El Diablo también llora

CAPÍTULO 40

— Gato llama a Walter, pero ve personalmente y evita usar el teléfono no quiero que Rogelio López se entere del paradero de Zafiro. Voy a ir con Walter, a buscar ese par de locas. Tu quedas a cargo has nuestro regreso no pienso tardar mucho. 

— Sí señor.

— ¿Usted cree que las van a encontrar tan fácil?

— No tienen donde ir. No tienen dinero y así lo tuvieran esa casa no tiene vecindad y la única forma de salir de allí es en transporte propio. —Temo que comentan alguna locura en medio de su desesperación.

— ¡Le parece poco sedar a todo el personal de la casa y el esquema de seguridad! Señor, nunca se me hubiera ocurrido tal cosa.

— Luego discutimos la eficiencia de tu personal a cargo, voy por mis cosas tu ve por Walter.

El Diablo subío a su cuarto y empacó un bolso bastante ligero, sacó su arma de la cajonera dónde solía guardarla junto con la foto de sus padres, la tomó en la mano y apretó fuertemente mientras dijo en sus adentros " falta muy poco para hacer justicia". Transcurridos unos minutos más llegó Walter bastante molesto.

— Ya estoy listo señor — dijo Walter secamente.

No te preocupes Walter, no les va s pasar nada. — le dijo el Diablo mientras guardaba la foto.

Ambos partieron con rumbo a la casa de la playa aunque tardarían varias horas en llegar, por lo visto esa noche tampoco podrían dormir.

Zafiro y Rubí se encontraban desorientadas, cansadas y sedientas en medio de las playa; por más distancia que recorrían todo se veía igual, no había rastro de un lugar cercano donde pudieran pedir ayuda, ni de una cabaña donde refugiarsen hasta el amanecer. Al parecer la idea de escapar había sido un poco descabellada y solo hasta ahora empezaban a comprenderlo pero ya no había marcha atrás y no tenían pensado regresar a la casa por el temor a las represalias que su conducta les iba a traer.

Todavía no había amanecido aún cuando Karina entró a la habitación de Rogelio López, con largas sancadaz y un taconeo estondoroso que despertó a Rogelio de inmediato, un poco desorientado y aturdido porque no solía levantarse tan temprano.

— Se puede saber ¿Qué demonios pasa contigo? ¡Maldita loca! No ves que es de madrugada y no logro recuperarme aún.

— Lo sé, pero lo que tengo que decirle no podía esperar más.

— ¿Se te partió una uña? ¿Te ganaste la lotería? ¿Se murió el Diablo? ¡Maldita loca! ¡Vas a pagar por esto!

— Las tenemos señor.

— No sé de qué demonios estás hablando pero te aseguro que está imprudencia te va costar muy caro.

— Tenemos a Zafiro y a Rubí en nuestro poder. El Diablo y Walter están en nuestras manos no se da cuenta señor de la magnitud de lo que le estoy diciendo.

— Porqué no empezaste por ahí. Tráeme un trago, esto hay que celebrarlo como se merece.

Karina abrió la licorera que se encontraba en la habitación y tomando una botella al azar, sirvió un trago deseando que este fuera el más terrible de todos. Se acercó a él y estirando su mano con mucho delicadeza de lo entregó.

Rogelio sacó unas pastillas azules de un cajón que se encontraba en una mesita junto a su cama y se tomó una con un trago de whisky.

— Ven acá nena, espero que traigas una buena ropa interior, de esa que te doy.

— Señor, ¿qué quieres que haga con las chicas?

— Muchas cosa pero por el momento quiero que te quieres ese vestido por qué te voy a tomar en ese preciso momento.

Karina se quitó el vestido disimulando la repugnancia que le producía ese hombre.

— Te voy a dar duro, así como lo que le tengo preparado a la zorra. No quiero que pongas resistencia porque te va a ir mal. Es mejor que lo disfrutes y para eso quiero que te tomes esto.

— ¿Qué es eso señor?

— Tu pasaje a la locura, al goce desenfrenado.

— Me imagino.

Karina tomó la pastilla porque sabía muy bien que solo bajo el efecto de un alusinógeno era la única forma de no vomitar, al sentir las caricias pervertidas de ese monstruo. Cerró los ojos imaginando el Diablo, añorando un segundo estar entre sus brazos mientras Rogelio López la tomaba de todas las formas posibles con ayuda de los juguetes sexuales que el mismo coleccionaba en su habitación. Ella estaba exhausta, rendida en una sumisión de gemidos, orgasmos y un placer mental del cual era imposible escapar por el efecto de la pastilla, qué la tenía totalmente transtornada sin control de su cuerpo sediento de placer y en medio de su éxtasis gritó fuerte: 

— ¡Diablo! ¡Diablo! ¡Diablo!

Rogelio López frunció el seño con una ira descontrolada.

— ¡MALDITA PERRA! ¿AÚN RECUERDAS ESE IDIOTA?

Karina colocó los ojos como platos por la imprudencia que salió por su boca, sabía muy bien que ese nombre le iba a salir muy caro. Sus pupilas aún estaban debilitadas por la pastilla ingerida, las emociones experimentadas la tenía exahusta y aunque trataba de recobrar sus fuerzas le era imposible ponerse de pie por su propia fuerza.

Rogelio fijó su mirada en la mujer que acababa de tomar sin pudor, sintió una repentina repulsión por ella y lleno de irá arremetió contra ella sin tener ninguna compasión, desfigurando su hermoso rostro golpe tras golpe hasta dejar en el suelo su cuerpo bañado de sangre. Solo hasta darse cuenta que estaba muerta pudo reaccionar y darse cuenta del grave error que acaba de cometer. La asesinó de la misma forma que un día lo hizo con su esposa, la madre de Zafiro, quién lo había engañado con su mejor amigo aunque ninguno de los dos vivían para contar la historia.




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