Teressa
Miro el reloj a la espera de la llegada de mis hijos, es su último día antes de las vacaciones navideñas <<no puedo creer que ya vaya a ser otra vez navidad>> salirme de la rutina por las fiestas me resulta difícil, conforme mis hijos crecen preguntan y preguntan más cosas, sin embargo, no solo sus preguntas crecen, también las mías...
Hace poco visite a papá, a sus 52 años se a vuelto un perezoso solitario, al cual no le gusta salir de casa, nisiquiera para visitar a sus nietos, así que la tarea es mía, los ama, no se puede negar, sonrió al recordar esos días en casa:
-¡¡abuelo, llevame en tu espalda!! - grito Dante
-!!sube!! - grito mi padre mientras se colocaba para que su nieto pudiera subir por su espalda-¡vamos vaquero! - lo animaba emocionado
-¡¡al infinito y más allá!! - grito Dante, pero su abuelo solo lo miraba
-¿somos vaqueros o astronautas? - pregunto
-vaqueros del espacio abuelo-dijo Dante y todos reímos
El día la pasaron jugando en el jardín, mientras yo revisaba algunas cosas, papá siempre guardaba objetos que juraba algún día iba a arreglar, mandar a arreglar, o que podrían servir en algún momento, pero solo se mantenían ahí, en una de tantas cajas arrumbada, en lo que fue el taller de mamá...
Esa tarde, al entrar a su taller, donde ella misma hacía los adornos para cualquier festejo, ya sea navidad, halloween, san Valentín, día de la independencia, pascuas, todo estaba tal cual, con la diferencia de que estaba cubierto de polvo, pocas eran las veces que había entrado aquí después de su muerte, y por lo que pude notar, papá solo abría y aventaba lo que fuera.
Entre recuerdos y risas pasamos los días en casa de papá, para nosotros era fácil salir de casa, puesto que mi esposo al ser transportista se ausenta por días, así que si hoy quería ir a la playa por tres días, no habría problema, ya que no tendría que esperar a mi esposo.
Cuando regresábamos a casa, papá me entregó una caja, de objetos que tenía en mi recamara y no sabía si quería conservar, observe mi bota navideña, y con un nudo en la garganta, solo pude asentir y tomarla, la guarde en el auto y abrace a mi padre para despedirme.
Hacia ya dos meses de esa visita, y no me había dado tiempo para revisar la caja, bueno, realmente no se si era falta de tiempo o de valor.
-¡mami! - gritaron mis hijos al unisono, sacándome de mis recuerdos y solo abrí mis brazos para recibirlos y estrecharlos
-¿como les fue? - pregunte y como si fueran pajaritos cantando, ambos comenzaron a hablar, casi a gritar contándome su día a día, juntos abordamos el auto y nos dirigimos a casa...