Emma Myers
Sophie emitió un resoplido en el momento en que los protagonistas de la película se besaron y confesaron su amor al otro. Era de esa clase de películas, de las que te hacen creer que el amor todo lo puede y que todo se resuelve por arte de magia.
Normalmente, esa clase de película le hubiera gustado a Sophie y hasta le hubiera sacado unos cuantos suspiros, pero en ese momento, con su corazón roto, lo único que la película le provocaba eran esos resoplidos llenos de enojo.
—Te dije que no pusieras esa película —le reproché, mientras llevaba la cuchara con helado a mi boca.
—Hubieras insistido.
—Lo hizo —le recordó su hermana, Elsa.
—Tú también pudiste insistir más.
La película avanzó hasta que llegó un punto en que Sophie no lo soportó más, por lo que tomó el control y apagó la televisión de mala manera. Recostó su cabeza en el cojín que se encontraba en el regazo de su hermana y estiró sus piernas sobre las mías.
La observé por unos segundos esperando a que empezara a hablar, pero cuando vi que no tenía intención de hacerlo mi atención se enfocó en mi teléfono. Le había mandado mensaje a Thomas y aún no me contestaba. Cuando vi que ni siquiera lo había visto, volví a bloquear el teléfono.
Toda esta situación con Sara me afectaba mucho, habíamos vuelto al inicio, en donde nos teníamos que esconder por ella y definitivamente no me gustaba.
Mi celular emitió un sonido y rápido lo volví a tomar para ver la respuesta de Thomas.
[No puedo, lo siento. Estoy con Sara, ha estado muy deprimida y estoy intentando que coma algo, pero no quiere, me preocupa. Lo siento, Em. Te lo compensaré.] —T.
Bufé y volví a bloquear el teléfono sin darle una respuesta. Entendía a Thomas, entendía sus miedos y todo lo que me explicó, pero a mí nadie me sacaba la idea de que Sara se estaba aprovechando de sus miedos.
Bajé la cabeza, un poco perdida en mis pensamientos cuando sentí la mirada de Elsa sobre mí. Giré un poco mi cabeza para poder verla y cuando nuestros ojos coincidieron, ella me hizo un gesto que entendí enseguida, por lo cual asentí con la cabeza.
—¿Estás bien? ¿Quieres que hablemos? —le preguntó Elsa a Sophie de manera dulce mientras acariciaba su cabello.
—Estoy bien. ¿Por qué no lo estaría?
No pude evitar poner los ojos en blanco al escuchar sus palabras. Desde que su relación terminó no había manera de que Sophie entrara en razón.
Durante toda una semana, Sophie no se movió de su cama. Lo intenté de muchas maneras, pero no encontré ninguna forma para que lo hiciera. Tuve que acudir a su hermana y después de muchos intentos, logramos que se levantara y que acudiera a la escuela.
La siguiente semana ella simplemente pareció no estar presente. Todo el tiempo estaba inmersa en sus pensamientos y sin prestarle atención a lo que ocurría a su alrededor.
Después llegó la semana en donde dio un giro totalmente inesperado. Ella solo se levantó una mañana y fingió que nada había pasado. Para ella todo lo que vivió con Ian desapareció esa mañana, al igual que todos sus sentimientos.
Estaba tratando de recuperarse, pero lo estaba haciéndolo a su manera y eso era evadiendo el hecho de que tenía el corazón hecho papilla.
—Sophie, habla conmigo, desahógate. No es bueno que te quedes con todo.
—Ya te dije que estoy bien —exclamó con enojo—. No necesito a la psicóloga en este momento Elsa.
Exasperada por nuestra insistencia, se levantó, quitó con brusquedad el bote de helado de mis manos y subió las escaleras hasta su cuarto, azotando la puerta en el proceso.
Elsa suspiró y pasó una de sus manos por su cara.
—Odio verla de ese modo —mascullé, recargando mi cabeza en el respaldo del sillón—. No tengo más ideas para tratar de ayudarla. Creo que lo he intentado todo. Solo falta usar la violencia física.
—Ella te ganaría.
—Lo más probable es que sí —concedí sin pensarlo por mucho tiempo.
—El lado bueno es que ya sale de su cuarto y va a la escuela.
—Y se baña. Tú no lo viviste, pero la primera semana apestaba —eso hizo reír a Elsa—. ¿Qué más crees que podemos hacer?
—Nada —respondió de manera resignada.
Miré confundida a Elsa, sin creerle, la verdad es que tenía la esperanza de que ella tuviera más ideas que me ayudaran a sacar Sophie del hoyo en que se había metido. Ella al notar mi confusión me sonrió de esa manera tan cálida que la caracterizaba.
—No puedes ayudar a alguien que no quiere tu ayuda —me explicó—. Sophie simplemente quiere fingir que no paso, quiere fingir que no bajo la guardia y que no le duele, así que cualquier cosa que nosotras intentemos ella lo va a rechazar, porque simplemente no quiere hacer nada que no sea olvidarse de este capítulo de su vida.
—No creo que eso sea sano.
—No lo es, pero es su decisión y es su forma de lidiar con lo que la aqueja. Ella tiene que aceptar primero que necesita ayuda para superar esto, pero tiene que venir de ella, si la seguimos presionando se va a cerrar aún más.