El diario de Damiana

Mayo 23. La promesa

 

A la mañana siguiente me levanté muy temprano.

Había pasado una noche terrible, no pude mantener por mucho tiempo el leve sueño que logré conciliar en las horas de la madrugada. Mientras me bañaba sentía que debía buscarle una pronta solución a toda aquella descabellada situación. Yo sola no podía con todo aquello. Tenía en una balanza a dos seres que amaba infinitamente, a dos personas que tomase la decisión que tomase, inevitablemente tendría que lastimar a una de las dos.

Después de mucho pensarlo, decidí ir a hablar con Harry. Él era mi mejor amigo. La persona en la cual más confiaba en aquel entonces; confiaba en su buen juicio, en su atinado criterio. Sabía que juntos podíamos hallar alguna salida. Yo lo apreciaba mucho y en esos momentos sentía que lo necesitaba enormemente.

Lo llamé, pero me manifestó que se estaba preparando para entrar a cirugía. Me pidió entonces que habláramos más tarde, así que horas después fui hasta su apartamento; me recibió tan cariñoso como siempre lo hacía. Se veía cansado, agotado, algo indispuesto.

¿Qué te sucede? -le pregunté preocupada- ¿Te sientes mal?

No, solo estoy un poco agotado, es todo. Esta semana he tenido turnos complicados y hoy tuve una cirugía bastante delicada, pero con un buen descanso estaré bien.

¿Cómo van tus cosas con Silvana? -pregunté interesada.

Silvana y yo estamos bien -contestó impasible- Las cosas entre los dos han cambiado un poco, pero... seguimos tratando de solucionarlo.

¿Qué cosas? -indagué preocupada.

Cosas que antes eran importantes, pero ahora están perdiendo interés.

¿Qué cosas? -repetí insistente.

Nada que no se pueda solucionar.

¿Debo conformarme con esa respuesta? -interpelé impaciente- ¿seguirás siendo tan ambiguo? -frunció el ceño y bajó la cabeza- Entiendo -me levanté, afligida- Me voy, dejaré que descanses.

Espera -me detuvo rápidamente- No te molestes. Es solo que... es difícil tratar ese tema contigo. Yo, no sé cómo decirte que... no puedo... -guardó silencio, contrariado.

¿Es por mí? -pregunté sin asombro- Sé que para Silvana no soy mucho de su agrado, ella nunca ha querido nada conmigo; siempre se ha rehusado a entablar así sea una mediana conversación entre las dos, pero...

No, no es eso, ella es así con todo el mundo. Es un poco arrogante y soberbia; en algunas ocasiones se excede en sus expresiones, pero en términos generales, es una buena persona.

Si, es cierto, pero ella conmigo es mucho más desagradable de lo que normalmente es con los demás. Es como si me celara, como si nuestra amistad para ella fuese de alguna manera amenazante -su mirada seria y profunda, irradió un brillo intenso e inexplicable.

Es una mujer celosa, eso es cierto. Pero ella sabe que en nuestra amistad no puede interferir. Eso siempre se lo he dejado claro.

Tal vez eso es lo que la molesta, ¿no crees?, tal vez se siente frustrada y, de algún modo ignorada por ti.

Pues, si es así, lo siento -se encogió de hombros- No puedo obligarla a que te acepte sino quiere, y ella tampoco puede pretender gobernar mis actos, sentimientos o decisiones, y menos con exigencias y berrinches.

¿Y realmente vale la pena poner en riesgo tu relación por mí? -pregunté sumida en la tristeza. Me miró confundido.

¿Por qué me preguntas eso? -guardé silencio por unos instantes- ¿Sucede algo?

No considero necesario tantos altercados con tu novia, si realmente para ti nuestra amistad no es tan significativa.

¿De dónde sacas semejante disparate? -preguntó desconcertado.

Cuando alguien realmente te importa y cuando es verdaderamente significativo para ti, no le mientes -recriminé quejosa.

¿De qué estás hablando, Damiana?

¿Por qué me mentiste? -cuestioné seria, sin más preámbulos- Si, Harry, ¿por qué me ocultaste que Daniel es Andrés Regueiro, que son la misma persona? -su rostro palideció por un instante, bajó la mirada apenado- ¿Por eso siempre se llaman por sus apellidos?, ¿para evitar equivocarse?

Lo siento, en verdad, Damiana -manifestó apenado y arrepentido- Aunque realmente no se trató de un engaño... solo omitimos alguna información -suspiró avergonzado- Igualmente fue algo que Andrés quiso que así fuera. No estoy excusándome ni salvando mi responsabilidad, pero, solo él debía aclarar todo ese asunto. En cuanto a los apellidos, siempre nos hemos llamado por ellos, así que no fue nada orquestado, mi planeado...

Muy conveniente, ¿verdad? -apunté sarcástica.

Lo siento, en verdad, desde hace años somos amigos, y...

Pensé que nosotros también éramos amigos -reproché algo molesta y abatida.

Eso nunca ha estado en tela de juicio. Lo somos y muy buenos, por cierto -sonreí irónica- Por favor, Damiana -suplicó ansioso- Discúlpame, en verdad; la idea era no hacerte daño.

Está bien, Harry, eso ya no importa -concedí desanimada- No quiero perderte a ti también.

Por supuesto que no -aseguró anhelante- Tampoco quiero perderte. De ninguna manera permitiré que eso pase -apretó mis manos entre las suyas- Cometí un error, pero te prometo que no volverá a pasar -lo abracé conmovida y él se aferró tan fuerte a mi cuerpo que por un momento pude sentir su aflicción- Te quiero mucho -susurró aún aferrado a mí, con sus ojos cerrados y humedecidos.

Y yo a ti, Harry, te quiero muchísimo -besó dulcemente mi mejilla y la acarició suavemente.



#7 en Joven Adulto
#174 en Novela romántica

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.