El cuarto de tortura era un lugar horrible, había un sin número de instrumentos los cuales Zafiro no había visto en su vida pero sabía muy bien que uso le daba Rogelio, le ataron las manos a dos cadenas y le taparon la boca con una cinta adhesiva.
Zafiro comprendió cuál era el destino que le deparaba y que aquel canalla la iba a tratar como a otro más de sus traidores, sentía no haber podido ayudar a Gitana y lo que más le dolía era que el bebé que se había engendrado en su vientre fruto del amor que ella sentía por el Diablo pagaría las consecuencias de su mal decisión. Sintió unos pasos y allí estaba su verdugo dispuesto a tomar venganza.
—Eres una ingenua, pensar que yo perdonaría tu traición, me imagino que ya sabes lo que te espera. Podría causarte tanto dolor como no imaginas pero me conformo con acabar a azotes. ¡Maldita zorra! Te revolcaste con el Diablo y no pienso volver a tocarte por qué me das asco—
Rogelio tomó un látigo y empezó azotar el cuerpo de la chica sin compasión, cada vez que este la golpeaba le rompía la piel haciéndole sangrar. Zafiro quien tenía su boca tapada no podía gritar pero si se retorcía y lloraba del dolor que esto le producía.
Una vez que ella perdió el conocimiento, él soltó sus cadenas y la arrojó al piso donde la continúo golpeando con fuertes patadas, sin ninguna compasión como si fuese un saco de boxeo, el cuerpo de Zafiro estaba totalmente bañado en sangre, hinchado y lleno de moretones. Rogelio al ver que no reaccionaba y que la golpiza que le había propinado no la aguantaría ni un hombre la dió por muerta y salió de la habitación dejando su cuerpo tendido en el piso. Luego mandó a llamar a Walter y le pidió que se encargara de ella y la llevase a las afueras de la ciudad donde había las ruinas de una fábrica abandonada, luego llamara al Diablo y le informara del regalito que le dejaba en ese lugar.
—Señor Rogelio, quiere que usemos la chica para atrapar el diablo—
—No, deja que llore. Luego nos encargamos de él, lo quiero ver retorcerse de dolor al igual que Santana cuando la encuentren muerta—
Walter hizo tal cual su patrón le había ordenado.
El Diablo llegó con sus hombres a la casa donde suponía estaba Rogelio y convirtió aquel lugar en un infierno terrenal, las balas iban y venían mientras el personal encargado de la servidumbre gritaba con angustia tratando de encontrar refugio. A pesar que los hombres de Rogelio pusieron resistencia el Diablo acabó con casi todos mientras los otros se entregaron, la casa excéntrica estaba llena de huecos producidos por las balas, los cuadros y estatuas de mármol y cerámica quedaron hechas pedazos, todo era un un caos total.
Patricio y el Gato llevaron los hombres a un cuarto para sacarles información de Rogelio pero a pesar que los golpearon ninguno quiso hablar ni una sola palabra y terminaron acabando con sus vidas. El Diablo enloquecido inspeccionó cada habitación de ese lugar, cada rincón pero no encontró a Zafiro ni a Rogelio. Todo había sido inútil ese maldito desgraciado la tenía en otro lugar y tampoco había rastro alguno de Gitana.
Estaba apunto de amanecer y lo más seguro era que la policía llegaría en cuestión de minutos al lugar.
—Diablo salgamos de aquí antes que llegue la policía. Zafiro no está en este lugar y no podemos arriesgar los hombres—
—Tienes razón ¡Maldición! ¿Dónde la tendrá? Juro que la voy a encontrar así tenga que levantar cada piedra de esta ciudad—
—Diablo, ¡cálmate! El general acaba de llamar para informar que la policía viene para este lugar debemos irnos ya mismo—
Partiendo en los autos dejando atrás la destrucción de la casa de Rogelio pero con el sabor amargo de no haber hallado a Zafiro ni a Gitana. En el camino cuando iba en el automóvil rumbo al burdel Diablo recibe una llamada que lo dejó perplejo y sin palabras.
—Diablo ¿Qué ocurre? ¿Quién era?— preguntó Gato.
—La mató… la asesino… maldito desgraciado—
—¿De quién hablas?—
—Zafiro… está muerta. Gato cambia el rumbo vamos a las ruinas de la fábrica abandonada en las afueras de la ciudad—
—Diablo, no te das cuenta que puede ser una trampa—
—Quizás, informa a todos los hombres que nos sigan y estén preparados para enfrentar a Rogelio—
—Sí señor—
Los automóviles cambiaron el rumbo guardando distancia para evitar levantar sospecha, ya había amanecido y el sol iluminaba las ruinas de la fábrica donde solían abandonar los cuerpos de las personas que asesinaban por ajustes de cuentas, al llegar el Diablo descendió del auto con su arma en la mano cargada y lista para disparar al más mínimo movimiento sospechoso pero todo estaba en silencio y solo el sonido de los roedores perturba el lugar.
Después de inspeccionar las ruinas los hombres de Patricio encontraron un cuerpo tendido en el piso y de inmediato le informaron pero antes que este llegase el Diablo hizo presencia quedando desgarrado por la escena que se encontró, él todavía albergaba la posibilidad que todo fuese mentira o quizás una trampa pero no era así allí estaba la mujer que tanto amaba, bañada en sangre, casi irreconocible, con su vestido hecho pedazos, la piel destrozada por los azotes y golpes propinados por Rogelio López el mismo hombre que le quitó la vida a sus padres y de la misma forma que asesinó a su madre vilmente.
Diablo se arrojó al piso y tomó las manos de su amada mientras lloraba amargamente, los hombres que lo acompañaban guardaban silencio mientras no asimilaba la escena de dolor que le producía al Diablo hallar a Zafiro en ese estado, el hombre sin sentimientos estaba totalmente derrumbado. Patricio abrió paso entre los hombre y al ver al Diablo sintió compasión, se pasó la mano por la cabeza y se inclinó sobre el que se pensaba era el cuerpo sin vida de Zafiro, puso su mano en el cuello de ella y para la sorpresa de todos tenía un débil pulso.
—¡No estaba muerta! Diablo, tiene pulso. ¡Está viva!— exclamó Patricio.
Editado: 28.10.2022