Declan Ford
—¿Dónde estuviste cariño? —preguntó mi mamá en cuanto entre a la casa.
Papá despegó su mirada del periódico que leía y me saludó con un movimiento de cabeza.
—Con Emma. Últimamente no sale del hospital, estaba decidido a quedarme con ella, pero… —hice una mueca de incomodidad.
—Llegó su novio —completó mi madre.
—Sí, y al parecer empezaron a discutir por algo antes de que me fuera, así que les di espacio.
Mamá asintió con la cabeza.
—Es una buena chica. Me agrada. Fuiste lento con ella —soltó de repente papá tomándonos desprevenidos.
Mamá y yo volteamos a verlo, extrañados ante tal confesión. El estirado Ford era una persona difícil de tratar, no por nada tenía ese apodo, él normalmente se dedicaba a ver de mala manera a cualquier persona que se nos acercara y más si se le acercaban a mamá.
A Ian y Greg les había tomado años que no los viera con cara de quererlos matar. Hasta Jana, la esposa de Dante, tuvo que esperar por su aprobación unos cuantos años.
—¿Te agrada? —preguntó mamá, perpleja.
—Sí, es una chica agradable y tierna, solo que le ha tocado vivir cosas difíciles —contestó encogiéndose de hombros.
—Le agrada.
—Le agrada —repetí para molestarlo.
Papá rodó sus ojos y volvió a posar su mirada en el periódico para ignorarnos.
—Aunque si concuerdo con tu padre en eso de que fuiste muy lento. Tal vez deberías considerar decirle tus sentimientos hijo.
—Tiene novio.
—Solo le vas a decir lo que sientes, no que se case contigo.
Hice una mueca, pero ya no dije nada. Seguir con el tema no era lo que quería.
—Se me olvidaba —dijo mamá llamando mi atención—. Ian y Greg están en tu cuarto, llegaron hace rato buscándote.
—Que quede claro que yo no los deje subir a tu cuarto, pero tu madre dijo que no era muy educado dejarlos afuera esperando —mencionó papá, haciendo que mamá pusiera los ojos en blanco—. Yo no hubiera tenido problema con eso, pero ya sabes cómo es tu mamá.
—Eres una persona tan considera con los demás —exclamó mamá con sarcasmo y palmeó su pecho—. Por cierto, ¿qué le pasa a Ian? Parece alma en pena.
—Terminó con Sophie.
—Qué triste, hacían una pareja bonita.
Asentí y me dirigí hacia las escaleras.
—¡Una cosa más Declan! —gritó mamá—. Te llegó correo, cuando tengas tiempo revísalo.
—Está bien.
Cuando llegué a mi cuarto, Ian estaba acostado boca abajo en mi cama, babeando en mi almohada y Greg estaba jugando con mi consola.
Me acerqué y empecé a mover el control que Greg sostenía. Protestó e intentó que quitara las manos del control, pero no lo logró. Cuando en la pantalla aparecieron las palabras: Game over, me miró de mala manera.
—De verdad te odio, ya casi lo lograba —me aseguró molesto y señalando la pantalla.
—Eso te pasa por tocar mis cosas sin permiso.
Bufó y dejó el control en el escritorio. Me acerqué a la cama donde yacía un Ian totalmente deprimido. Llevaba días de esa manera, ya me empezaba a dar lástima.
—¡Despierta idiota! —le grité en el oído logrando que despertara de manera brusca.
—¡¿Qué mierda te pasa?!
—Estás en mi cama, quítate.
—Lo más que puedo hacer en este momento es hacerte un espacio a mi lado —dijo desanimado.
Ian, con mucha dificultad, se recorrió y me dejó un espacio en el que me acosté de inmediato.
—¿Sigues deprimido?
—¿Te sigue gustando Emma?
Los dos asentimos al mismo tiempo.
—Ustedes son tan deprimentes. No sé por qué sigo siendo su amigo —mencionó Greg mientras se hacía espacio entre Ian y yo en la cama.
—Tal vez porque no tienes otros amigos —le aseguré con malicia.
—Y porque somos los únicos que te aguantan —argumentó Ian con el mismo tono.
—Eso no es cierto —replicó Greg indignado—. Tengo muchos amigos.
—¿Quiénes?
—Esta… —lo pensó unos segundos—. Está Max.
—A Max no le agradas desde que besaste a su prima —le recordé.
—En mi defensa no sabía que era su prima.
—Admítelo, solo nos tienes a nosotros.
Greg se cruzó de brazos, frustrado ante la verdad.
—Ustedes dos me deprimen. Necesito conseguirme más amigos.
—Suerte con eso —soltamos Ian y yo al mismo tiempo, lo que provocó que Greg volviera a bufar.
Los tres nos quedamos un segundo en silencio, hasta que Ian se atrevió a preguntar lo que quería desde que habían llegado a mi casa.