El Diablo también llora

Capítulo 39

La noche se aproximaba en la casa de playa, también la oportunidad que Zafiro y Rubí esperaban con ansias. Tenían un plan y nada podía salir mal porque no existía un plan opcional; tal como lo habían acordado Rubí fingió un desmayo y se desvaneció en medio de la sala de la casa mientras Zafiro empezó a pedir ayuda en medio de llanto y súplicas. Ante la situación las empleadas corrieron en su ayuda dejando sola la cocina por unos minutos, una de las chicas salió en busca del hombre a cargo de la casa y su seguridad para informarle lo ocurrido. Zafiro se ofreció a ir por el botiquín que se encontraba justo a un lado de la entrada a la cocina mientras las otras empleadas llevaban a Rubí en brazos a la habitación. El tiempo era muy poco y debía aprovecharlo al máximo, destapó un frasco que contenía un fuerte sedante que le Rubí le proporcionó, porque ella aún guardaba en su bolsa el sedante que algunas veces logró usar con los clientes del burdel donde trabajaba para evitar que la tocaran. Zafiro se apresuró y disolvió el contenido del frasco en los alimentos y la bebida qué las empleadas prepararon para la cena. Luego tomó el botiquín y corrió hacia la habitación esperando no ser vista por nadie.

— ¡Aquí está el alcohol! perdón la demora la puerta se atoró por el óxido dijo Zafiro muy nerviosa.Mañana

Una de las empleadas tomó el alcohol e impregnó una mota de algodón que luego llevó a la nariz de Rubí, haciéndola aparentemente volverla en sí. La actuación de la chica fue perfecta digna de un reconocimiento y todos los empleados incluyendo el administrador quedó convencido.

— Mañana informaré al Señor de lo ocurrido — dijo el mayordomo bastante preocupado.

Creo que solo fue por el calor sofocante de este lugar — añadió Zafiro.

— Sí señor, si tan solo pudiéramos tomar un poco de aire puro. Sentir la brisa del mar todo sería muy diferente — dijo Rubí suplicante.

— Señoritas, no es mi decisión. Ustedes saben que cumplo órdenes de Gato y el me prohibió que salgan de la casa, puedo hablarle mañana y solicitar su petición pero por hoy todo seguirá igual — contestó el mayordomo.

Todo el personal abandonó la habitación dejando solas a las chicas y dirigiéndose a la cocina para recibir su cena.

Mientras ellas observaban por la ventana como una de las empleadas también le llevaba de cena a los hombres encargados de la seguridad externa de la casa. Ya no había marcha atrás, el primer paso estaba dado y solo faltaba esperar unos minutos  para obtener la anhelada libertad. Aunque huir del lugar que era bastante apartado y en medio de la noche no era exactamente lo mas agradable pero era la única oportunidad que Zafiro en medio de su desesperación había encontrado.

Las chicas descendieron lentamente las escaleras y se dieron cuenta que el silencio reinaba en la sala, luego caminaron con mucha cautela hacia la cocina y observaron que todos se encontraban aparentemente dormidos o inconscientes. Menos las chicas que estaban llevando los alimentos a los hombres que se encontraban afuera de la casa; por lo tanto Zafiro y Rubí salieron por la puerta de atrás implorando al cielo no ser vistas por nadie, con la luz de una linterna y una bolsa con unas cuantas provisiones de alimentos y agua.

Huyeron rápidamente, mientras la arena llenaba su calzado y les impedía casi caminar. A lo lejos oían los gritos desesperados de las chicas del servicio al entrar a la casa pero nada más que escapar de ese lugar les importaba y en cuanto más se pudieran alejar mucho más seguras estarían o por lo menos eso creían ellas. Habían transcurrido más de dos horas y estaban exhaustas, la brisa, el sofoco, la dificultad para caminar en la arena y las piedras que lastiman sus pies lo hacían más complicado sin decir que se encontraban totalmente perdidas en la nada. 

Las chicas de la servicio trataban de auxiliar a sus compañeros pero éstos no relacionaban a pesar que sus signos vitales eran estables, corrieron en buscas de las señoritas y se dieron cuenta que habían escapado al encontrar un frasco vacío de un sedante en la habitación de Zafiro. Rápidamente buscaron un número que les había sido proporcionado por el mayordomo en caso de una emergencia y sin duda está era una gran emergencia.

— Señor… le habló de la casa de la Playa — habló una de las chicas.

— ¿Quién demonios es usted? ¿Por qué tiene mi número? — contestó Gato.

— Soy una empleada... de servicio… acaba de ocurrir una emergencia… la señorita Zafiro en compañía de Rubí escaparon de la casa después de proporcionarle un sedante en la comida a todo el personal de la casa.

— ¡Maldita loca! ¿Pásame al mayordomo?

— Señor… él también está inconsciente.

— ¡Demonios! Niña escúchame, no salgan del lugar pero deben tomar las armas por su seguridad, no sé pero por su bien es mejor que sepan usarlas. Cualquier novedad la reportas, estás al mando mientras yo llego.

— Señor… no se disparar.

— Es lo mismo que en las películas, eso sí no te vayas a pegar un tiro tu misma, no sabemos si se trata de una trampa de Rogelio López. Aseguren puertas y ventanas yo me encargo de las chicas.

— Sí señor.

Gato fue en busca del Diablo mientras lanzaba toda clase de maldiciones al aire.

— ¿Qué demonios se te ocurre? ¿Sé te subieron las hormonas? — preguntó el Diablo en todo burlesco.

— La loca de tu mujer escapó de casa de playa con Rubí, después de proporcionarle un sedante al personal y a mis hombres de seguridad.

— Qué estás diciendo Gato, que mi mujer está perdida en la Playa en medio de la oscuridad y sin ninguna protección.

— Sí señor.

— ¡Demonios! Walter me lo advirtió. 




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