Por la mente del Diablo pasó el recuerdo de Ranger quien había descuidado los últimos días. ¡Maldición! Ranger estaba en ese lugar y en ese momento desconocía su paradero. ¿Cuál sería la suerte de las chicas, los empleados y el demás personal que se encontraba en el burdel? Esa pregunta que le producía angustia, el solo imaginarlo le erizaba la piel.
Su mirada se posó en Santana quien acababa de enterarse de la noticia, mientras Gato no asimilaba la magnitud del suceso.
—¡No hay tiempo que perder! Gato vamos al burdel— dijo el Diablo en medio de la desesperación.
—Diablo lo que vas a ver no te va a gustar— Repuso Santana tratándolo de detenerlo.
—No soy un cobarde. Tengo que ir, es mi negocio.
—Señor ya casi amanece, espere un poco más y yo mismo lo acompañó. Aunque dudo que la policía le permita ingresar— le sugirió Gato.
Ya de mañana y el amanecer de un nuevo día, la magnitud de la tragedia se podía vislumbrar en toda su grandeza. Los hombres encargados de rescatar a los heridos trabajaban contra el tiempo, cada minuto que pasaba alargaba la agonía y la incertidumbre se apoderaba del lugar.
Cuando Diablo llegó al burdel, la policía le impidió el ingreso al lugar argumentando el riesgo que podía correr debido al desplome de parte de la estructura.
El Diablo abatido por la tragedia no tuvo más remedio sentarse en el andén, mientras Gato se pasaba la mano por la cabeza sin asimilar la escena y desconociendo la suerte de sus amigos. Los hombres de rescate y el personal médico corrían en todas direcciones al escuchar ruidos o algún grito de auxilio.
Diablo se levantó al observar que traían un cuerpo sin vida cubierto por una sábana, al ver la camilla acercarse a él sintió un frío helado apoderarse del ambiente y con sus manos temblorosas se aproximo levantando un poco la sábana y dejando al descubierto el rostro de Perla. La chica con la que había estado y la cual le contó que trabajaba para mantener a su madre enferma y cinco hermanos. No pudo evitar una lágrima que escapó de sus ojos al pensar en la suerte que correrían ellos y el dolor de aquella madre pues él sabía en carne propia el dolor que se experimentaba al perder un ser amado, se sintió en la obligación de no dejarlos solos aunque no fuesen su familia. Maldición se sentía tan culpable de lo ocurrido, era evidente que esta destrucción tenía el apellido López y su finalidad era acabar con él.
Todo el trabajo de su vida hecho polvo y su fiel amigo debajo de los escombros, con sus chicas y empleados. Después de unas cuantas horas de ver la destrucción con sus propios ojos, el llanto de las familias cada vez que rescataban un cuerpo sin vida y muchos heridos pasar por su lado sintió que no podía soportar más. Su vida estaba sin sentido, una maldita venganza convertida en una cruel tragedia, Zafiro no lo reconocía y el fruto de ese amor no tuvo la oportunidad de vivir, había perdido todo el trabajo de su vida puesto en el burdel aunque tenía más negocios y propiedades esto particularmente significaba mucho para él. Pero su dolor no se comparaba con la pérdida de su fiel amigo Ranger, su guardián. Lo tenía desde cachorro cuando lo encontró botado en un basurero, sucio, herido y hambriento, desde entonces lo cuido con tal esmero como si fuera parte de su familia. La misma que Rogelio López había arrebatado.
Diablo devolvió por unos minutos el tiempo 18 años atrás y recordó esa tarde como si estuviera pasando en ese momento, él estaba en su habitación haciendo tareas cuando Rogelio López llegó a su casa. Sintió que su padre discutía con alguien, un hombre le apuntaba en la cabeza exigiendo que le entregará a su esposa pero su padre se negaba rotundamente hacerlo, entonces un disparo acabó con la vida de su padre. Luego vió cómo llegó hasta la habitación donde se escondía su madre y los gritos lo confundieron, quiso correr ayudarla pero su cuerpo estaba paralizado, un ataque de pánico le impedía respirar y terminó desmayado en el piso. Cuando despertó corrió en busca de su madre quien la halló muerta encima de la cama, con el vestido rasgado porque la habían violado, estaba llena de golpes y su cabeza ensangrentada.
No podía creer que sus padres habían muerto a manos de ese maldito hombre, lloró por horas amargamente y recordó que su padre le había dicho que si alguna vez ocurría algo así huyera para salvar su vida. Corrió a su cuarto y empacó lo que le logró en un morral, tomó el dinero que tenía guardado en su alcancía y una fotografía de sus padres. No tenía a quién acudir, por eso se refugió en las calles y se quedó por unos cuantos años viviendo allí como un mendigo…
—Diablo, Diablo, Diablo— gritó Gato en medio de la conjunción.
Esas palabras lo sacaron de sus más profundos y dolorosos recuerdos que lo atormentaban en el silencio de la noche. Diablo levantó la mirada para ver quién le hablaba y vió que Gato tenía en sus brazos a Ranger lleno de polvo, bastante aturdido por la explosión y el caos pero vivo.
—¡Ranger… amigo mío… estás vivo!
El perro al escuchar la voz de su amo empezó a gemir, queriendo contarle todo lo que había vivido esa noche. Diablo lo tomó en sus brazos, diciendo que todo estaba bien y pronto se recuperará, lo subió al auto y en compañía de Gato lo llevaron a una clínica especial para ser atendido.
Gitana quien ya había sido dada de alta, se encontraba muy conmocionada con la noticia del burdel, estaba en la cafetería de la clínica tomando una bebida aromática para calmarse un poco en compañía de Santana por qué el Diablo desde el momento en que se enteró de la trágica noticia había abandonado la clínica, sin embargo Gitana no estaba totalmente segura de querer estar en compañía de Santana porque le guardaba rencor, de algún modo lo culpaba de la muerte de Amalia. Él interrumpió el silencio que había entre los dos para decirle.
—Rosana yo creo que hace años nos debemos una conversación.
Editado: 28.10.2022