El diario

“Beano era un chico de doce años que vivía con sus abuelos. Su madre había fallecido y a su papá jamás lo había conocido. Un día encontró un baúl antiguo en el garaje de la casa. Había algunas ropas y fotos de su mamá. También encontró una especie de libro escrito con dibujos, parecía ser un diario. Era la letra de su madre. Beano estaba emocionado por este hallazgo. Dedicó todo el día a leerlo. El diario contenía muchos dibujos de ciudades. Por lo visto su mamá había sido una viajera. Para él, su descubrimiento, era un tesoro. Y lo era, porque en cada lugar que se nombraba en el diario, había secretos revelados. Aquel domingo a la tarde Beano sintió un ruido en el garaje. Fue hasta allí y se encontró con un hombre hurgando en el baúl de su madre.

-¿Qué quiere? Lo conozco, usted estaba con mi mamá en una de sus fotos – dijo el niño gritando.

- ¿Tú eres hijo de Sara?

-Sí.

-Yo soy tu padre.

Beano se quedó callado. No supo qué decir.

-Busco un cuaderno, una especie de diario, que tu mamá escribía siempre. Vamos niño, ayúdame. Algo debes saber.

-No sé nada, señor.

-Vamos hijo, luego iremos a tomar un helado.

Beano salió corriendo y el hombre se abalanzó sobre el niño arrojándolo al suelo. Al instante otro hombre entró en el garaje y luchó contra él. Lo derribó de un golpe.

-¿Y usted quién es? – preguntó Beano.

-Yo soy tu padre, Beano. Vengo a buscarte. – el otro hombre había mentido. – Vamos hijo, trae contigo el diario que iremos a recorrer el mundo.

Beano sí le creyó a éste hombre. Así que dejó una nota a sus abuelos, tomó el diario y se fue con su padre verdadero. Debían ir a las entradas principales de cada ciudad, las cuales eran portales y llamar a los ángeles celestiales para que las sellen así los ángeles caídos no podrían volver a entrar al mundo.”