El diario de Damiana

Abril 27. El Muelle

 

Aquella noche después que Daniel se fue, subí a mi alcoba.

Era aproximadamente la 1:55 de la mañana. En esos momentos me sentía danzando en un remolino de emociones y sensaciones embriagantes. Estaba sumergida en una enorme marejada de ambrosía. Mi corazón latía, sereno, cautivado por mi primer beso de amor.

 

 

Al día siguiente por la tarde llegó Catiana de un viaje que había hecho para visitar a sus padres que se encontraban en Bruselas. Inmediatamente, llegó, me llamó y vino a casa.

Catiana era una de las pocas personas que, creo yo, ya no existen, que nunca se enojaba. Siempre estaba alegre, todo le parecía perfecto; poseía el misterioso don de persuadir hasta a la persona más terca y testaruda, con argumentos simples, palabras dulces y un toque de gracia y amabilidad que solo ella poseía.

Yo la admiraba.

Era extraordinariamente inteligente e intuitiva; poseía un encanto natural, una personalidad deslumbrante y una gran capacidad de dar y recibir afecto. A sus 23 años, en el ámbito social, era reconocida y apreciada; en esa misma medida, tenía muchos admiradores, hombres que se desvivían por ella, por halagarla, por complacerla, pero nunca se interesó en ninguno de ellos, porque según ella: "eran unos pobres simplones, carentes de gracia, sin el carácter suficiente para someterla"; decía que ella solo entregaría su amor a un hombre impactante, inteligente y por supuesto, atractivo; que le inspirara respeto y admiración y dicho en sus propias palabras: "No existía tan maravilloso caballero".

Esa tarde hablamos de muchas cosas. Tenía tantas cosas que contarle y tantas ansias de escuchar su opinión que en la primera oportunidad que se me presentó le conté todo.

Así que estuvo aquí anoche –exclamó desconfiada– ¿Por qué vino a esa hora?, ¿no crees que es muy extraño después de aquella escena tan brusca y escabrosa, venga así de humilde y sumiso a decirte que le gustas?

¿Qué me tratas de decir?

Que no confío en él –respondió preocupada

Sabes... Caty... tienes ese extraño don de convertir un hermoso sueño en una horrible pesadilla.

Dami, yo solo quiero que pienses con calma y claridad –apuntó cariñosa y discreta– No quiero que te dejes enredar en estratagemas ni artimañas de un tipo que desconoces completamente, yo no quiero que...

Caty –interrumpí ansiosa– No me preguntes cómo, ni por qué, pero sé que él es sincero, que no me engaña. Caty, él me besó con ternura, lleno de amor. Vi sus ojos y me miraron de una manera que sé que no puede estar mintiendo.

Sí te lo pregunto, ¿Cómo sabes eso?, es la primera vez que te enamoras, es la primera vez que te dan un beso; tú no sabes de lo que se valen los hombres para engañar, no sabes lo que pueden llegar a hacer para lograr lo que quieren. Además, ¿Qué fue exactamente lo que te dijo antes de irse?

Me dijo que él sabía que no era correcto que él estuviera ahí conmigo, que todo eso podría más adelante causarle problemas, pero que él estaba dispuesto asumir cualquier inconveniente que se presentara.

¿Por qué te dijo eso? –inquirió prevenida y recelosa.

No sé... tal vez porque aún soy menor de edad... o porque es mucho mayor que yo... realmente no lo sé Caty. Yo lo amo, es lo único que te puedo decir, lo amo.

Damiana –me abrazó cálida y afectuosa– Mi pequeña Dami, espero en verdad que todo esto no se trate de un engaño; espero que ese Daniel te trate bien, no soportaría verte sufrir, eres una chiquita dulce, inocente, libre hasta el momento de complicaciones... no quiero que eso cambie –me miró fijamente– Tu felicidad y bienestar para mí son muy importantes

Gracias, Caty, yo eso lo sé, por eso es que solo a ti te confío este tipo de cosas, porque tengo la certeza de que puedo contar contigo, siempre.

Bueno... –suspiró sonriendo– Igual me encanta saber que estás tan feliz y... entonces... tu primer beso... –sonreímos emocionadas– ¿Qué tal fue?, ¿Cómo se siente?

Maravilloso –contesté enamorada– Realmente maravilloso –mis mejillas se encendieron al igual que las de Caty, quien en esos momentos compartía conmigo toda aquella increíble felicidad– Sientes que en ese momento no existe absolutamente nada más... que el mundo se reduce a ese instante en que lo único que escuchas es el latir de dos corazones los cuales armonizan y se fusionan –cerramos los ojos, embriagadas de emoción– Y no quieres que termine... por temor a que la magia acabe... pero, no, no acaba, porque cuando abres tus ojos te encuentras con otra mirada que te grita y te asegura que toda esa magia en la que estás envuelta permanece intacta y que así no estés a su lado, seguirá indemne hasta que nuevamente se vuelvan a encontrar.

¡Dios mío! –gritó emocionada. Sonreí divertida– Me morí, Dami, qué hermoso –asentí totalmente de acuerdo– Me convenciste –corrigió con lágrimas en los ojos– Si este Daniel, es capaz de hacerte sentir todo esto, sin más mediaciones se ha ganado mi aprobación y mi afecto.

La amaba, realmente la amaba.

Era mi consuelo, mi soporte, mi fortaleza, mi refugio.

Su amistad era en ese momento una de las pocas cosas verdaderas e importantes que tenía en mi vida. Ambas nos teníamos una a la otra, sentíamos lo que la otra sentía, amábamos como la otra amaba y sufríamos si la otra sufría.

 



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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