directa, un solo error y quedaban fuera. De los 16 equipos que compitieron solo quedaban 8 y el de Emma era uno.

A mi costado estaba Sophie con Ian, los dos estaban sentados, con sus caras largas y cruzados de brazos. Aunque lo intentaban, no estaban cómodos, tuvieron una pelea y estaban muy enojados. Solo fueron para apoyar a Emma.

A lado de ellos estaban Greg y Tania, cada uno con un montón de comida, la cual devoraron en vez de ver el juego.

Bueno, la intención era la que contaba.

También estaba Thomas. Él se encontraba un poco más abajo, con su hermano. Aunque nunca antes vi a su hermano, no fue difícil deducir su parentesco desde que los vi entrar. Ellos eran casi iguales, los dos tenían facciones idénticas, nada más que las de su hermano, eran más maduras.

Junto a él estaba la familia de Emma, su madre estaba en una silla de ruedas, lucia pálida y para ese momento ya le costaba trabajo moverse, hasta su lenguaje había empezado a fallar un poco. Por lo que me dijo Emma era un efecto del tumor.

El hermano de Emma se veía emocionado al igual que su padre, quien sostenía un gran cartel que decía: La #4 es mi hija.

El juego se encontraba en el quinto set y los dos equipos estaban muy cerca de llegar a los 15 puntos para lograr ganarlo.

El equipo contrario hizo el saque y para buena suerte del equipo de Emma, este pegó contra la red, lo que significó que cometieron una falta y les daba un punto de diferencia.

Todos en las gradas nos pusimos de pie, emocionados y ansiosos por ver ese momento en que el equipo pudiera anotar ese último punto.

Otra vez volvieron a sacar y esta vez la pelota llegó, pero fue interceptada por una chica de nuestro equipo y devuelta al otro lado de la cancha. Fue así durante unos minutos en los que solo se podía sentir tensión, hasta que, de un momento a otro, Brenda saltó y remató el balón.

—¡Si! —gritamos todos al unísono, cuando la pelota tocó el suelo.

Gracias a la fuerza con la que Brenda le pegó al balón, para las del otro equipo fue imposible detenerla. Dándoles así, la victoria a las chicas. 




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