El diario de Carolina

CAPÍTULO 7: CARA A CARA

Cuando pasó un mes desde la muerte de Jimena, empezaba a dudar si Magali seguía queriendo ser mi amiga y me gustaba pensar que así fuera, ya que no quería que la excluyeran del grupo de todo ese colegio por mi culpa…por lo que pensaban de mí. Durante esos días solo hacía falta que ayudaras a la persona aislada del colegio para que te tiren al mismo saco y te vieran con ojos de desconocido.
 El tiempo el colegio se pasaba rápido ya que no hablaba mucho y solo iba  a hacer lo que tenía que hacer, evitaba cualquier conversación posible con quien sea que intentara acercarse, pero Magali no me dejaba de lado en ningún momento ya que ella era muy amigable en el sentido de que jamás abandonaría a la gran amistad que me tuvo desde pequeña.
Luego de que el segundo timbre sonara, me encontraba sentada mirando la nada en el patio de la escuela, mientras Magali estaba comprándose algo de comida, fue cuando una joven chica se me aproximó.
—Me llamo Solange, escucho lo que dicen de ti por ahí…pero se que hay más detrás— Me dijo—.Solo quería decirte que lamento mucho lo de tu amiga.
—Está bien, gracias…— Le contesté.
—Si necesitas a alguien… puedes buscarme, pregunta por Solange Bustos, soy un año menor que ti, búscame en el aula a tu lado— Dijo mientras se despedía con una sonrisa de mejilla a mejilla.
Por un momento dejé de pensar que todas las personas eran todas igual de egoístas mentalmente y que todos buscaban una manera de herirme de alguna manera. Pero aun lo seguía pensando después de todo pero no lo entendería del todo hasta el día siguiente en el patio de la escuela, Magali no había ido porque se había enfermado y tenía que descansar al menos por los siguientes  dos días.
En cuanto a mi no había cambiado del todo mi manera de pensar, hasta que decidí salir al patio del colegio aquel día… encontrando a la chica que me había hablado el día anterior, Solange, me había olvidado completamente de que tenía que hablarle, no por amistad, sino por ser cortés.  Pero ahí esta el problema, podría haberle hablado normalmente, pero esta estaba cabeza abajo sentada en el largo banco de madera llorando, se le notaba por sus agitados suspiros y las lagrimas que corrían por todo su rostro.
— ¿Estas bien? — Le pregunté sentándome a su lado.
Posé lentamente mi mano en su hombro, mientras ella permaneció callada unos segundos secándose las lagrimas para posteriormente mirarme fijamente y decirme que había encontrado a su novio engañándola con su prima, no se le entendía muy bien, su voz se trababa cada ciertas palabras, tenía un nudo en la garganta que se notaba hasta en su sonido. Yo no era de responder en momentos así, asique solo la abracé fuertemente, obviamente ella al sentirse en confianza conmigo de  tal manera rompió en llanto.
— ¿Cómo fue que esto pasó? — Repetía llorando.
Por mi parte solo traté de consolarla, lo mas que pude, ya que cuando una persona llora frente a mi, aunque me estuviese expresando y contando su dolor, me costaba entenderlo del todo, no era por ser pesimista, pero existen personas que solo dicen cosas como “te entiendo”, y al fin y al cabo nunca sabrás el dolor de la otra persona a menos que lo hayas vivido o que lo vivas en carne propia, ya que un “te entiendo” no calmará a la otra persona, debes ponerte en su lugar, si es posible llorar con su dolor, o del contrario no decir palabras vacías, ya que la otra persona solo se sentirá peor, al saber que esta al lado, o mejor dicho  esta siendo consolada por una persona que solo dice tal cosa por compromiso o por simple cortesía, prefiero dar un simple abrazo que demuestre mi afecto, es algo que todos podríamos poner en practica en algún momento de nuestras vidas.  Solange me contó todo el proceso desde que conoció su novio hasta que lo encontró con su prima, me daba cuenta lo mucho que pasaba hasta que las cosas cambian, podías estar meses, años, décadas junto a alguien, pero puede que las cosas cambien en cierto punto y acaben con los años de ilusión.  Nunca había estado en tal confianza con una persona que acababa de conocer, me sentía tan libre de contarle cosas de mi vida a ella, como ella lo estaba haciendo conmigo.

 

El Amor

 

 

 

 

 

 

 

 

                                          

 

 

 

 

                                              Nos Une

 

Las mentiras, nos separan.


Y perdonar luego de una mentira, puede repetir el ciclo otra vez
Cuando era casi la hora de salir de la institución, decidí acompañarla, pero desde su salón estaban saliendo  las personas con las que siempre estaba, no sabía porque estaba fuera antes de que todos salieran, luego me enteraría que sufría problemas de respiración y había nacido con problemas de corazón, por lo que se encontraba fuera tomando aire con permiso de la profesora. Ese día conocí a Matías Herrera y a Tomas Castro, quienes eran sus mejores amigos, al parecer no tenía amigas, por lo que decidí proponerles que nos reuniéramos así poderles presentar a Magali y que nos pudiéramos conocer más.
Cuando rondaban las seis y media de la tarde pasé por la casa de Magali, para contarle que nos reuniríamos al día siguiente junto a Solange y sus amigos, aunque principalmente fui para si se había mejorado de su enfermedad,  Magali siempre fue fuerte, me dijo que se sentía mejor conmigo a su lado, era increíble lo que se podía causar en una persona con cariño, el amor lo cura todo, es indudable. Sin rodeos, le encantó la idea de que conociéramos a mas personas y mas si eran de nuestro colegio y personas que en realidad se veían unidas, estábamos muy solas después de todo lo que había sucedido, pero Magali fue clara y sencilla diciéndome que debíamos conocerles mejor, ya que alguien que conoces en el momento no merece ser llamado amigo, no sabes con quien estas tratando y aun así, aunque lleven muchos años de “amistad” no siempre eso funciona, pensar tan solo en lo que me pasó con Emilia era un ejemplo, cuando no conocemos bien a las personas  la amistad puede tener fecha de caducidad, jamás conocerás a una persona completamente, hasta que se separe de ti y la veas con ojos de desconocida, te darás cuenta de lo que no viste, estando cegada por la amistad.
Luego de pasar una tarde agradable con Magali, me dirigí a mi casa con tranquilidad, como siempre, pensando en cualquier cosa que se me viniera a la mente, era muy buena en ello, podría haber seguido tranquila, pero dé repente una incomodidad y el sentimiento de sentirme vigilada estremeció mi cuerpo, era algo tarde por lo que en mi ciudad el ambiente estaba sobrio y frio, ya que por esa calle no había ningún farol con luces, todas habían sido rotas por jóvenes vandalitas.
Caminaba sin mirar hacia atrás, sin dejar de sentirme vigilada podía escuchar el frio viento pasar por mis orejas suavemente como un soplido, hasta que logré escuchar el sonido de una roca siendo arrastrada por un neumático, seguido del sonido de un motor y posteriormente un bocinazo que me hizo saltar del susto.
A mi frente había un viejo auto azul, maltratado y oxidado, dé repente se podía escuchar como el sonido de la radio del mismo iba en aumento, era una canción insoportable de escuchar, como un piano desafinado siendo tocado totalmente al azar, aun no podía ver de quien se trataba… pero ahí estaba parada frente al auto, hasta que la ventanilla comenzó a bajar con lentitud mientras la música se detenía, una mano enguantada salió de esta y se detuvo ahí un momento para posteriormente comenzar a chasquear sus dedos, provocando ecos en la vacía carretera, sorprendía como sonaba a pesar de sus guantes.
Las luces del auto se encendieron cegándome el tiempo suficiente como para que el misterioso conductor bajara del auto, porque cuando pude ver con normalidad, este estaba parado al lado del automóvil, mirándome fijamente. Fue cuando noté que era la misma persona que se encontró parada frente a mi casa, sosteniendo mi diario. Pero esta vez se quito su sombrero, tenía lo que parecía ser una mascara blanca, con agujeros en la parte de los ojos y una sonrisa cortada en la parte de la boca que permitía ver sus serios labios.
Rompió el hielo haciendo un ademan con sus manos en su rostro, muecas como si llorara o quitara lagrimas de sus ojos, para ser exacta, comencé a correr desaborida sin importar nada, corría desesperada, completamente agitada, escuchando el sonido de sus botas, persiguiéndome.
No podré ser tan exacta, pero corrí durante dos minutos hasta que dejé de escuchar sus pasos, no dudé en sacar rápidamente el celular y marcarle al comisario, el cual me había dado su número unos días posteriores a la muerte de Jimena, para qué estuviéramos en contacto por si algo sucedía. Lamentablemente en el momento no supe si la llamada se efectuó, solté mi celular con miedo al ver como se acercaba a toda velocidad por la esquina de la carretera el viejo automóvil, con la música de ese viejo piano a todo volumen, corrí por simple impulso del miedo que había tomado el control de mi cuerpo, para mi suerte, luego de varios minutos, dejó de seguirme al cruzar la esquina, pero no dejé de estar intranquila ya que aquella persona, había esperado el tiempo suficiente como para encontrarme sola e indefensa, pero pensar como este sabía donde estaba era más escalofriante que me haya encontrado en sí. Al parecer siempre estuvo detrás mío, husmeando, mirando en silencio, no podía describir que tan aterrorizada estaba y lo peor era que estaba sola en casa al llegar, como siempre, el viento frio movía las ramas fuera de mi casa y estar atenta a escuchar todos los sonidos posibles en completo silencio era inquietante, no podía hacer nada mas que eso, ya que podía estar mas cerca de lo que esperaba.
El timbre de mi casa me despertó repentinamente, miré el reloj a mi frente y eran las doce de la noche, al parecer aun seguía sola y me había quedado dormida en una silla con mi cabeza en la mesa. Con mis ojos borrosos me dirigí hacia la entrada de mi casa para abrir la puerta, extrañamente quien estaba tras la puerta era el comisario Serrano, quien estaba acompañado de cuatro policías a su lado.
— ¿Sucede algo? —Pregunte dudosa.
—Eso vengo a preguntarte— Dijo el comisario—.Ya que encontramos algo tuyo en una escena del crimen…una masacre mejor dicho.
No sabía que estaba pasando con exactitud, asique lo miré dudosa, negándome con la cabeza.
— ¿De que me estas hablando? ¿Qué encontraron mío? —Pregunté.
Me había despertado tan repentinamente que me había olvidado de todo lo sucedido, pero lo recordaría al instante al ver el brazo del comisario levantarse con mi celular entre sus manos, vino a mí todo en un instante, a aquella persona y mi desesperación por llamar a la policía.
—De verdad…puedo explicarlo— Dije exaltada—. No se por que vienen a mi casa por solo encontrar mi celular tirado.
—No estaba tirado— Dijo el policía a su lado—. Estaba dentro de una casa, donde fue masacrada toda una familia a sangre fría y no solo eso, sino que las dos casas a su lado, también habían sido atracadas y solo quedaron los cuerpos de inocentes familias.
En ese momento me sentí totalmente encrespada e impotente de dar una explicación, asique solo guardé silencio.
—Creo que esto se acabó Carolina…— Dijo el comisario.
Estás en todos los casos de asesinatos de los últimos meses, como una simple testigo o marcada como sospechosa… la desaparición de Ezequiel, la muerte de tus vecinas, estas pobres familias…hasta podría decir que fuiste la culpable de que Jimena se quitase la vida.
—Eso no es cierto, de verdad— Dije desesperadamente—. Alguien me estaba siguiendo y quise llamarlos pero regresó por mí y tiré el celular, lo juro por mi vida.
—Entonces, ¿como llegó a la escena del crimen? — Preguntó el otro policía—. Además el celular esta roto y disfuncional, no podrás comprobar que llamaste.
—Tendrás que acompañarnos.
— Esperen, no puedo… de verdad, yo no lo hice— Decía sin ser escuchada.
Los policías a su lado me llevaban hacia la camioneta, me sentía totalmente impotente por no poder hacer nada al respecto o por que a pesar de decir la verdad, de nada servía, pero una vez en el asiento trasero de la patrulla podía ver en la ventana de mi habitación a aquella persona, estaba mirándome desde allí, había entrado mientras estaba durmiendo y había estado conmigo toda la noche sin que siquiera lo notara, ahora tenía su mascara al revés y me saludaba moviendo su mano de un lado a otro, tétricamente. No podía hablar, estaba tiritando del miedo y preocupada por cómo se pondrían mis padres cuando se enteraran cuando otra vez, fui llevada por la policía. Mis padres trabajaban en la empresa hasta tarde por una reunión, pero según mi padre acababa a las once horas y ya era demasiado tarde para ello…estaba comenzando a preocuparme demasiado por ellos, cuando en verdad casi no me preocupaba verlos, en ese momento, me sentía demasiado sola y requería del entendimiento de mis padres.
Una vez dentro de la comisaria, me comenzaron a preguntar que estaba, estuve o quería hacer durante el día, preguntas fuera del contexto del cual estaba sucediendo todo, aunque según ellos debían saberlo, para posteriormente saber como fue que sucedió todo lo ocurrido. En todo momento estuve tranquila, ya que sabia que yo no había sido la originaria de los asesinatos de tres familias en una misma noche, aunque en el fondo estaba algo asustada por el simple hecho de que alguien desconocido para mí había estado en la misma casa que yo sin haberme enterado, haciéndome pensar que existía la probabilidad de que no fuera la primera vez.
Sonaba el celular del comisario a todo volumen en la sala de interrogación y sin decir una palabra, este atendió y durante toda la llamada permaneció en silencio mirándome, sin siquiera saludar a quien lo llamaba, como si hubiera estado esperando aquella llamada durante todo el día.
—Ya regreso…— Dijo seriamente.
Este salió corriendo desesperadamente de la sala, algunos policías lo acompañaron dejándome con uno de ellos que ni siquiera me había dirigido la palabra durante toda la interrogación.
—Debe haber sucedido algo increíble para que el salga corriendo de esa manera de aquí— Dijo el policía mientras se aproximaba hacia mi—.
— ¿A que te refieres con eso? — Pregunte confiada.
— Antes que nada quiero presentarme, me llamo Ignacio Maldonado, soy la nueva mano derecha de Martin, me gustó el ascenso… — Dijo—. Me refería a que este año ha tenido cambios inmersos en cada uno de nosotros… ¿no lo has pensado?
Ignacio tenía razón, nuestra ciudad no cambiaba nunca, nosotros no cambiábamos, pero aquel año fue distinto, para todos, por lo que sin decir nada solo le asentí con la cabeza.
— Estoy al tanto de tu expediente, lamento lo de tu amiga — Dijo mientras se sentaba frente a mí en la mesita pequeña de la sala—. ¿Sabias que Martin salió con Linda Herrera un tiempo?
— ¿La madre de Jimena? — Pregunté.
—Así es, salían cuando eran jóvenes, tuvieron un desengaño amoroso en su historia, quien diría que después de todo Jimena sería su hija.
— ¿¡QUE!? — Grité asombrada.
—La misma Linda me lo dijo, que sus padres montaron todo ese escenario con el actual esposo, para que Martin se alejara de ella, ya que sus familias estaban peleadas…ella no esta enamorada de quien es su actual esposo, para mi sigue amando a Martin, en el silencio.
—Nunca me lo imaginaria, es increíble — Le dije. No me lo creo.
—Martin se sintió horrible por que Linda sufriera de tal modo cuando perdió a Jimena, por suerte este no sabe que es su hija, ella nunca se animó a decírselo, por miedo a quedar completamente sola, de nuevo.
— ¿Como es que tú sabes todo esto? —Pregunté.
El comenzó a reírse mientras me miraba, me sentía incomoda pero a la vez extrañada por entérame cosas de personas fuera de mi persona que interactuaban con personas que conocía, lo que me hacía pensar lo conectadas que están nuestras vidas a veces.
—Ya dije que ella me lo contó todo— Contestó—. Soy el mejor amigo de Linda, desde pequeños.
—Veo que eres alguien que no puede guardar secretos.
—Hago lo que puedo— Dijo riendo—.
Y como toda conversación de desconocidos que llega a su final, llega el incomodo silencio, pero el celular de Ignacio comenzó a sonar…era una llamada de Martin Serrano, logré verlo desde mi asiento, luego desde que Ignacio saliera de la habitación, estuve completamente sola durante minutos hasta que este regresó nuevamente.
—Oye… supongo que tu debes recordar a José Nieto— Me dijo—. El policía que atendía las llamadas de urgencia de la comisaria, que desapareció sin dejar rastro hace poco.
— ¿No lo volvieron a ver? — Pregunté—. Pensé que ya había regresado.
—Durante el ultimo tiempo no se supo nada de el— Me dijo serio—. Hasta ahora…
— ¿Hasta ahora? — Pregunté asustada—. ¿Regresó?
—Acaban de encontrar su cuerpo sin vida, tirado en las puertas de la iglesia que esta al frente de la plaza central de la ciudad, alguien acaba de hacerlo— Me dijo.
Antes de que pudiera decir algo al respecto, todas las luces de la comisaria se apagaron sin razón, dejándome a solas con el policía, quien, por suerte tenía una linterna que no dudo en encender.
 Yo podría haber alumbrado la habitación con mi celular, pero lamentablemente ya no lo tenía uno, parecía un orquestado plan de aquella persona que estaba tras de mi, ya que distrajo al comisario con el cadáver de su compañero y sin mi celular no podría alumbrarme en la oscuridad provocada por el mismo, sonaba como un plan perfectamente.
Corrí rápidamente siendo alumbrada por la poca luz que me llegaba de la pequeña linterna de Ignacio, una vez lado a lado, comenzamos a caminar de manera que ambos pudiéramos ver que estaba sucediendo, lo malo era que aquel día, según Ignacio, la mayoría de los policías salieron a patrullar las calles por los asesinatos de los cuales me declararon sospechosa y por la continua búsqueda de alguna señal de vida de Ezequiel.
 En cuanto al resto de policías, acompañaron al comisario por lo que solo quedaban pocos contando con Ignacio, por lo que no teníamos mucha seguridad dentro de la comisaria. Caminábamos entre la espesa oscuridad del largo pasillo, en el profundo silencio solo se podía escuchar el sonido de nuestros pies desplazándose atreves del mármol del suelo, hasta que del final de este, una puerta se comenzó abrir, lo que provocó que nos detuviéramos, permitiéndonos escuchar  levemente los chasquidos de los dedos de alguien, lo que me confirmaba mis pensamientos, aquella persona había entrado y se encontraba a unos pasos de mí.
No dejamos de estar quietos hasta que una mascara muy familiar para mi, se arrastró desde la puerta hasta nuestros pies.
—Debemos salir de aquí ahora— Susurre rápidamente—.
Ignacio comenzó a seguirme mientras retrocedíamos, sin dejar de ver que sucedía al frente del pasillo, se podía escuchar como el chasquido de dedos resonaba cada vez más cerca de nosotros. Por suerte logramos llegar a la sala de interrogación de la que salimos, esta vez, Ignacio cerró la puerta lentamente y se apoyó en ella para que nadie pudiese abrirla. En cuanto a mi, yo retrocedía agarrando mi cabeza de la preocupación, el sonido de los chasquidos no se detenía y cada vez se oía más cerca de nosotros, aquella persona, estaba detrás de la puerta que separaba a nosotros de el, lo suponíamos por el sonido de sus botas tras la puerta.
— ¿Que vamos a hacer? — Pregunté de un leve susurro.
—Escóndete en el armario de la esquina, quita todos los papeles y metete dentro— Susurró señalando el armario.
No lo dudé dos veces, me desplacé silenciosa y rápidamente hacia el armario metálico que estaba en el rincón.
Al abrirlo con lentitud descubrí que este se encontraba lleno de carpetas y estantes con expedientes de interrogación, de la misma sala en la que nos encontrábamos, logré sacar todo rápidamente escondiéndolo debajo del escritorio a mi costado, fue muy complicado y difícil, ya que no debía provocar sonido alguno y la única luz que tenía para hacerlo era de la minúscula linterna de Ignacio, la cual solo podía alumbrar un lugar a la vez. Ignacio se arrodilló y comenzó a ver por la rendija de la puerta, mientras yo acomodaba todo debajo del escritorio para que no se lograra ver en tanta oscuridad, pero mientras se escuchaban fuertes golpes fuera en el pasillo, la luz  regresó inesperadamente, pero aun así los sonidos extraños continuaban escuchándose.
—Oh por dios…— Susurró Ignacio mientras miraba por la rendija—.Esta pateando las puertas una por una de todo el pasillo…escóndete, puede que llegue aquí pronto.
Lo último que vi antes de encerrarme dentro del armario, fue a Ignacio desfundando su pistola, una vez dentro del armario tapé mi boca con ambas manos, evitando suspirar o respirar, los sonidos estaban cada vez más cerca de la última puerta del pasillo, donde nos encontrábamos.
Muchos pensamientos corrían por mi mente avivadamente durante ese momento, nunca llegarías a pensar que el silencio es incomodo hasta que ves su lado oscuro, el verdadero silencio, cuando solo puedes escuchar a tu cabeza, preguntándose que está pasando en verdad.
—Está parado en medio del pasillo mirando hacia aquí— Susurró Ignacio tembloroso.
Al escucharlo cerré mis ojos con fuerza a pesar de que ahí dentro no podía ver ni mis propias manos… y respirar, era una tarea difícil. Los minutos pasaban y el silencio me impacientaba por saber donde se encontraba aquella horrida persona.
—Desde que entró en el cuarto de al lado no ha salido— Dijo Ignacio—. Iré a dar un vistazo, quédate aquí.
El miedo paralizaba mi cuerpo, pero muchas veces es mejor superar el miedo sin sentido que nos impide ver las probabilidades positivas. Salí del armario con el poco aliento que me quedaba viendo a Ignacio el cual había abierto la puerta, dejando ver el pasillo completamente vacío.
—Si vamos, iremos juntos—Dije.
Caminé junto a Ignacio por el pasillo, entrando a la habitación donde aquella persona había entrado, las luces estaban apagadas y los escritorios que había en el cuarto nos impedían ver si había alguien escondiéndose debajo de ellos. Encendí la luz sin medir las consecuencias… por suerte no había nadie en la habitación, nadie vivo… encontramos el cuerpo de uno de los compañeros de Ignacio, con su cuello cortado de punta a punta, tenía la pistola en la mano aun, por lo que entendimos que al menos intentó luchar. La ventana abierta a nuestro costado nos demostró que aquella persona había escapado cuando tuvo la oportunidad, lo que me hacía dudar de cual era su verdadera intención ahí dentro.
Inesperadamente y para nuestra fortuna, escuchamos las sirenas de las patrullas aproximándose, lo que nos dio a entender que Martin Serrano y el resto de policías se aproximaban a la comisaria…todo había terminado por el momento.
—Ahí vienen, podemos salir de este lugar— Dije sin miedo a levantar la voz—.
—No puedo creer esto—Dijo Ignacio.
—Vamos…salgamos de aquí.
Al salir encontramos algo que nos llamó verdaderamente la atención, en medio del pasillo se encontraba la mascara que había atravesado el mismo, esta no era como la que había llevado la vez de nuestro encuentro, esta poseía un rostro triste.
Noté que tenía un trozo de papel mal cortado unido con un pedacito de cinta aislante, mientras Ignacio levantaba la mascara confundido, yo no dudé en levantar rápidamente el papel que cayó al suelo sin que el lo notara.
El papel era demasiado familiar, el color característico que poseía en los renglones y la tinta con esa tonalidad única me daba todo lo que necesitaba saber:
 


A  veces tengo miedo, me siento acorralada por todos los que me rodean,  juegan con mis temores y saben mis debilidades.






Lo reconocí al instante, aquella persona había arrancado de mi diario la ultima frase que escribí antes de que me fuera robado en la comisaria, me sentía aterrada, estaba jugando conmigo, con mis secretos y pensamientos.
Pero no todo había acabado en aquel momento, cuando llegamos a la sala principal de la comisaria vimos a los demás policías junto a Martin mirando lo que parecían ser cuerpos cercenados de los policías que se habían quedado ahí mientras nos ocultábamos.
— ¡Ignacio! — Gritó Martin impresionado—. ¿Qué sucedió aquí?
—Ingresó un intruso a la comisaría— Contestó—. Podemos confirmar que fue la misma persona que robó el diario.
— ¿Y no se te ocurrió más que esconderte? —Preguntó vociferante Martin—. ¿Dejando que todos murieran aquí dentro?
— ¡Debía proteger a Carolina! ¿No entiendes que esa persona la busca a ella? — Gritó Ignacio—. Y no le importa quien este en su camino, los asesinara sin dejar huella como a todos.
— ¿Debo tomarlo como amenaza? — Respondió Martin—.Tal vez tu trabajes para esa persona, por eso decidiste quedarte con ella.
—No entiendes las cosas, tal vez es una señal… que las personas que tu quieres mueran— Contestó Ignacio—Eres un corrupto que piensa al igual que todos los policías que existieron siempre, es la señal para que cambies de una vez por todas.
— ¡Retráctate!-Gritó Martin mientras se abalanzaba sobre Ignacio golpeándole en el rostro-. Si eres el que tienes pensamientos moralistas aquí ¡eres tu el que deberías largarte de esta ciudad junto con tu carta de despido ahora mismo!
Mientras veía todo el revuelo no podía de dejar de pensar todo lo que había pasado y lo que estaba por pasar, me sentía insegura en una comisaria, ya no teníamos tanta protección en la ciudad, Ignacio se retiró despechadamente de la comisaria, renunciando a su trabajo y con el… todos los sueños que había puesto en la ciudad.
Los cuerpos fueron llevados inmediatamente y en cuanto a lo que me sucedió a mi, me dejaron en libertad ya que los policías hicieron lo imposible para restaurar una cámara de seguridad que se encontraba en las afueras de unas de las casas donde masacraron a las familias, donde se veía exactamente como aquella persona tomaba mi celular y entraba a casa.
Pero antes de que me fuera de la comisaría me dijeron que no le contara a nadie que sucedió dentro, para no causar revuelo en la ciudad, yo le contesté con toda la sinceridad del mundo que estaba algo cansada de que aunque fueran policías, no me aseguraban protección, si sentía miedo dentro de una comisaría, lo sentiría donde sea y no tendría ayuda de nadie.
 Luego de tanto misterio y muerte, regresé a mi casa con todo el miedo del mundo, un policía se ofreció a llevarme para evitar el largo camino… rondaban casi la una y media de la mañana y había olvidado por mucho tiempo lo de mis padres, que no habían regresado a casa, estaba preocupada por ellos aunque suponía que podrían haberse quedado en las reuniones de su empresa, las cuales hacían cada cierto tiempo.
Hice que el policía diera un vistazo por mi casa antes de marcharse, quería asegurarme de que aquella persona no hubiese regresado a mi casa, recorrimos cada cuarto sin encontrar nada, hasta que llegamos a mi habitación… encontrando todo desordenado y roto, pero había algo mas, pedazos pequeños de papeles unidos a un hilo pegado con cinta al techo, las cuales obviamente sabía que provenían de mi diario.
 Esta vez era distinto había arrancado pequeñas palabras que había escrito para que juntas formen una sola frase, me asombré demasiado:




 Te
       
          Estaba buscando
                             
                                     pero ya                te encontré         Y jamás
 



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En el texto hay: asesino, colegio, terror

Editado: 11.05.2020

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