Nuevamente, tomó lápiz y papel.
Hace 3 días sufrí una fuerte recaída (nada nuevo en mi caso), con fuertes y horribles dolores de cabeza. Pero gracias a los meticulosos cuidados de Harry y la vigilancia de Susana, estoy nuevamente estable.
La llegada de mi padre me llenó de alegría, aliviando en parte el profundo dolor que llevaba dentro.
Esa misma tarde, mientras hacía tareas escolares en mi cama, mi hermano entró en mi habitación. Me abrazó, me besó en la frente y se sentó a mi lado. Después de darme una explicación exhaustiva sobre los efectos negativos de hacer las tareas en la cama y una breve charla intrascendente, me confesó que había terminado con Karla hacía ya varios.
La noticia no me sorprendió; De hecho, lo había intuido desde aquella tarde en que Karla me llamó angustiada. Las razones que Jon expuso eran las de siempre: "No me deja ni un minuto a solas", "es obsesiva y celosa", "vigila cada uno de mis pasos", "siempre está molesta", "nunca me escucha y grita por cualquier cosa". Sin embargo, esta vez añadió un nuevo motivo: "Tampoco soporta mi amistad con Jessica".
Esa última razón sí me desconcertó. Jonathan y Jessica nunca se habían llevado bien. Para Jon, Jessica era una chica tediosa, engreída y fastidiosa. Cada vez que le pedía que la acompañara a alguna reunión o que saliera con ella, encontraba mil excusas, confesando al final que le parecía aburridísima.
Sumida en recuerdos, evoqué cuánto le rogaba que invitara a Jessica a los paseos en bicicleta que solía hacer con Catiana los fines de semana. Jon siempre ponía obstáculos. Tampoco comprendía por qué Karla se molestaba por esa amistad, cuando recordaba claramente que ella misma había sido una de las más interesadas en que Jessy y Jon se conocieran mejor; muchas veces Karla se inventaba paseos con la esperanza de acercarlos, pero a pesar de sus esfuerzos, ni Jonathan ni Jessica, hicieron siquiera el intento.
Entre sonrisas avergonzadas y remordimientos tardíos, Jonathan admitió que sus juicios sobre Jessica habían sido infundados, y que nunca se había dado la oportunidad de conocerla realmente. Ahora, según él, había cambiado de opinión, pero Karla, con sus celos inaguantables, terminó viendo fantasmas donde no los había.
Jon también me recordó que los paseos con Catiana habían terminado por la misma Karla, quien consideraba sospechoso que saliera tan seguido con otra persona que no fuera ella. Jonathan y Catiana compartían un cariño especial, un afecto fraternal que los unía desde pequeños, y disfrutaban mucho de esos momentos juntos.
Pero hasta eso terminó destruyendo Karla. Catiana llegó a sentirse tan incómoda y molesta por las recriminaciones y acusaciones de Karla que finalmente canceló aquella rutina que tanto disfrutaba. Algo similar quería hacer con la amistad que recién comenzaba entre Jessica y Jon, pero esta vez, según Jonathan, no estaba dispuesto a permitirlo. Me aclaró además que no solo visitaba a Jessica, sino que también iba para hablar con Andrés, el hermano de Jessy.
Según Jessica, él se había marchado a París años atrás, y ella pensaba que no volvería. Jon me explicó que Andrés estaba de visita porque papá Ricardo, el padre de Jessica y Andrés, seguía muy enfermo. Divagamos un poco sobre la enfermedad antes de volver al tema principal.
Jon me dijo que, por mucho que intentó explicárselo a Karla, esta no lo quiso entender. Repetía molesto que era testaruda, caprichosa, posesiva, en fin… que ya no la soportaba más, y que a esas alturas tampoco le interesaba si lo comprendía o no.
Intenté interceder, sugiriendo que quizás todo se debía a los celos que la dominaban, y que después de todo, Karla lo amaba. Pero Jon, en total desacuerdo, me contradijo, asegurando que eso no era amor, sino una extraña manipulación de la mente enferma de su exnovia. Estaba cansado de sus patéticas maniobras de persuasión, de sus ataques de ira cuando no podía controlar la situación, y de sus promesas neuróticas de matarlo si lo veía con otra mujer.
Esa tarde, lo vi realmente enfadado, como pocas veces lo había estado. El desprecio y la repulsión lo invadían, y a pesar de mis temores a las palabras amenazantes de Karla, él no les dio importancia. Traté de persuadirlo para que intentara arreglar las cosas con ella, pero fue en vano. Antes de irse, me dio un fuerte abrazo, me besó en la frente y prometió cuidarse de esas arrebatadas amenazas proféticas.
—Quiero decirte algo —expresó cauteloso, momentos después.
—¿Qué pasa? —pregunté inquieta—. ¿De qué se trata?
—Desde hace unos días estoy saliendo con alguien —lo miré mortificada—. No... —me detuvo anticipándose a mi sermón—. No, no quiero regaños ni críticas
—No son regaños, Jon —corregí preocupada—. Es sentido común. Karla no va a aceptar esto fácilmente. Tampoco es correcto que...
—Me importa muy poco lo que piense Karla y lo que se supone que es correcto.
—Jon...
—No, Dam, no —cerró el tema de manera tajante—. Solo quería que lo supieras, eso es todo, sin preguntas, sin recriminaciones, solo...
—Lo sé, lo entiendo —sonreí conciliadora, me levanté y lo abracé. Él me devolvió el abrazo con fuerza—. ¿Quién es ella?
—Eres mi conciencia, Dam, lo sabes, por eso no puedo ocultarte nada, pero esta vez... solo confórmate con lo que te estoy diciendo.
—Está bien —acepté con discreción—. A propósito —recordé de repente—, papá ha vuelto y quiere reunirnos esta noche.
Con un gesto de desdén y menosprecio, Jon garantizó su presencia en la inesperada y sospechosa reunión. Me dio un beso en la frente y salió, cerrando la puerta detrás de él.