El diario de Damiana

Mayo 03. Buscando ayuda

 

Al día siguiente, a la salida de clases y tal como se lo prometí a Catiana, salí en busca de ayuda, así que me dirigí sin espera a casa de Jessica.

Jessy vivía al noroeste de la ciudad, en una enorme mansión rodeada de un hermoso jardín poblado de rosas, crisantemos y orquídeas; adornado por una coposa grama tierna y verde. En su interior la decoración era exquisita, elegante. Entrar en ella era para mí un deleite a mis sentidos. Tal vez porque en ese lugar me sentía en mi hogar; me sentía regocijada, rodeada de calor y afecto. 

En la casa vivían Ricardo y Adreyna, los padres de Jessy; personas que considera y me hacían sentir como si fuesen mis padres también. Sobre todo, papá Ricardo, quien desde niña me dio todo el amor y apoyo que, en ocasiones, ni el mismo Víctor me supo brindar. Hacía algunos años ya que había sido socio de mi padre y de esa sociedad surgió y prevaleció una gran amistad.

Para esos días, papá Ricardo había sufrido una fuerte recaída que lo obligaba a guardar cama por tiempo indefinido. Sufría de hipertensión lo cual se agravaba debido a que, aunque solo tenía 55 años, la gravedad de su afectación cardiaca era tal que el médico mantenía su pronóstico reservado. Para quienes lo amábamos todo aquello resultaba angustiante y alarmante.

No lo veía hacía algunos días, mis preocupaciones me absorbían de tal manera que desatinadamente lo abandoné en momentos donde más debía estar a su lado.

Ese día al llegar, subí inmediatamente a su alcoba. Lo encontré sentado en su acolchado sillón leyendo el periódico, con un mullida y tibia manta cubriendo sus piernas y una taza de té humeante en su mano derecha. Lo abracé fuertemente; mi corazón latía confuso: feliz de verlo y agobiado por su estado de salud. Correspondió afectuoso, como siempre lo hacía, atiborrándome de cariño y ternura. Se veía mucho mejor, más animado, con sus mejillas llenas nuevamente de color. Me alegraba en verdad. No había nada que solazase más mi vida que ver esa sonrisa en su rostro y esa energía en su mirada. 

Hablamos largo rato sobre muchas cosas, nada serio ni preocupante, no quería agobiarlo con temas delicados. Sin embargo, él tenía ese maravilloso don de leer a través de mi mirada y supo que algo no estaba en su lugar.

Damita ¿de qué se trata? preguntó mirándome fijamente—. ¿Qué es eso que opaca tu mirada? no quería preocuparlo, no deseaba bajo ninguna circunstancia inquietarlo, por ello evadía audazmente su indagación—. Sé que hay algo que te entristece.

Estoy un poco preocupada por Catiana comenté serena—. Está pasando por unos cambios que no termino de entender... pero tranquilo me adelanté pues quería seguir preguntando—. No es nada grave, no es nada que no se pueda resolver.

¿Ese algo tiene que ver con Andrés? preguntó intuitivo.

Si, ¿Cómo lo sabes?

Esta mañana Catiana estuvo aquí, sentada ahí donde tú estás en estos momentos. Vino a pedirme ayuda y apoyo para conquistar a Andrés.

No debió importunarte comenté fastidiada—. Pero eso es precisamente de lo que estaba hablando, de los cambios insólitos y actitudes absurdas que está adoptando últimamente. ¿Qué le dijiste?

La verdad. Andrés es completamente autónomo en sus decisiones, absolutamente independiente... yo poco o nada puedo hacer para proporcionarle la ayuda que ella me estaba solicitando.

¿Cómo lo tomó?

Se puso un poco molesta, pero prometió que no se daría por vencida.

No sé qué hacer, en verdad que no sé, está cambiando, adoptando posturas equivocadas y desacertadas. Pero bueno suspiré motivada—. Algo sé que podrá hacerse al respecto. Precisamente a eso venía, a hablar con Jessy, a tratar de buscar algún camino que posibilite de algún modo su acercamiento a tu misterioso hijo, Andrés me miró fijamente y sonrió—. ¿Qué? pregunté sonriendo intrigada—. ¿Qué fue eso?

Eres una jovencita maravillosa exclamó tomándome de las manos—. Catiana es muy afortunada de tenerte como amiga, pero quiero darte un consejo, Damita, no insistas en ese asunto, créeme, tú no podrás ayudarla, eso es imposible.

Pues gracias, por tu consejo lo abracé cariñosa—. Pero nunca me daré por vencida. Es mi amiga y haré hasta lo que no esté a mi alcance para ayudarla.

-—Solo prométeme que, a la hora de tomar una decisión, optarás por la más acertada.

No te entiendo.

Ya lo entenderás... solo prométeme que sea cuál sea el rumbo que tomes, nunca permitirás que nada vele el resplandor de tu sonrisa. Y si alguien, sea quien sea, intenta hacerte daño vienes enseguida que yo me encargaré de ajusticiarlo.

Sabes que te amo ¿verdad? asintió conmovido—. Eres maravilloso, puedes hacer que mis días de lluvias se conviertan en una hermosa tarde de primavera.

 

 

Después de la cena, Jessy y yo nos reunimos en la sala. Conversábamos divertidas hasta que le conté de mi conversación con Catiana, la cual para mí era desconcertante.

Ella estuve aquí hoy contaba Jessy—. También me dejó muy preocupada, es más, estaba por llamarte para contártelo todo. Desde el día que le presenté a mi hermano, está muy distinta, actúa como si no fuera ella. Viene todos los días, a cualquier hora; insiste en hablar con Andrés, es más, hasta ya tiene una agenda de los horarios de mi hermano.



#7 en Joven Adulto
#173 en Novela romántica

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.