El Diablo también llora

Capítulo 16

Walter llegó a la casa de Rogelio, en compañía de Martín Reinosa. Una vez pasaron por todo el esquema de seguridad que se había duplicado debido a los últimos sucesos, se dirigieron a la oficina de Rogelio, a pasos apresurados. Walter estaba exhausto, llevaba dos días sin dormir y últimamente su trabajo lo absorbía tanto que ya no tenía tiempo para ir a su apartamento donde vivía solo. 

Walter tenía 28 años, era de tez morena, ojos negros, cabello lacio, cuerpo músculoso y estatura baja; él era hijo del antiguo hombre que le manejaba los negocios a Rogelio. Desde niño fue entrenado para asesinar, su padre siendo muy joven lo ingresó al esquema de seguridad  de su patrón y tras la muerte de él quedó a cargo de los negocios de Rogelio. Las mujeres no eran su fuerte, de hecho no tenía tiempo para dedicarle a una y nunca se había despertado un sentimiento hacia ninguna porque desde que era un bebé su madre murió,  tomaba una mujer solo cuando las necesitaba y no le importaban en lo absoluto. Walter se sentía extraño porque la imagen de la chica del burdel barato se quedó grabada en su mente, esa sensación que sintió cuando le tomó la mano para escribir le su número y lo peor es que no tenía la menor idea porque lo había hecho.

Walter y Martín Reinosa, ingresaron a la oficina donde Rogelio se encontraba un poco ebrio como de costumbre.

—Señor Rogelio,  aquí le traigo a Martin Reinosa, como usted me lo pidió— dijo Walter.

—Por lo menos eres capaz de hacer algo bien. Lárgate y déjame que necesito hablar con este hombre— contestó Rogelio bastante ebrio.

—¿Está seguro de lo que me está pidiendo?—

—Walter, te pago para que me obedezcan, no para que opines y menos para que me cuestiones—

—Sí, señor—

Walter salió de la oficina de Rogelio con mucho coraje por la forma en que él lo había tratado enfrente de Martin Reinosa, ya se estaba cansando de ese trabajo a pesar que era bien remunerado.

Por su parte Diablo se había marchado de la clínica y estaba al frente del burdel solucionando unos problemas menores que le aquejan. Estaba cansado y estresado, llevaba tres noches sin dormir y últimamente las cosas no le salían muy bien. Una vez terminó todo ya se había hecho de noche, bajo las escaleras de su oficina dirigiéndose al burdel donde casi no solía bajar. Camino por el pasillo observando las habitaciones de las chicas e ingreso al lugar, se dirigió hacia la barra y se sentó en una silla mientras pidió al mesero uno tras otro trago de Whisky, parecía que quisiese ahogar una pena en el licor. De pronto se le acercó una de las chicas nuevas que no lo conocían, le colocó la mano en el hombro y le habló sensualmente en el oído.

—¿Guapo, quieres compañía?—

Él se detuvo a observar y era una mujer realmente atractiva. Con un fino rostro y unos labios muy sexis que despertaban deseo en cualquier hombre. Tenía sus pechos grandes, cintura delgada, piernas largas y nalgas bien puestas en el lugar correcto. Toda una diosa terrenal.

—Siéntate y tómate un trago conmigo—

La chica se sentó acariciándole el hombro y enterrando sus uñas con sutileza en su piel. Bebió un trago con él mientras su mirada le decía que era realmente lo que ella quería. Diablo se sintió apoderado por el deseo y cuando ya estaba bastante ebrio, la chica le pidió que la acompañase a su habitación para relajarlo un poco de las tensiones. El Diablo pagó la cuenta y se dirigió con ella a la habitación. Una vez adentro, la chica colocó música y empezó a bailar sensualmente mientras se despojó de sus prendas hasta quedar solo en una sexy ropa interior negra, al igual que dejaba al descubierto el musculoso cuerpo del Diablo que era toda una divinidad, el sueño de cualquier mujer hecho realidad. 

El la tomó de una forma brusca, ansiosa, mientras ella le respondía con un placer inimaginable. Sus cuerpos sudorosos se fundieron en las sábanas blancas mientras ella gemía ante el placer que ningún hombre le había hecho sentir antes. Pero a pesar de la belleza de su amante el Diablo, no logró sacar la imagen de Zafiro, ni un solo momento de su cabeza he incluso vió varias veces su rostro en el de la otra chica. Una vez terminó él se vistió rápidamente, mientras le preguntó cómo se llamaba.

—Me llamo Perla—

—Perla, puedo preguntarte algo—

—Sí, dime—

—¿Por qué te dedicas a este trabajo?—

—Estoy estudiando en la universidad, tengo una madre enferma y cinco hermanos que mantener. ¿Crees que con un trabajo decente puedo hacerlo?—

—Lo dudo—

Diablo sacó de su billetera una suma de dinero bastante considerable pero Perla le dijo:

—Señor no es necesario lo hice por placer, a veces nosotras también queremos darnos gusto—

—Tómalo, soy el dueño de este lugar y jamás permitiría que unas de mis chicas trabajará sin remuneración alguna—

—¿Usted es el Diablo?—

—Sí. Espero que esto quede entre los dos, no quiero chismes de pasillo—

Diablo salió de la habitación un poco confundido y con deseo de ir a descansar un rato.

Gitana que se había quedado acompañando a Zafiro en la clínica, se veía muy cansada y ante el parte médico que ella estaba mucho mejor decidió regresar a casa mientras que Patricio que acababa de llegar a la clínica se ofreció acompañar un rato a Zafiro.

Cuando Patricio ingresó a la habitación Zafiro despertó sobresaltada por un recuerdo que aún no entendía.

—¡Buenos días! ¿Cómo amaneciste?—

—¡Mejor, gracias! Usted ¿Quién es?—

—Trabajo para tu padre, mi nombre es Patricio Herrera—

—¿Somos amigos?—

—Aún no, pero podemos serlo si tú lo quieres—

Ella sonrió y sus ojos se iluminaron, mientras Patricio sintió palpitar su corazón con más rapidez de lo habitual. Ésta sería su oportunidad para acercarse a ella, a él le interesaba demasiado Zafiro a pesar de las circunstancias y las consecuencias que esto podría traerle.

Diablo, también llegó a la clínica con unos lentes oscuros y una fuerte resaca que trataba de disimular, después de hablar con el médico, se dirigió a la habitación donde encontró a Patricio sentado a un lado de Zafiro, acariciando su mano en silencio mientras ella dormía plácidamente. Sintió como su sangre le hervía de coraje, sus puños se apretaron involuntariamente, su mirada se volvió más oscura que la noche.




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