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Capítulo V
Los labios de Griege se movieron por instinto sobre los de Steven, como reclamando su atención. Antes de que se pudiera hacer algo, ambos se devoraban como si el mundo fuera a acabarse justo después de ese beso. Con su lengua entrelazada a la de Griege, a Steven le vino a la mente una imagen de ambos en la cama, la cual eliminó en seguida.
"¡Diablos, esa mujer besa condenadamente bien!" pensó Steven, sin romper el beso, y pegándose a ella.
Steven paró el puñetazo de Griege antes de que se acercara siquiera a su cara.
—Acabas de besarme —pronunció incrédula, y luego se dio cuenta de que había dejado caer el cuchillo que había colocado en la entrepierna de Steven. Oh mierda, acababa de besarla.
—... yo nunca pierdo —completó Steven, mirándola con un brillo en los ojos que tal vez se podría identificar como diversión y le soltó el brazo —. Creí habértelo mencionado.
Una vez dicho eso, Steven dio media vuelta, antes de que su instinto le hiciera volver a besarla y llevar las cosas más allá. Además, si no Griege no hubiera bebido esa noche, lo más probable habría sido que Steven volviera a casa sin cierta parte masculina. Negando levemente con la cabeza, Steven se dirigió al coche, sin mirar ni una sola vez hacia atrás. Donde una confusa Griege estaba reflexionando sobre todo lo que acababa de pasar.
"¿Qué narices...?" pensó Griege mientras entraba en su casa. Dos minutos después, consiguió retirar ese pensamiento al menos para poder abrir la puerta.
Se tiró a la cama pensativa.
Hacía mucho que nadie la besaba, básicamente porque había dejado muy claro que no le interesaban esas cosas. A lo largo de toda su vida había adquirido experiencia pero no por eso se vio nunca comprometida a demostrarla, ya que a diferencia de Sam, ella era más privada en ese tipo de cosas.
También tenía que admitir que había algo flotando entre Steven y ella, lo que sabía que para él tampoco había pasado desapercibida.
Por una vez en la vida, Griege estaba confundida y no sabía cómo reaccionar.
¿Se cabrearía mucho Kilian si mataba a Steven? Probablemente sí, lo cual era una pena.
Asesinato estaba descartado. ¿Seguirle el juego? ¿Desde cuándo a Griege le iban los juegos? Tal vez la mejor opción era ignorar completamente lo que había pasado, tal y como esperaba que hiciera Steven.
***
Una semana después, Griege continuaba examinando concienzudamente las marcas de las tres víctimas, pero no había encontrado nada que se pareciera a algún tipo de símbolo o algo así.
Pensativa, estuvo dándole vueltas durante un buen rato. Miró la marca de la última víctima; había algo que le sonaba, pero no sabía con exactitud el qué.
Decidió llamar a Sam, para ver si quería dar una vuelta y ayudarla a despejar la mente, pero mientras marcaba su número, una idea brillante le vino a la cabeza.
Dejó el móvi a un lado y se pudo a teclear en el ordenador comprando y tomando notas.
Después de una hora más o menos, Griege sonreía con satisfacción.
—Hummm... ¿Steven? —preguntó Griege a través de la línea telefónica —. ¿Podríamos vernos ahora?
—Sí, ¿has descubierto algo?
—De hecho, creo que lo he descubierto todo —respondió Griege triunfante —. ¿En media hora en el café del centro?
—Espero que sea interesante —dijo Steven, sin variar el tono de voz.
—Oh, lo es y mucho —prometió Griege sonriendo y colgó.
Se vistió con rapidez con unos sencillos vaqueros, una camiseta y se cogió una sudadera, además de su abrigo y las armas. Sin muchos miramientos, se cepilló con rapidez, cogió sus llaves y bajó al garaaje a por su coche.
Veinticinco minutos más tarde, entró en el establecimiento, divisando a Steven en una mesa.
La última vez que se habían visto, Steven le había le había dejado aturdida al besarla con ferocidad y por sorpresa. En ese momento, Griege se odió a sí misma, pues realmente admitía que ese hombre atraía a cualquiera, ya fuera física como psíquicamente; y ella había disfrutado ese momento como nunca llegaría a admitirlo. La única excusa que se le ocurría para haber reaccionado así fue la de que estaba cansada y borracha, pero tanto él como ella sabían que no era cierto para nada; que ambos habían disfrutado como si de una pareja de enamorados se tratara.
"De todas formas, no cambia nada de lo que pienso sobre él" trató de convencerse Griege sacudiendo la cabeza para librarse de todos esos molestos pensamientos.
Steven clavó su penetrante mirada en Griege cuando la vio, y se levantó para saludarla educadamente.
Llevaba uno de esos elegantes trajes que siempre usaba para las reuniones importantes de su gremio, sin embargo, aquella americana le sentaba de maravilla −observó Griege, sin quitarle los ojos de encima, pese a que sabía que era muy evidente que lo estaba mirando −, pues además de que le marcaba lo justo sus músculos, daba la impresión de que le permitía tanto movimiento como una camiseta de manga corta normal y corriente.
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Editado: 06.05.2018