El Diablo también llora

CAPÍTULO 43

— ¡Zafiro entrégame el arma! Todo a terminado — ordenó el General.

La chica continuaba totalmente aturdida, el sonido de los disparos hacían eco en su cabeza y se mezclaban con el dolor de ver a Cristian que yacía inmóvil en el piso, mientras Gato trataba inútilmente de hacerlo reaccionar.

— ¡Entrégame el arma! Entiendo lo que estás experimentando, sé que tú mente está aturdida pero por el amor a Dios tienes que reaccionar y entregarme el arma antes que alguien te vea y se complique la situación ¡Zafiro tienes que entregarme la pistola!

La chica extendió su mano hacia el General y le entregó el arma que el tomó con mucho cuidado, después de borrar la huellas de la chica con un paño apretó el arma en la mano del Diablo para marcar sus huellas digitales.

— ¡Escuchen! El Diablo asesinó a Rogelio López, la evidencia es claraep — dijo el General en voz alta.

Gato sacó rápidamente el cuerpo del Diablo con la ayuda de sus hombres que llegaron minutos más tarde y lo llevó hasta un helicóptero que lo esperaba a pocos metros de distancia de la cabaña, el General no sé opuso y le pidió a sus personal guardar silencio del suceso que no era trascendental cómo el hecho de haber abatido a uno de los hombres más importantes y buscados en el país por ser el jefe de una magia de negocios lícitos.

El General estaba en deuda con el Diablo sabía que debía cumplir con su parte del trato así que condujo a Zafiro a una clínica para  recibir asistencia médica, ella estaba tan conmocionada que no podía moverse por sí sola, su vida se había hecho pedazos en cuestión de segundos y su mente no quería aceptar que apesar que estaba viva no había ningún sentido para continuar. Rogelio López ya no sería una amenaza constante, pero ese día en la cabaña tomaría vida propia en sus pensamientos para atormentarla.

Una semana después Zafiro se encontraba internada en una clínica de reposo dónde recibía los cuidados necesarios de los mejores médicos, psicólogos, psiquiatras  del país. Se trataba de un lugar muy bonito en las afueras de la ciudad, la tranquilidad reinaba en cada rincón cómo en una burbuja mágica, tenía amplias zonas verdes y jardines hermosos dónde se podía tomar el sol. Había muchas personas adineradas que acudian a este lugar para encontrarse consigo mismo. El General Gutiérrez se había convertido en su nuevo protector ante la ausencia del Diablo, se hacía cargo de todos los gastos de la chica, el diagnóstico médico era alentador aunque tomaría mucho tiempo para sanar sus heridas.

La noticia que al principio había consternado todo el país, empezaba a restar importancia aunque al General lo seguían felicitando por su gran logro al mando de un operativo tan importante y eficaz, sí bien este no era el final de los carteles representaba un duro golpe a su estructura. Aunque para nadie es un secreto que " a rey muerto rey puesto" está vez el General debía ser mas más cauteloso para evitar que la sombra de extinto Rogelio López continuara derramando sangre.

Una mañana soleada dos años después del suceso de la cabaña, Zafiro se encontraba paseando en un parque cercano a la residencia que ocupa tras salir de la clínica, se le había hecho constumbre tomar el sol de la mañana mientras escuchaba un poco de música para relajarse, depronto de la nada apareció un perro Pitbull que se abalanzó hacia ella haciendo que perdiera el equilibrio. Ella sintió un profundo temor pero el perro no la atacó y empezó a gemir de alegría, mientras lamía sus manos.

— ¡Santo cielo!... ¿Eres tú Ranger?— preguntó Zafiro mientras lo acariciaba. 

Sin duda se trataba de Ranger aunque  no entendía que hacia en ese lugar, la piel del perro tenía una fragancia muy particular que le evocó un recuerdo que siempre evitaba traer a su mente para no volver a caer en el estado depresivo. Zafiro sintió unos pasos de alguien que se acercaba a ella en busca del perro, una sensación extraña le recorrió el cuerpo, su rostro palideció y al levantar su mirada había un hombre de cabello claro con unos grandes lentes de sol que no permitían ver su rostro.

— ¿Sé encuentra bien Señorita? preguntó el hombre.

Sí… solo pensé … qué se trataba de otra persona — dijo la chica con nostalgia.

— Quizás quiera acompañarme — sugirió el hombre.

— No entiendo… ¿quién es usted?

Ella se levantó con la ayuda del hombre mientras el perro continuaba acariciando sus piernas, el desconocido le señaló un automóvil que se detuvo a una  corta distancia del lugar. La mirada de la chica se congeló observando aún hombre descender del vehículo, el tiempo se paralizó por unos minutos y como en uno de sus sueños más preciados Cristian García bajó del automóvil y empezó a caminar hacia ella más vivo y hermoso que nunca .




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