El diario de Damiana

Mayo 25. ¿Y si yo soy esa mujer?

 

"Todo es mucho más difícil cuando es real. Es entonces cuando te ahogas. Cuando es real".

Stephen King

Esa misma tarde me dirigí a la casa de Catiana.

Y aunque me sentía desgastada física y emocionalmente, Harry y yo coincidimos en que lo mejor era ir a hablar con ella lo antes posible. Resultaría todo mucho más doloroso y complicado si ella se enteraba por otra vía. Él quería acompañarme. Según él, su compañía podía servirme de apoyo ante tan difícil situación; pero yo sentía que yo y solo yo, era quién debía hablar con Catiana. No tenía idea de cómo decirle que amábamos al mismo hombre; que yo era esa mujer que tantas veces me gritó que odiaba, que despreciaba, pues, según ella, le había robado el amor de Andrés; que yo era, según sus palabras, esa mujer que le había arrebatado la oportunidad de ser feliz al lado del hombre de su vida. Yo abrigaba confiadamente la esperanza de que, al contarle todo, ella entendería. Rogaba desesperada porque Catiana por fin comprendiera que estaba equivocada en su proceder y todo, poco a poco, volviera a ser como antes.

Cuando llegué a su casa la encontré, por primera vez en mucho tiempo, completamente sobria, tranquila; es más, se veía gratamente calmada, aparentemente dueña nuevamente de sí misma. Al verme, me dio un fuerte abrazo y me sonrió como meses atrás no lo hacía.

Me alegra verte tan bien -exclamé complacida- Hace mucho tiempo que quería ver nuevamente esa sonrisa en tus labios.

Hace días que no te veía. Me hacías mucha falta.

Nos hemos visto, Caty, solo que no lo recuerdas porque has estado evadida de la realidad -indiqué discreta.

Tal vez... -sonrió distante- A propósito, anoche soñé contigo -la miré interesada- Fue un sueño un poco extraño, sabes, soñé que estabas con Andrés -mi corazón dio un pavoroso vuelco y mi respiración por un momento se detuvo- No recuerdo muy bien... anoche tomé un poco... bueno, tomé demasiado -reconoció apenada- No recuerdo mucho, pero... te vi llegar con él tomados de la mano y... -se detuvo haciendo un gran esfuerzo por recordar- Discutían por algo, en fin... -sonrió- Fue solo un sueño, ¿Qué extraño, verdad?

¿No recuerdas cómo llegaste anoche acá a tu casa?

La verdad es que... recuerdo que estaba con unas excompañeras de la universidad, nos tomamos unos tragos, luego una de ellas me dejó donde Andrés y... no sé, luego, recuerdo el sueño contigo... pero fue demasiado real -frunció el ceño, pensativa- ¿Sabes qué pienso? -suspiró profundamente- Como nunca he visto a la mujer que está con Andrés, mi conciencia me creó tu imagen... algo así como una compensación.

¿Qué quieres decir?

Realmente no lo sé -sonrió divertida- No te preocupes, Dami, solo fue un sueño. Por muy real que me haya parecido, yo sé que tú estás con Daniel. Ya sabes cómo son los sueños de ilógicos. Tú eres mi amiga... la otra es una intrusa, una miserable que odio con todas las fuerzas de mi corazón -sentí aquellas palabras como una daga ardiente desollando mis entrañas- No sabes cómo deseo conocerla para gritarle en su cara todo el desprecio y asco que siento por ella -escupía aquellas palabras con tanto rencor que las lágrimas me fueron imposibles de controlar- No seas tontita -tomó mi rostro entre sus manos- No te preocupes por mí, yo estoy bien.

No has pensado, tal vez, que esa mujer que tanto odias, sea... una buena persona -me miró reprochando fuertemente mi angustiado comentario- Si, no has pensado que tal vez sea una joven, así como tú o... como yo -insinué cautelosa, secando mis lágrimas.

Es absurdo lo que dices -contestó sin meditarlo siquiera- Así fueras tú la mujer que estuviera con Andrés, te odiaría igual -confesó sin titubeos. Mi piel se erizó, mi alma se ahogó en un mar de desconsuelo y terror.

¿Realmente me odiarías? -pregunté desfallecida- ¿Si yo fuese esa mujer, en verdad, sentirías eso por mí?

¿Por qué me preguntas eso?, tú no eres ella y, en el supuesto caso que eso fuese así... -movió su cabeza confundida, algo inquieta- Realmente, no lo sé... -declaró sombría- Afortunadamente no eres ella -sonrió distante- No me gustaría verte como rival, como la mujer que me separa de ese hombre que tanto amo... no podría con eso... con eso si no podría -cerré los ojos, envuelta en la más profunda y amarga de las tristezas.

Si -afirmé acobardada, aterrada, simulando una sonrisa- ¡Qué bueno, que no soy esa mujer! Me destrozaría el alma saberme la causante de todo ese sufrimiento.

Eres una tontita, si yo te adoro -manifestó abrazándome, fuertemente- Estás bien rara -sonrió divertida- Tú sabes que eres la mejor y prácticamente la única amiga que tengo, en la que confío, en la que creo ciegamente... eres mi norte, mi polo a tierra... sin ti, estaría más perdida de lo que ya estoy.

No estás perdida, Caty -corregí firme- Tienes solo 23 años, puedes reconstruir tu vida, rehacer el camino... retomar...

Olvídalo, Dami... sin Andrés no soy nada... sin él no hay futuro... no hay metas... no hay esperanzas... -se detuvo guardando silencio- ¿sabes? -frunció el ceño- Mañana temprano parto con mamá; me voy para Cuba. Traté de llamarte a tu casa, pero no te encontrabas.

Estaba donde Harry -informé intrigada- ¿Para Cuba?, ¿a qué?

Según ella, en ese país hay un centro de rehabilitación que es súper, lo mejor, lo último y voy a ir a ver qué tal.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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