El día en que te encuentre

Capítulo 35. Navidad

Emma Myers

Navidad.

Todo mundo amaba la navidad, todos disfrutaban de esas épocas llenas de chocolate caliente, buena comida y familia, todo el mundo excepto Sophie.

—Maldita sea —exclamó molesta mientras entraba a mi casa—. Se me está congelando el maldito trasero. Odio este maldito mes.

Todos los años era igual, yo amaba estas épocas y ella las odiaba.

Quedamos de vernos en la mañana del 24 de diciembre, justamente antes de que nuestras familias consumieran todo nuestro tiempo con la cena y los regalos.

—¿Otra vez de mal humor? —enarqué una ceja y cerré la puerta—. Últimamente, no sales de ese humor y te la pasas maldiciendo todo y a todos.

—Pues claro que no salgo de este humor, odio este mes. Siempre hace mucho frío y la nieve no es tan especial como la gente piensa. Si no fuera porque naciste en este mes y las vacaciones, lo eliminaría.

—¿Nada interesante? —espeté algo ofendida—. ¿Qué hay de la comida? ¿De las reuniones?

—La comida te la concedo, en estas épocas todo mundo se esfuerza, pero las reuniones —hizo una mueca y se sentó en el sillón—, esas siempre salen mal. A veces es el tío ebrio, otras son los problemas familiares y también está el hecho de que tienes que soportar a las personas, aun cuando no te agradan y solo porque son tu familia, pero al final la cosa siempre sale mal.

—¿Qué hay de los regalos?

—Tú siempre tienes buena suerte con los regalos, a mí siempre me regalan cosas tontas, como calcetines o suéteres feos, que además tengo que usar, aunque sea una vez para que mi mamá no se sienta mal.

—¿Te das cuenta de que le quitas lo divertido a la navidad? —pregunté sentándome a su lado—. Eres como una Grinch bonita, pero con peor carácter —Sophie bufó ante mi comentario—. Aun con eso te quiero y aunque arruines mi espíritu navideño te tengo un regalo y no son calcetines.

De mi sudadera saqué dos boletos que sabía que iba a amar. En cuanto Sophie los vio, su cara se iluminó de una manera especial.

—¿Son lo que creo? —preguntó emocionada—. ¿De verdad lo son?

—Lo son —le aseguré complacida al ver el cambio de humor de mi mejor amiga.

Sophie los arrebató de mi mano, totalmente ansiosa, y los examinó detenidamente con tal de saber si era un sueño o en verdad los tenía entre sus dedos.

—Te compré dos para que puedas ir con Ian. Declan me dijo que a él también le gusta esa banda, que es algo que comparten.

—Ah… sí, con Ian.

Oh no.

Fruncí el ceño. En el rostro de Sophie se dibujó una mueca, que conocía muy bien y el hecho que no me miró a los ojos fue la confirmación de mis sospechas. Esa reacción la había visto tantas veces. Era la mueca que ponía cuando algo le estaba afectando demasiado y no sabía cómo arreglarlo.

—¿Qué está pasando? —le pregunté acercándome a ella. Sophie suspiró y dejó los boletos en la pequeña mesa que se encontraba enfrente del sillón—. Los he visto muy distantes.

—No lo sé Emma, últimamente discutimos mucho por tonterías y todo empezó cuando le dije que no me quería quedar a estudiar en la universidad de aquí.

—Creí que lo iban a intentar a distancia.

—Si, eso es lo que habíamos hablado, pero es que pareciera como si ya no nos pudiéramos poner de acuerdo en nada. Si él dice negro, yo digo blanco y se está volviendo algo frustrante.

Sophie llevó sus manos a su cabeza, en un gestó de confusión y desesperación. De inmediato me acerqué y la envolví con mis brazos.

—Tranquila Sophie, sé que lo van a saber resolver. Ustedes dos se adoran, solo necesitan poner las cosas en orden ­—suspiró—. Sabemos que los cambios que se vienen son fuertes, pero ustedes lo van a poder superar. Estoy segura.

­—Eso espero Emma porque de verdad me gusta y hemos sido muy felices estos meses. No quiero que eso acabe.

Sentados en la cocina ayudando a Dorian a terminar la cena navideña, estaba a punto del colapso. Derek me empezaba a volver loca, él no dejaba de mover su pierna con nerviosismo y eso me estaba molestando.

Los ataques se habían disminuido. Había estado tranquila, a pesar de todo lo que pasaba en mi vida y en gran parte era gracias a Thomas. Gracias a él aprendí a minimizar el enojo, pero en ese momento Derek estaba acabando con toda mi paciencia.

—¡Demonios Derek! —le di un pequeño golpe a la mesa—. Deja de mover la maldita pierna, me vas a volver loca.

—Perdón es que estoy nervioso.

—¿Por qué vamos a conocer a tu novia?

—Algo así —dijo aun moviendo su pierna.

—Relájate, la pelirroja es bonita y si es como la describiste, estoy segura de que a todos nos caerá bien.

Derek frunció el ceño al escucharme y detuvo lo que estaba haciendo.

—¿Cómo sabes que es pelirroja?

Maldita sea.




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