El Diablo también llora

Capítulo 18

Martin Reinosa llegó al burdel del Diablo, echó un vistazo y observó que el lugar estaba muy tranquilo, se percató de la ausencia del Diablo, de Gitana y de Gato. Era la oportunidad precisa que él buscaba y no pensaba desaprovecharla de ningún modo. Camino hacia la barra con una sonrisa en sus labios, sacó un cigarrillo de su bolsillo y un encendedor, lo prendió y absorbió el humo con mucha calma mientras observaba a una chica haciendo su presentación de pole dance, pidió al mesero un trago de whisky y se sentó como cualquier cliente si levantar sospecha alguna. Una de las chicas se le acercó por la espalda y empezó a acariciarlo  pero él no mostró ningún interés, hecho que llevó a que la joven a retirarse en busca de otro hombre.

Una vez se tomó el trago observó todo el lugar y salió con los hombres que lo acompañaban, al llegar al parqueadero se percató que esa noche la seguridad era poca, por lo tanto se dio sus mañas para lograr que sus hombres taparse las cámaras de seguridad y bloquearan los hombres que se encontraban a cargo evitando ser sorprendidos. Una vez neutralizada la seguridad, los hombres de Martin Reinosa colocaron las cargas de explosivos los cuales usaría para volar el lugar en pedazos; el trabajo se realizó muy rápido y sin levantar sospecha porque los hombres eran especialistas en explosivos, el ruido de la música no permitió a nadie  percatarse del sonido que se producía en el lugar. Minutos después solo faltaba activar los explosivos y presenciar el espectáculo esperado por Rogelio.

Gitana que se encontraba en la clínica, sintió un fuerte mareo que la llevó a caer al suelo repentinamente, Gato inmediatamente la auxilió mientras pedía ayuda a una enfermera que pasaba por la sala de espera en ese preciso momento. La subieron a una camilla y la llevaron al área de urgencias, Gato estaba totalmente sorprendido por lo ocurrido a Gitana y le marcó al Diablo que se encontraba en la habitación de Zafiro, en compañía de Santana.

—Señor, Gitana tuvo un desmayo— dijo Gato totalmente impresionado.

—¿Cómo? ¿Por qué? ¿Dónde está?— preguntó el Diablo preocupado

—Estábamos hablando y de un momento se desmayó. Ahora está en el área de urgencias.

—Ya voy para allá. 

Diablo le comentó a Santana lo ocurrido sin despertar sospechas en Zafiro para no alterarla. De un momento los dos abandonaron la habitación bastantes sospechosos y con rostro de preocupación pero al instante ingresó Gato por órdenes del Diablo, después de saludar se sentó cerca de Zafiro quien empezó hacerle preguntas:

—¿Cómo te llamas?.

—Soy Gato, trabajo para el Diablo.

—Dime algo, ¿porque a ese hombre le apodan el Diablo?

—Señorita con todo respeto déjeme decirle que es un apodo pero créame que él no es tan malo.

—¿Es cierto que yo soy su mujer?

—Sí, ustedes son pareja.

—¿Cuál es su nombre?

—Señorita usted pregunta demasiado. Me siento como en una audiencia. No soy la persona más indicada para responder su cuestionario, pero créame que ese hombre daría la vida por usted.

—Usted cree eso. A mí me parece que sí es malo, aunque mi padre dice lo contrario.

Gato ante la insistencia de Zafiro, le dijo que iría a tomar un poco de agua y regresaría en un momento, él salió de la habitación dando gracias al cielo porque realmente no sabía qué responderle.

Diablo y Santana se encontraban en el área de urgencias esperando noticias de Gitana, cuando una joven enferma, de cabello negro y faciones angelicales se les acercó preguntando si eran familia de la señora Rosana Mendez, hecho que dejó perplejo al Diablo, el escuchar su apellido le generó muchas preguntas. Él desconocía el nombre de Gitana solo el apellido era el mismo de Zafiro, no tenía la menor idea si se relacionaban pero observó que Santana no se veía sorprendido en lo más mínimo.

—Yo soy familiar— contestó el Diablo.

—La señora tuvo una mareo debido a una baja de glucosa pero  ya se encuentra bien. Señores es evidente que la señora Rosana no se ha alimentado bien estos últimos días y ha descansado muy poco. Deberá tener mayor cuidado con ella.

—Gracias señorita. Será posible, que pueda verla. 

—Por supuesto que sí, acaban de trasladarla a una habitación. Esta noche debe quedarse en absoluto reposo mientras le suministramos unos medicamentos ¡Acompañen me por favor!

La enfermera los condujo a una habitación donde se encontraba Gitana un poco pálida pero ya había recuperado el conocimiento. Al verlos ella llamó al Diablo para que se le acercara, se aferró a sus manos y con lágrimas en sus ojos le dijo  voz baja:

—Diablo... ¡va ocurrir una tragedia!

—¿Por qué crees eso?

—Yo lo ví, tuve una visión.

—Gitana te desmayaste debe haber sido una alucinación.  No te alteres, te va hacer daño. Estás muy débil, la enfermera lo acaba de decir.

—No. Diablo es cierto lo que te acabo de decir. Algo va a ocurrir y es horrible.

Diablo pasó con ternura sus manos por el rostro de Gitana, a quien consideraba como una madre, aunque nunca se lo había dicho y le depositó un beso en la frente. 

—Cálmate todo va estar bien. Lo importante es que te recuperes pronto. No sé qué sería de mi vida sin ti a mi lado. No sabes cuánto significas para mi desde aquel día que te conocí y ví en tí lo más parecido que he tenido a una familia.




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