El día que lo conocí

LA VOZ DE MI PADRE

Italia no dejaba de sorprenderme, desde la vida lujosa, llena de turistas y gente de dinero en Roma y los barrios latinos en Nápoles, tan familiares para mí; llegábamos a Florencia, casi tan antigua como Roma y amena como Nápoles. La decisión de nuestro padre de vivir allí me pareció buenísima.

Madre nos llevó a almorzar a la Piazzale Michelangelo. Desde allí pudimos ver el paisaje que la señora tenía enmarcado en su heladería, yo me sentía fascinada por lo que veía, no podía creer que la fotografía fuera de un lugar real, aunque si antes de ver Nápoles o Roma me hubieran enseñado fotografías de esos lugares, mi reacción hubiera sido la misma.

—¿Podemos ir a esa iglesia, madre? —preguntó Abdel, haciendo que reparara en el edificio que señalaba.

Yo ya lo había visto, era lo que más destacaba en el paisaje, pero no había tenido tiempo de prestarle especial atención. Cuando mi hermano lo mencionó, me contagió el deseo de ver la iglesia de cerca.

—¿Por qué no? Es de las cosas más bonitas que tiene Florencia: la Catedral de Santa María del Fiore —. Nos abrazó—. Pero antes, acaben su almuerzo, ¿sí?

Ambos asentimos, entusiasmados y le obedecimos.

Ver la catedral de cerca me provocó el mismo asombro que cuando, dos años atrás mi madre nos llevó a la Plaza San Pedro y a la basílica. Cada detalle de su fachada me absorbía, no me cansaba de recorrerla por fuera y no podía imaginarme lo abrumador que sería poder verla por dentro. Afortunadamente para mí y a mi mellizo, que nos encantaba la faceta artística de Europa aun siendo tan pequeños, el interior de la iglesia estaba cerrado a los turistas a esa hora porque se celebraba la misa; probablemente no hubiéramos podido guardar el respeto necesario, debido a la emoción.

Madre accedió a comprarnos bebidas en uno de los bares cercanos mientras esperábamos que la misa terminara, ella se pidió una cerveza. Como era verano, muchos los bares sacaban mesas fuera, así pudimos seguir contemplando la iglesia.

Mi madre estaba revisando su teléfono, buscaba un lugar dónde quedarnos, de preferencia un lugar como el que encontramos en Nápoles, con Francisca. Pero además de eso, pude ver que hacía otra cosa. Entraba seguido a revisar los contactos, donde había guardado el número de mi padre, de seguro quería llamarle o mandarle un mensaje, pero no se atrevía; se veía bastante indecisa, me preguntaba si tenía miedo, probablemente fuera algo más, pero yo era demasiado pequeña como para imaginar otras emociones.

—¿Crees que nuestro padre pueda estar cerca? —preguntó mi hermano, después de divagar un poco.

El rostro de mi madre se turbó ligeramente.

—Es probable —respondió, sonando tranquila—, si lo ven, saben qué hacer. ¿Lo recuerdan?

Madre nos recordaba siempre que si veíamos a alguien y creíamos que era nuestro padre, se lo señaláramos primero a ella; no quería que pasáramos por malentendidos con otras personas.

—Claro que luego de siete años, ¿habrá cambiado un poco? —agregó ella, pensativa.

Tomó aire, y sin pensarlo mucho más presionó el botón de llamada poniendo el teléfono en altavoz, permitiendo que todos escucháramos. La expectación que teníamos era enorme, tal vez yo era una exagerada, pero sentía que el corazón se me salía del pecho mientras escuchábamos el tono.

—¿Pronto*? —respondió una voz profunda del otro lado.

—Es él —susurró mi madre, haciendo una señal para que guardáramos silencio; sin embargo no contestó nada más.

—¿Buon pomeriggio*? —insistió la voz del otro lado.

—Mateo, ¿chi e*?— preguntó una voz anciana del otro lado.

Si era él, era el nombre de mi padre. Solté una bocanada de aire, que no sabía que había estado sosteniendo y rápidamente volví a respirar. Abdel se movió inquieto en su silla, embargado con la misma emoción que yo.

Non è nessuno* —le respondió al anciano y cortó la llamada.

Madre nos abrazó, derramando su cerveza sobre nosotros. No se inmutó, lo que me sorprendió mucho debido a lo meticulosa que era, en cambió comenzó a reír.

—Estamos cerca, mis niños.



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En el texto hay: italia, mellizos, amordefamilia

Editado: 25.08.2019

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