El Diablo también llora

Capítulo 38

Una vez Rogelio López se quedó dormido, Karina dió órdenes a las bailarinas de salir de la habitación y ella por su parte de entró a la ducha y empezó a vomitar, sintiendo repugnancia de la clase de mujer en la que se había convertido por la ambición de tener poder. El agua caliente corría por su piel mientras ella pasaba una y otra vez sus manos tratando de quitar las caricias de su piel, llorando amargamente como la noche aquella que ese hombre la violó, condenando a sentirse un objeto de placer. Repentinamente secó sus lágrimas  mientras se repetía a si misma: "Jamás un hombre va a doblegarme o a someterme, no a nacido el primero que se atreva a despreciarme esto es por tu culpa maldito Diablo, te juro que voy a encontrar a Zafiro y a disfrutar la forma en que Rogelio López la va hacer pedacitos".

Zafiro se encontraba desesperada en la casa de la playa, estaba segura que algo no andaba bien con el Diablo y que este estaba tramando algo lo suficientemente grande como para tenerla al margen de todo; su mente estaba llena de preguntas sin respuestas y muchas dudas que la agobiaban sin compasión. Era posible que el Diablo quisiera abondonarla o de hecho ya se hubiera cansado de ella. No tenía la menor intención de escapar de esa casa pero sí la certeza de que era lo más correcto y para ese plan contaba con la ayuda de Rubí, su nueva mejor amiga.

Zafiro salió de su cuarto cansada de mirar por el ventanal de su habitación que daba justo a la playa como los guardias de seguridad iban y venían vigilando celosamente cada metro cuadrado de la propiedad, a parte de las cámaras de seguridad que allí se encontraban estratégicamente distribuidas. Bajó lentamente las escaleras que separaban su cuarto de la sala, tratando de no se percibida por los hombres que se encontraban a cargo y fue en busca de Rubí, que estaba en su cuarto llorando amargamente y abrazando un osito de peluche, sí bien ella se había escapado de un cautiverio para quedarse con Walter, ahora se encontraba en una situación un poco mejor pero al fin no era libre y mucho menos feliz. 

— Rubí ¿Te encuentras bien? — preguntó Zafiro al otro lado de la puerta en voz baja.

Sí, pero no quiero hablar.

— Déjame en paz.

— Abre la puerta y escúchame por favor.

Rubí se levantó de su cama, había estado llorando por horas, sus ojos estaban hinchados al igual que su nariz. Abrió la puerta lentamente pero al momento que Zafiro entró se abalanzó sobre ella buscando consuelo.

— No te preocupes amiga todo va estar bien. Tengo una idea para escapar de este maldito lugar, algo está ocurriendo. No es normal que el Diablo no me pase al teléfono ó dime ¿cuántas veces te ha llamado Walter? dijo Zafiro.

— No me ha hablado ni una sola vez, desde que nos sacaron de la ciudad no sé nada de Walter.

— Te das cuenta amiga, tengo toda la razón por eso debemos escapar y averiguar por nosotras mismas qué es lo que está pasando.

— Tienes razón, no tiene sentido vivir así. ¿Cómo pretendes escapar de este lugar? 

— Analizando muchas posibilidades llegué a la conclusión que solo tenemos una alternativa y es la comida.

— ¿La comida?

— Sí, todos los hombres se alimentan en la cocina de esta casa, bastaría con colocar un sedante en la comida.

— Pero tú sabes que no tenemos acceso a ese lugar, las mujeres no nos permiten acercarnos ni siquiera a la puerta. 

— Es cuestión de un buen plan y para eso necesito tu ayuda.

Ambas chicas se quedaron planeando su escape que ya era una decisión más que tomada. No había nada que les permitiera entrar en razón y dar marcha atrás.

Diablo que ya llevaba para ese entonces varias noches sin dormir, repasando en la biblioteca de su casa una y otra vez las rutas y cada uno de los movimientos que iban a realizar para neutralizar a Rogelio López, nada podía salir mal si quería volver a recuperar a Zafiro, la bruja que se apoderaba de sus sueños, la chica que lo tenía totalmente trastornado.

— Señor, discúlpeme por entrar sin avisar pero me encuentro muy preocupado por las chicas.

— Pasa algo con ellas.

— No sé, Gato es él que posee esa información. Pero insisto señor, yo conozco a Zafiro desde que era una niña y no se va a quedar encerrada en la casa de la Playa, en este momento debe estar ingeniando un plan para escapar.

— ¿Tú crees? Nunca escapó de mí y me amenazó muchas veces en hacerlo.

— Porque en el fondo lo ama. Pero le puedo asegurar que por las venas de Zafiro corre sed de venganza y eso la hace mucho más peligrosa que antes. No quiero que Rubí que escucho más débil ponga su vida en riesgo.

— ¡Demonios! Admito que tienes mucha razón en tus palabras, Zafiro ya debe tener preparado el plan de escape pero no debo arriesgarme a llamarle porque no quiero que intersecten los teléfonos y terminen por descubrir su paradero. 

— ¿Qué se le ocurre señor?

— Creo que tú y yo vamos a ir a verlas mañana a primera hora, ve a preparar un equipaje ligero no podemos quedarnos por mucho tiempo.




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