El Diablo también llora

Capítulo 15

El Diablo que ya se veía agotado y antes los ruegos de  Gitana, aceptó ir a casa a descansar un poco, aunque no estaba muy seguro porque Zafiro podía reaccionar en cualquier momento y necesitaba estar ahí para verle. Gitana se quedó en la clínica custodiada por Gato, aguardando cualquier noticia. Al Diablo lo acompañaron otros hombres de seguridad.

Por su parte Walter buscaba en todos los lugares de perdición a Martín Reinosa, sin obtener resultados satisfactorios. Este hombre era conocido en el bajo mundo como un asesino de la peor calaña, solo le importaba el dinero y era capaz de traicionar hasta su propia madre cuando de esto se trataba. Era evidente que no era de fiar, a Walter le preocupaba que Rogelio lo fuese a usar para algún encargo porque podía terminar siendo un cuchillo de doble filo en cualquier momento, más sin embargo; su labor era encontrarlo y llevarlo ante su patrón sin ninguna excusa. Después de pasar una noche entera entre burdeles baratos, humo de cigarrillo, olor a alcohol, drogas y prostitutas. Lo encontró al amanecer totalmente ebrio, en la habitación de un burdel con su mayor debilidad. Una chica que a pesar de ser menor de edad se prostituía en contra de su voluntad en aquel lugar tan asqueroso. Martin, prácticamente había abusado de la chica de la forma más perversa e inhumana. Walter, cansado de tanto buscar decidió entrar a la habitación donde le habían dado la información que encontraría aquel malhechor, al ver dos de sus secuaces y fieles perros falderos que estaban a su servicio en la puerta de la habitación, les pidió que le avisasen a su patrón que Rogelio lo requería y no tenía tiempo que perder para esperarlo. Estos con miradas amenazantes y una risa en sus bocas, escupieron el piso manchado por el pasar del tiempo en señal de fastidio.

—¡Les he dicho que llamen a su jefe!— Les sugirió Walter de muy mal humor.

—¿Quién demonios es Rogelio?— preguntó uno de los hombres.

—Es mi patrón, si no sacan a Martín Reinosa de esa habitación yo mismo entro y lo hago ahora mismo—

Ellos desenfundaron sus armas colocando la mira en la cabeza de Walter, mientras la escolta de Walter no menos de diez hombres muy bien vestidos los tenían rodeados y dispuestos a liquidarlos con tan solo una señal de su jefe.

—Apártense de mi camino. Si no quieren que mis hombres les vuelen los sesos por todo el lugar—

Ante la amenaza los secuaces de Martín Reinosa decidieron hacerse a un lado mientras Walter tiró la puerta de una patada.

—¿Qué demonios está ocurriendo?— preguntó Martín muy sorprendido.

—Martin Reinosa, el señor Rogelio te necesita—

—Walter, eres un maldito hijo de #$#@. No podías haberme esperado afuera. Mientras yo termino un asunto pendiente—

Walter observó a la chica que estaba en la cama y sintió compasión por ella que se veía a simple vista era muy joven, su rostro estaba golpeado y sus ojos tenían lágrimas. Temblaba de miedo, era evidente que ese cerdo asqueroso la había golpeado. A pesar de eso, su rostro era encantadoramente hermoso, el cuerpo que se marcaba bajo las sábanas curtidas del lugar era increíble pero tenía una mirada muy triste. Se notaba que estaba obligada a trabajar en ese maldito lugar. Walter se quedó mirándola fijamente a los ojos con un sentimiento que ni él mismo comprendía, mientras la chica también lo hacía embargada por la tristeza de su destino.

—Ya estoy listo. Espero que sea cierto y en verdad don Rogelio me necesite. Walter, ¿qué es lo que tanto le miras a esta zorra?—

—Eso no te importa. Vamos, don Rogelio nos espera—

Martin salió de la habitación, mientras que Walter, le entregó a la chica unos billetes sin que él se diera cuenta, le escribió un número en su delicada mano y le dijo en voz baja: —huye de este lugar y búscame— Ella asintió con la cabeza sin decir palabra alguna. Walter salió de allí sin entender porqué había hecho tal cosa, mientras Martín Reinosa, lo maldecía de todas las formas posibles por todo el camino a casa de Rogelio López.

Ya habían pasado dos días desde la cirugía de Zafiro y su estado de salud aún era complicado pero evoluciona bien, los médicos decidieron quitar los sedantes para ver cómo reacciona y qué secuelas podía tener a causa de los golpes.

Diablo llegó de inmediato que Gitana le aviso y juntos esperaban en la sala cualquier información que les pudiesen dar, Santana que no aguanto más la espera en su casa, también llegó al lugar pero con un aspecto distinto para no levantar sospecha. Los tres estuvieron en silencio aguardando hasta que por fin un doctor bastante mayor se acercó para informarles que Zafiro había despertado pero no todo eran buenas noticias. 

—La paciente Zafiro Méndez acaba de despertar pero hay un problema, al parecer no recuerda nada. Aún no podemos confirmar con certeza si se trata de algo temporal o una pérdida total de memoria—

—¿Usted me está diciendo que mi hija perdió la memoria?— habló Santana muy sorprendido.

—Sí señor—

—No puede ser, todo por culpa de ese cerdo asqueroso— dijo el Diablo mientras se pasaba las manos por su cabello.

—Quizás no sea tan malo que eso haya ocurrido, veamos el lado positivo. No va a recordar el sufrimiento que ese hombre le causó ni la pérdida del bebé— intervino Gitana.

—Gitana, eso implica que tampoco se va a acordar de mí— le reprochó el Diablo.

—Diablo, a decir verdad no eres exactamente el yerno que un padre quisiera tener, ni el esposo anegado para mí hija, tienes mucha razón Gitana—

—No estoy de acuerdo con ustedes dos en lo más mínimo— contestó el Diablo mientras se retiró molesto por los comentarios de ellos.

Cuando por fin pudieron verla, Santana insistió en ser el primero. Se presentó como su padre y aunque al principio ella se veía temerosa terminó por devolverle una sonrisa angelical que le recordó a su querida Amalia, el único amor de la vida de Santana. Él no pudo estar mucho tiempo pero sintió que no cabía la felicidad en su pecho al ver que su hija lo aceptaba de alguna forma aunque sabía que en el momento que ella recuperara la memoria tendría mucho que explicarle. Luego de salir Santana, le tocó el turno al Diablo pero ella como era de esperarse no lo reconoció, él se acercó y le tomó la mano en silencio mientras ella con una voz muy débil le preguntó: 




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