El diario de Damiana

Mayo 30. Villa Andrés

Al día siguiente, partimos temprano para Villa Andrés. 

Era una hacienda hermosa, con extensas plantaciones, una gran variedad de animales y un clima estupendo.

Daniel nos llevó en su auto a papá Ricardo y a mí hasta la hacienda. La noche anterior le informé que acompañaría a papá Ricardo por unos días en su descanso. Al principio no estuvo de acuerdo. No quería que nos alejáramos bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, después de discutirlo por largo rato aceptó a regañadientes mis razones.

Quería estar alejada de todo. Quería reflexionar sobre lo ocurrido sin ninguna presión. Necesitaba tiempo a solas para lograr, definitivamente, tomar una decisión que fuese conveniente para todos. ¡Difícil!, pero pensé que, a solas, en la paz de aquellas praderas, en el sosiego de aquellas llanuras, lo lograría.

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Indiscutiblemente esa hacienda era asombrosa. Se respiraba una calma absoluta, una tranquilidad total. En ese lugar pasé unos días maravillosos. La compañía de papá Ricardo hizo que todo fuera más fácil y agradable. Sus sabios consejos, su atenta escucha, sus palabras de amor y comprensión lograron que encontrara la paz que tanto anhelaba.

Paseábamos en las tardes por la extensa pradera tupida por una espesa grama, adornada mágicamente por hermosas flores silvestres. Aves maravillosas alegraban con sus trinos nuestra caminata. En una ocasión observamos a un pájaro azulejo revoloteando en cercanías de unos abetos, presumiendo su plumaje azul. En otra ocasión, cuando estaba a punto de oscurecer pudimos ver a un conejo serrano; papá Ricardo me contó que el pequeño escurridizo ya era parte de la hacienda.  Era realmente hermoso. También había elegantes mariposas de brillantes y fastuosos colores que revoleteaban afanadas transportando polen de flor en flor.

Por las mañanas lo acompañaba a supervisar las labores de la hacienda y cuando me llevaba a recorrer los establos y corrales, a quien siempre veíamos era a Sir Arthur (así lo llamé, con la venia divertida de papá Ricardo), un primoroso y precioso pavo real que se pavoneaba gallardo y airoso entre los patios. Había una infinidad de gallinas ponedoras en gallineros inmensos, todas gordas y perezosas que se espantaban enloquecidas ante nuestra presencia. Me gustaban mucho las ovejas, con sus pelajes rizados, suaves y níveos, siempre rumiando indiferentes y despreocupadas. Los cerdos con sus hocicos alargados, sus diminutos ojos, sus colas rizadas y retorcidas y sus patitas cortas nos observaban interesados mientras dormitaban juntos frotando su nariz entre ellos.

Pero más que nada, me fascinaba ir a las caballerizas. En ellas, había cuatro caballos negros y tres castaños, dedicados exclusivamente a las labores de vaquería. Pero a mí me deslumbraban eran los pura sangre, seis hermosos y robustos equinos de aspecto majestuoso e imperial; con crines brillantes, espesas y sedosas. Mi favorito era un esbelto y elegante alazán que dibujaba una sonrisa en mi rostro con tan sólo rozar su lomo y ya ni qué decir del estallido de emociones en mi pecho cuando ponía un pie en su cuadra. Algunas veces salía a cabalgar con él por largo rato y regresaba al atardecer. Era mi actividad favorita. No había para mí, en esos momentos mayor deleite que sentir el aire fresco y la brisa fría juguetear divertida en mi rostro. Sentía una maravillosa libertad que reanimaba y fortalecía mi espíritu mientras el dócil y leal corcel galopaba armonioso ya fuese por un prado impregnado con flores, o trotando por pequeños bosquecillos; sé qué de habérnoslo propuesto, juntos hubiésemos podido corvetear a través de un arroyo, nadar a través de un río o trepar por la falda de una montaña. Obviamente nunca fui tan audaz para siquiera intentarlo. Me limitaba a recorrer senderos conocidos y seguros. Casi siempre llegábamos hasta una enorme laguna en la cual caía una cristalina cascada de aguas diáfanas. En su orilla, mi alazán descansaba y se refrescaba y yo me perdía en la traslucidez de su vestidura celeste. Todo ello hacía que mi mente se mantuviera alejada de todo aquel caos, de toda aquella aflicción que, en esos momentos, solo era un débil y lánguido recuerdo.

Veinte días después, regresamos.

Después de todo aquel tiempo y embebida en toda aquella magia silvestre, logré tomar una decisión que consideré la más acertada. Así que regresé a enfrentarme de una vez por todas a mi indolente realidad... además, definitiva y categóricamente me moría de ganas por ver a Daniel.

Regresamos un lunes por la mañana. Llegando a casa de los Regueiro, me instalé en la que sería mi habitación. Jessica me recibió con un cálido abrazo y rápidamente me puso al corriente de los eventos ocurridos en mi ausencia, los cuales, la verdad, no fueron muchos: me informó que Karla estaba en Milán, una de las ciudades más importantes y desarrolladas de Italia, considerada la capital mundial de la moda y el diseño. según Silvia, se había instalado definitivamente en esa ciudad y no tenía planeado un pronto regreso. Jessica no supo darme más razones, pues Silvia, al parecer, estaba completamente desinformada de los asuntos de su hija mayor y no era portadora de detalles o noticias significativas. Me alegré sinceramente de tener por fin noticias de Karla, aunque no eran específicas, pues no tenía una dirección o un teléfono, por lo menos supe que estaba bien y todo indicaba que estaba tomando bastante bien su ruptura con Jonathan. Jessica me contó además que de Catiana tampoco sabía mucho; según Catalina, la nana de Catiana, ella continuaba en La Habana siguiendo su tratamiento. Esa noticia también me agradó. Saber que Catiana estaba en proceso de recuperación me daba mucho más ánimos y fuerzas para seguir firme con las decisiones que había tomado. Pero, sobre todo, me llenaba de gozo pensar que pronto saldría de ese profundo y oscuro agujero, el cual ella misma se había fabricado. Jonathan estaba bien, según sus apreciaciones. Ella estaba mucho más enamorada y la relación con su pareja estaba mucho mejor de lo que ella misma se había imaginado.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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