El día en que te encuentre

Capítulo 45. Perdí

Thomas O’Connor

—¿Por qué sigues insistiendo? —proferí enojado.

El tema siempre lograba que peleáramos. Sara no estaba bien y no sabía cómo ayudarla. Las opciones se me empezaban a acabar y quería evitar pelear con Emma, por eso le pedí que no se involucrara más. Quería empezar a separar.

Obviamente, eso no le gustó.

No quería dejar sola a Sara, la simple idea de que ella llegara a hacerse daño aún me aterraba, pero en el proceso de querer ayudarla, estaba perdiendo a Emma. Ella me aguantó muchas cosas, me trató de ayudar, pero nada parecía ser suficiente, Sara no mejoraba y se volvía cada vez más posesiva.

En las clases no me podía acercar a Emma por miedo de que nos viera y enloquecería.

Vivía en constante miedo de hacer algo mal que dañara a Emma o que afectara a Sara.

—Solo usa esta información —extendió las hojas hacia mí—. Con esto ella tendrá la ayuda que necesita.

—Es que no entiendes Emma. Ella la odia y si hago lo que me pides, estoy seguro de que perderá la cabeza.

—Ella la puede ayudar.

—¡¿Podemos dejar el tema?! Por favor. No quiero discutir más, solo quiero estar aquí contigo, viendo películas como lo habíamos planeado.

Emma suspiró y llevó sus manos a su cara. Se veía cansada.

Eso era lo que quería evitar, sobre todo porque ella estaba mejor. Se había logrado recuperar un poco de lo de su madre, no estaba feliz, pero ya no parecía deprimida como al principio y no quería que la situación le afectara más de lo que ya hacía.

Por esa razón le pedí que no se metiera, pero era muy necia.

—Mejor dime lo que ibas a decirme —intenté cambiar de tema, me acerqué para abrazarla, pero ella retrocedió.

Sentí una punzada de dolor al verla alejarse de mí. Muy pocas veces lo había hecho y todas habían generado los mismo, dolor.

—No puedo más —musitó y puso una mayor distancia entre nosotros.

Las palabras hicieron que un nudo en mi garganta se formara, sobre todo por el tono con el que lo dijo. Un sentimiento extraño que se encontraba entre la angustia y el dolor me empezó a recorrer.

Fue como si todo en mí supiera que algo no iba bien antes de que ella me lo dijera.

—¿A qué te refieres?

—Que no puedo más con esto, Thomas. Ya no ­—bajó la mirada para evitar verme directamente—. Ya no puedo pretender que no me importa la manera en que te está manipulando y ya no puedo fingir que no me molesta, me afecta o incomoda el que tengas que ayudarla. Sé que tus intenciones desde el inicio han sido buenas, pero te está arrastrando y se lo estás permitiendo.

Por instinto traté de acercarme de nuevo, quería tocarla, quería que me lo dijera viéndome a los ojos, pero me detuve cuando ella dio un paso atrás.

—No es tu obligación —añadió.

—Estoy resolviéndolo. Solo dame un poco más de tiempo y arreglaré esto.

Ella asintió. La acción me dio un poco de esperanza y calmó el remolino de emociones que empezaba a sentir.

—Está bien. Toma el tiempo que necesites.

Suspiré aliviado, por un momento pensé que ella…

—Vengo a terminar contigo, Thomas —soltó antes de que me acercara.

Me detuve abruptamente y sentí como si me arrancaran el corazón. Emma no miró a los ojos. Ella no lo hizo y yo me paralicé por las palabras que acababa de soltar.

—Yo… Lo siento, pero no creo que esto sea sano… para ninguno de los dos.

Sin importarme nada, retomé mi caminata hacia ella y eliminé cualquier distancia entre nosotros. Necesitaba verla a los ojos, saber que todo lo que acababa de decir era mentira. Acuné sus mejillas con la intención de que nuestras miradas coincidieran, al principio se resistió, pero terminó cediendo.

Tenía sus ojos llorosos, pero estaba seguro de que esa no era la mirada de una chica que no me quisiera. Ella todavía me veía con amor, lo notaba.

No podía creer que eso estaba pasando. No la podía perder. No a ella.

—No me dejes —nuevamente, trató de quitar mis manos de sus mejillas, pero no se lo permití—. No lo hagas, por favor. No puedo perderte, no a ti. Solo dame tiempo y lo arreglaré. Sé que la he cagado, solo te pido más tiempo. Te compensaré todo esto, por favor.

Empecé a sentir como las palabras salían con mayor dificultad.

Entonces ahí estaba, suplicándole a la chica que amaba que no me abandonara.

—Dios, Emma, yo te amo. Lo hago de verdad. No quiero perderte, en estos últimos meses me has hecho tan feliz y lamento todo lo que estamos pasando, pero de verdad te amo y no puedo… no quiero imaginarme un futuro sin que tú estés a mi lado. Déjame arreglarlo.

Presioné mi frente con la suya y tomé un gran respiro. Sentía mi corazón latir a toda prisa a causa del miedo.

—Por favor —la súplica salió de mi boca aún más marcada.




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