El diario de Damiana

Una rosa amarilla

A la mañana siguiente cuando desperté, encontré al lado de mi almohada una hermosa rosa amarilla.

Buenos días -saludó Daniel quien reposaba a mi lado- Es tuya -informó entregándome con un tierno beso, la hermosa flor- Es mi obsequio por tu primer mes de embarazo.

Gracias -exclamé emocionada, admirando su maravilloso color y deleitándome con su aroma- Es hermosa -lo abracé feliz- Te amo.

Y yo a ti, nena. Aún no me agradezcas... te tengo algo más.

¿En qué momento saliste? -pregunté sorprendida.

La rosa la compré muy temprano. Salí mientras dormías. Quería sorprenderte. Pero lo otro lo tengo desde hace algunos días -lo miré intrigada- Ven, vamos primero a desayunar.

..............................................

Ven -me tomó de la mano, rato después, mientras terminábamos de organizar la cocina y me sentó en el sofá. Lo miraba ansiosa y divertida mientras sacaba del bolsillo de su pantalón un pequeño cofre dorado. Se sentó a mi lado y me lo entregó- Aunque parezca muy pronto, ¿quieres casarte conmigo? -lo miré sorprendida, atónita, al mismo tiempo que abría el cofre, mostrando en su interior, un hermoso anillo de compromiso. Lo colocó en mi dedo- Deseo que seas mi esposa. Quiero que sea tu rostro y el de nuestro hijo, los que me acompañen hasta el último día de mi existencia -lo abracé fuerte, muy fuerte. Estaba anonadada, nerviosa.

¿Estás seguro que estaba vez si funcionará?

¿A qué te refieres? -preguntó confundido

Estuviste una vez casado y no funcionó -una lágrima se deslizó por mis mejillas- No quiero arruinarlo -Daniel sonrió conmovido, limpiando con su dedo la lágrima que recorría tímidamente mi mejilla- Tampoco quiero que por el bebé tomes una decisión apresurada de la que después te arrepientas, y...

Escucha -tomó mis manos entre las suyas- La decisión la tomé hace algunos días mientras estabas con papá en la hacienda, aún no sabía nada de nuestro bebé -enfatizó amoroso- Estoy completamente seguro y convencido que eres la mujer con la que deseo pasar el resto de mi vida. Eres dulce, inteligente, honesta, divertida, íntegra, generosa con todos, compasiva y muy valiente; posees demasiadas virtudes que no terminaría de enumerar. Esas virtudes y sentimientos me cautivaron desde el primer día y, ¿sabes qué es lo más importante? -besó con devoción mis manos- Que sé que me amas con un amor puro y fresco. Sé que correspondes a todo esto que siento por ti. Sé que, en estas manos suaves, mi corazón está completamente a salvo -me arrojé conmovida en sus brazos. Mi corazón latía desbocado, absolutamente enamorado- Te amo, nena, no quiero estar separado nunca más de ti.

Te amo, Daniel -sollocé, con la voz quebrada por tanta emoción.

Podemos esperar, después de un tiempo si así lo deseas y...

No -contesté, mirándolo decidida a través de mi húmeda mirada- No quiero esperar. Quiero casarme contigo -sonrió aliviado- Quiero pasar el resto de mi vida al lado del hombre que amo.

Cuando me divorcié, juré que nunca más volvería a cometer lo que hasta entonces consideraba el peor y más absurdo de los errores: casarme -confesó mirándome profundamente, al mismo tiempo que acariciaba mi cabello- Pero tú has hecho que todo mi pasado se convierta en solo eso: pasado -besó suavemente mis labios- Quiero que vivamos juntos el resto de nuestras vidas. Quiero despertar cada mañana y encontrarme con tu rostro, quiero que sean tus ojos lo primero que vean los míos al abrirse. Te amo, Damiana. No sabía que pudiese amar de esta manera... realmente ni siquiera lo creía. Y me reconforta plenamente que hayas sido tú precisamente quién me lo haya enseñado.

..............................................

Por la tarde fuimos a casa de los Regueiro. Queríamos darle a papá Ricardo y a los demás, la noticia de nuestro matrimonio. Pero cuando llegamos no encontramos ni a papá Ricardo, ni a Adreyna; según el ama de llaves, habían ido al club y regresaban por la noche. Subí entonces hasta la alcoba de Jessica a buscarla, pues sabía que ella acostumbraba a hacer una siesta a esa hora. Cuando llegué a su habitación y me disponía a tocar, escuché del otro lado de la puerta risas, gemidos, susurros. Quedé paralizada, quieta. Me sonrojé. Era más que evidente que en esa habitación estaba una pareja haciendo el amor. Conturbada, impresionada, bajé inmediatamente hasta la sala.

¿Te sientes bien? -Daniel me miró preocupado.

Si -contesté atrapada en mis colapsados pensamientos.

¡Era increíble!

Jessica Regueiro estaba en su alcoba, en su propia casa, haciendo el amor.

¡Es que no podía creerlo!

Jessica siempre se destacó por ser supremamente tímida, introvertida, muy religiosa (pertenecía a una fervorosa congregación religiosa muy estricta y ortodoxa). Se vestía demasiado recatada para su edad, aunque en ese aspecto, afortunadamente, era más flexible y receptiva. Sin embargo, era exasperadamente prejuiciosa y moralista; declaraba siempre que tener intimidad antes del matrimonio era infra valorante para cualquier mujer; proclamaba a voz en pecho que las mujeres decorosas no debían acostarse con los hombres sin antes haber tomado los sagrados votos matrimoniales. Por el contrario, la mujer debía mantenerse casta y pura para que el hombre que la llevase al altar se sintiera orgulloso y complacido de quien sería su esposa. Por eso, sus relaciones amorosas habían siempre resultado un desastre; sus muy cortos romances se esfumaban días después de haber comenzado porque, además de su excesiva timidez, sus ideas puritanas, tan férreas y enraizadas que ahuyentaban a los desconcertados pretendientes, que no logran entender cómo una joven tan hermosa, divertida e inteligente fuese tan inflexiblemente pudorosa.



#7 en Joven Adulto
#175 en Novela romántica

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.