El diario de Damiana

Abril 22

 

Nuevamente, tomó lápiz y papel.

Hace 3 días sufrí una fuerte recaída (nada nuevo en mi caso), con fuertes y horribles dolores de cabeza. Pero gracias a los meticulosos cuidados de Harry y la vigilancia de Susana, estoy nuevamente estable.

 

 

La llegada de mi padre me alegró enormemente; aplacó un poco el hondo dolor que llevaba por dentro.

Ese mismo día por la tarde, mientras hacía algunas tareas escolares en mi cama, entró mi hermano a mi habitación; me abrazó, me besó en la frente y se sentó a mi lado. Después de darme una explicación detallada y pormenorizada de los inconvenientes y efectos dañinos de hacer las tareas en la cama y después de una ligera e inoficiosa charla, me contó que hacía ya varios días había terminado con Karla. 

La noticia no produjo en mí, gran sorpresa, es más, eso me lo supuse desde aquella tarde cuando Karla me llamó angustiada. Las razones expuestas por Jon eran las mismas de siempre: "No me deja un minuto a solas", "es obsesiva y celosa", "vigila cada uno de mis pasos", "siempre está molesta", "nunca me escucha y grita por cualquier cosa"; pero esta vez había una razón más: "tampoco soporta mi amistad con Jessica". 

La verdad esa última razón si produjo en mí, gran desconcierto. Jonathan y Jessica nunca antes se habían llevado bien. Para Jon, Jessica era una niña engreída, sosa y fastidiosa; es más, cada vez que le pedía que la acompañara a alguna reunión o que saliera con ella, me sacaba mil y dos pretextos y en últimas me confesaba que le parecía aburridísima. 

Invadida entonces en recuerdos, evoqué también lo mucho que le pedía que la invitara a esos paseos en bicicleta que Catiana y él acostumbraban, hace algunos meses, a dar los fines de semana y los muchos obstáculos que ponía. Tampoco comprendía por qué Karla se molestaba por esa amistad. Recordaba perfectamente que ella era una de las más interesadas en que Jessy y Jon se conocieran mejor; muchas veces se inventaba paseos solo para que ellos dos se acercaran y por mucho que se esforzó, ni Jonathan ni Jessica, nunca hicieron siquiera el intento. 

Entre sonrisas avergonzadas y remordimientos tardíos, Jonathan reconoció que aquellos juicios se los había formado sin fundamento alguno, que nunca se había dado la oportunidad de conocer realmente a Jessica y que lo importante en esos momentos, era que ya había cambiado de opinión. Me señaló entonces que Karla con sus inaguantables celos terminó viendo fantasmas en donde no los había. 

Me recordó igualmente que los paseos con Catiana, habían terminado por la misma Karla, ya que, para ella, era sospechoso que saliera tan seguido con otra persona que no fuera ella. Jonathan y Catiana se tenían un cariño muy especial, un afecto de hermanos que los unía desde pequeños; eso siempre lo tuvieron muy claro, por eso se divertían tanto juntos. Eran dos hermanos compartiendo una tarde juntos. 

Pero hasta eso terminó destruyendo Karla, pues Catiana llegó a sentirse tan incómoda y molesta con las recriminaciones y acusaciones que esta le hacía, que terminó por cancelar aquella rutina que tanto disfrutaba. Algo por el estilo quería hacer con la amistad que Jessica y él iniciaban, solo que esta vez, según Jonathan, no estaba dispuesto a permitírselo. Me aclaró además que no solo visitaba a Jessica, también iba para hablar un poco con Andrés, el hermano de Jessy. 

Extrañada, indagué sobre la presencia de Andrés en la ciudad. Según Jessica me había contado, hacía algunos años se había marchado a París y ella pensaba que nunca más volvería. Jon me explicó que Andrés estaba solo de visita, ya que Papá Ricardo, el padre de Jessica y Andrés, seguía muy enfermo (divagamos un poco en el tema de la enfermedad). 

Minutos después retomando el tema, me manifestó que por mucho que intentó explicárselo a Karla, esta no lo quiso entender. Repetía molesto que era testaruda, caprichosa, posesiva, en fin... que ya no la soportaba más, y que a esas alturas tampoco le interesaba que entendiera nada. 

Traté de interceder explicándole que tal vez todo aquello era producto de los celos que la dominaban, pero que después de todo Karla lo amaba. En total desacuerdo contradijo mi argumento señalando que aquello no era amor, sino simplemente una extraña manipulación de la mente enferma de su exnovia. Que estaba cansado de sus patéticas maniobras de persuasión, de esos ataques de ira que la dominaban cuando no sabía manejar la situación y de sus promesas neuróticas de matarlo si lo veía con otra mujer.

Aquella tarde lo vi realmente molesto, como pocas veces lo estaba; el desprecio y la repulsión lo hostilizaban, y a pesar de mis temores a las palabras amenazantes de Karla, no quiso dar crédito a tan altisonante promesa. Quise persuadirlo para que tratara de arreglar las cosas con Karla, pero todo fue en vano y dándome un fuerte abrazo y un beso en la frente prometió cuidarse de aquellos arrebatados votos proféticos.

Quiero decirte algo expresó cauteloso, momentos después

¿Qué pasa? pregunté inquieta—. ¿De qué se trata?

Desde hace unos días estoy saliendo con alguien lo miré mortificada—. No... me detuvo anticipándose a mi sermón—. No, no quiero regaños ni críticas

No son regaños, Jon corregí preocupada—. Es sentido común, Karla no lo va a aceptar fácilmente. Tampoco es correcto que...

Me importa muy poco, Karla y lo que se supone que es correcto.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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