Emma Myers
—¿Puedo pasar?
La cabeza de Declan se asomó por la puerta y yo sonreí al ver esos rizos perfectos. Siempre me sentía mejor cuando él iba al hospital, era como un respiro tenerlo a mi lado, además estábamos en un buen punto de nuestra amistad y estaba siendo un gran apoyo para mí.
—Puedes —le aseguré.
Mamá estaba comiendo y en cuanto vio a Declan también sonrió.
—Declan que bueno… que llegas, me gustaría presentarte a esta… linda jovencita —me señaló y en cuanto escuché esas palabras salir de su boca, sentí un nudo en la garganta—, ha venido todos los días… a leerme un poco, es muy amable.
Declan frunció el ceño y miró con confusión a mi mamá. Cuando sus ojos se encontraron con los míos no supe que hacer, solo pude bajar la mirada y negar con la cabeza.
—Le he platicado… de mi niña —continuó mi mamá—. Tienen muchas cosas en común… tal vez se llevarían bien, espero… que un día se puedan conocer. ¿Por cierto sabes algo de ella? No ha venido en unos días.
Un efecto del tumor, dijo el doctor Daugherty. A medida que este creciera iría afectando ciertas zonas del cerebro de mi mamá. En ese caso el tumor creció y afectó su memoria.
Mamá ya no me reconocía. Para ella, yo era una chica amable que iba a leerle todos los días, pero solo eso. Una vez pensé que lo más doloroso que me pudo pasar fue que mi papá se fuera, pero me equivoqué, ser una desconocida para mi madre dolía más.
—Está un poco ocupada con la escuela, pero me pidió que viniera para verla y así asegurarse de que usted está bien —respondió Declan un poco incómodo.
Esa excusa la calmó, ya que con una sonrisa enorme dibujada en su rostro se recostó de nuevo en su cama. Me senté a su lado y tomé el libro que le había estado leyendo desde hace días.
—¿Quieres que empiece a leer?
Mamá asintió feliz, recargó su cabeza en la almohada y cerró los ojos.
Cuando llegues a amar, si no has amado,
sabrás que en este mundo
es el dolor más grande y más profundo
ser a un tiempo feliz y desgraciado.
Corolario: el amor es un abismo
de luz y sombra, poesía y prosa,
y en donde se hace la más cara cosa
que es reír y llorar a un tiempo mismo.
Lo peor, lo más terrible,
es que vivir sin él es imposible.
-Rubén Darío
Después de varios poemas cortos de su libro favorito, se quedó dormida y yo lo agradecí, porque era en esos momentos en los que sentía que ella estaba más tranquila. Era en esos momentos en los que estaba segura de que ella no sentía dolor.
Dejé el libro en la mesa y me senté a lado de Declan, quien desde que llegó solo se dedicó a escuchar los poemas. Llevé mis manos a mi cara, intentando no llorar. Estaba muy cansada, demasiado.
—¿No te recuerda? —aunque fue una pregunta, sonó más como una afirmación.
Él sabía la respuesta. No era tonto.
—No. Piensa que soy una chica que viene a leerle. Ayer me contó lo que paso en mi último juego, me contó lo orgullosa que se siente de ver a su hija luchando por sus sueños —contesté con la voz entrecortada y conteniendo las lágrimas—. Es un efecto del tumor.
—¿Cuánto tiempo lleva así?
—Unas semanas. Va y vine, pero los últimos días…
No pude terminar de decirlo, simplemente las palabras se negaron a salir de mi boca. Declan pasó su brazo por mis hombros y jaló de mí para abrazarme.
—Lo siento mucho Emma.
—Está siendo realmente muy difícil Declan. Duele mucho.
Suspiró y recargó su cabeza en la mía.
—Daría cualquier cosa para que no tuvieras que pasar por esto, Emma —aseguró pasando su mano por mi cabello—. Aquí me tienes, siempre.
No pude contestar. Las lágrimas no me lo permitieron. Solo asentí y él besó mi cabeza e hizo que la recargara en su pecho. Cuando por fin me pude calmar, Declan me quitó el libro y empezó a leer en voz baja para mí.
❁
—Vamos chicas, ustedes pueden. Unos puntos más y ganamos este set —dijo la entrenadora en un intento de alentarnos, pero se veía que estaba nerviosa.
Todas estábamos cansadas y ya nos costaba trabajo respirar. Las chicas del otro instituto eran muy buenas y nos habían hecho correr mucho. Necesitábamos ganar este juego, era el sueño de todas, además de que era lo único que se interponía entre nosotras y la final.
En mi caso era lo único que se interponía en mi camino para tratar de ganar la beca.
Giré mi cabeza para ver hacia las gradas. En ellas estaba la familia de Declan, todos traían de nuevo sus playeras y se veían tan tiernos. Declan cargaba a Josh en sus hombros con tal de que este pudiera ver entre la gente. Era divertido ver a esos dos juntos.
A lado de él se encontraba Nadia, su hermana. Ella, a pesar de sus 9 años, era una niña muy madura. En ocasiones, cuando platicábamos, me sorprendía con palabras que yo ni siquiera sabía que existan. Era difícil entablar una conversación con ella en la que no tuviera que usar mi celular para investigar el significado de lo que decía.