El diario de Damiana

La lista de tareas. II Parte

Finalmente almorzamos. La comida le quedó realmente deliciosa a Jessica, quien paciente, silenciosa y comprensiva aguardó hasta el último momento para servir la mesa. En medio de tanta aflicción, me sorprendió gratamente la actitud de Jessica. Siempre dispuesta, siempre solidaria, afectuosa, sobre todo con Jonathan, de quién estuvo todo el tiempo al pendiente.

Rato después, los dejé. Pude darme cuenta que Jon estaría en buena compañía, así que decidí ir a terminar el último asunto en mi lista de tareas de ese día que había resultado tan doloroso.

Cuando llegué al apartamento de Daniel, él aún no había llegado de la oficina, así que decidí esperarlo. Horas más tarde llegó. Yo me había quedado dormida en la cama viendo un programa en la televisión y no lo sentí llegar. Se acostó a mi lado y me abrazó por la espalda. Cuando desperté, ya estaba entrada la noche y lo encontré a mi lado, abrazado a mí. Al verlo así, con sus ojos cerrados, aferrado a mí, sentí que toda mi vida dependía solo de él; que la razón por la cual me levantaba cada mañana era para poder reflejarme en esos cristalinos ojos que en esos momentos dormían. Me di vuelta y lo estreché fuerte. Despertó un poco y me apretó aún más contra su cuerpo. Nos besamos... no sé cuánto tiempo, no lo sé... solo sé que deseaba que aquel instante fuese interminable, que el tiempo se detuviese y que nunca más volviera a correr.

Entonces nos amamos, con una ternura infinita, con absoluta adoración.

¡No!, ¡no!, no quería apartarme de él, no podía abandonarlo. No podía prescindir de sus besos, sus abrazos, sus caricias, su compañía...

Pero estaba Catiana, estaba mi padre... dos seres que amaba incalculablemente. Dos seres a los cuales estaba a punto de perder si seguía atada a ese sentimiento que tanta dicha y bienestar me producía.

¡Dios!, ¿por qué todo tenía que ser tan problemático?, ¿por qué?, ¿por qué amar a Daniel y seguir a su lado se me había vuelto tan difícil, tan complicado?

Lo único claro y cierto era que lo amaba con todas las fuerzas de mi corazón.

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Después de cenar, nos sentamos frente a la chimenea encendida, envueltos en una acogedora manta.

Catiana nunca quiso escucharme -me contaba serio- Yo siempre fui claro con ella, desde el primer día. Al principio fui amable, traté de tenerle paciencia, ser comprensivo con ella y tal vez fue eso lo que ella malinterpretó. Yo no quería hacerle daño, no quería tratarla como lo hice, pero me llevó a un estado tal de exasperación que... terminé siendo grosero -aceptó apenado- En verdad, eso lo siento... aun no entiendo por qué llegó hasta esos extremos, no tenía por qué caer en ese estado tan lamentable. Es más, pensé que después del viaje a París se daría cuenta que entre ella y yo no había y no habrá nunca nada. Pensé que las aguas regresarían a su cauce.

No quería darse por vencida. Ella sentía... estaba segura que podía conquistarte... -comenté triste.

Pues estaba muy equivocada... lo peor fue que, entonces, se tornó más obsesiva, más caprichosa, incluso agresiva e irritante. Traté, Damiana, en serio que traté de ser un caballero con ella; me esforcé por no olvidar que era una mujer y como tal merece todo mi respeto y consideración. Pero Catiana, realmente se tornó difícil e inmanejable.

Es que tú para ella... eres todo -musité agobiada- Eres como un sueño hecho realidad.

Soy un hombre como cualquier otro... no tengo nada especial; es más, he cometido muchos errores en mi vida... errores que me hacen digno de reserva.

Eres maravilloso, Daniel -corregí acariciando su cabello- Yo sé que fui quién más te juzgó; reconozco que me hice, sin conocerte, juicios severos sobre ti, más aún, cuando Catiana llegaba a contarme de los malos ratos que la hacías pasar. Pero pese a ello, te repito, lo eres todo para ella y quizás mucho más.

¿Y para ti? -me miró inquieto- ¿Qué soy para ti?

La vida -contesté sonriendo enamorada- Eres el universo entero -me abrazó fuerte, besando dulcemente mis labios- Debo confesarte que no se me ha hecho fácil derribar todas esas ideas negativas que tenía de ti, cuando solo para mí eras Andrés. Me cuesta relacionarte con ese hombre que consideraba tan egoísta y presumido.

¿Egoísta y presumido? -preguntó sonriendo divertido.

Egoísta, presumido, antipático, pedante, arrogante, insufrible...

Ya entendí -sonreí apenada- Me merezco un poco cada calificativo -aceptó sereno- En verdad, mi pasado está lleno de eventos que me clasifican con cada una de ellos.

¿En uno de esos eventos está Jonathan?

¿Por qué lo preguntas?

Hoy me hizo un comentario acerca de unos altercados que tuvieron en el pasado, quedé muy inquieta, pero él no quiso darme detalles -me miró fijamente y luego respiró profundamente.

No quiero tener más secretos contigo. No quiero que por culpa de mi silencio intentes alejarte nuevamente de mí -me abrazó- En realidad, si -contestó finalmente- Eso fue lo que le puso fin a nuestra amistad -comenzó cabizbajo- Mi relación con Jonathan, sobre todo con Víctor, terminó por Beatriz -lo miré desconcertada- Si, nena. Toda esa intransigencia, todo ese odio de Víctor hacía mí, es por Beatriz -se acomodó un poco, su rostro se tensó- Jonathan y yo fuimos muy buenos amigos, estudiamos juntos en el colegio y luego entramos a la misma universidad a hacer la misma carrera. Éramos como hermanos. Nos entendíamos tan bien, que juntos creamos de una pequeña sociedad, una empresa sólida, rentable, promisoria; la idea era simple pero brillante, nos encargábamos de adquirir mercancías y productos de interés comercial para luego venderlas a otras empresas y así hacíamos crecer nuestro capital de inversión. Fue un completo éxito -sonaba nostálgico- Pero todo duró hasta que Beatriz llegó a nuestras vidas -lamentó distante- Una tarde cualquiera, Jonathan me la presentó. Desde el primer momento en que la vi, su sola presencia me perturbó. No, no la amaba -aclaró cuando intenté preguntárselo- Nunca fue amor. Todo no fue más que una fuerte y desatinada atracción... yo apreciaba realmente a Jonathan, por eso guardé mis sentimientos; yo no podía fallarle... faltarle de esa manera. Así que decidí mantenerme alejado de ella -sonrió irónico- Pero resulta que un día llegué y la encontré instalada en la oficina de Víctor ocupando el cargo de su asistente personal. Debo confesar que me alteraba su sola presencia, no podía estar mucho tiempo cerca de ella porque temía delatarme -hizo un gesto de desagrado- Lo peor de todo fue que Beatriz se dio cuenta -yo lo escuchaba atenta, extrañamente serena; realmente no me sorprendía que esa mujer estuviese involucrada en todo ese asunto- Una tarde encontré una nota en mi escritorio -su mirada se tornó lejana- Era de ella. Me decía que me esperaba en su apartamento... que me esperaba ansiosa, que no le fallara -su rostro expresaba un gran disgusto- No debí ir -se regañó arrepentido- Pero mi atracción por ella fue más grande que mi razón -bajó la cabeza abatido- Además, hacía pocos días que Jonathan y ella habían terminado e insensatamente me escudé en aquella situación.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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