El diario de Damiana

Jessica, perdóname

Es necesario haber deseado la muerte para saber cuán bueno es vivir.

Alexander Dumas

 

Jessica Regueiro y Karla Kámper, fueron dos mujeres muy distintas pero unidas por un destino cruel que marcó sus vidas trágicamente.

Desde muy niñas fueron muy buenas amigas. Tenían una amistad cristalina, incondicional. Estudiaron juntas, compartían hasta los pequeños detalles que muchas veces suelen pasar desapercibidos en la vida. Juntas vivieron las experiencias de la adolescencia y juntas trazaron metas para un futuro que parecía estar del lado de ambas; un futuro que, aunque incierto, soñaban exitoso. Pero irónicamente, compartieron todo, incluso el amor por Jonathan y ese fue el inicio de la ruptura de una amistad que nunca nadie siquiera sospechó que terminaría en aquellas circunstancias.

Sus dulces sueños de niña, se perdieron dándole paso a una amarga pesadilla.

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Un disparo retumbó en la habitación.

Frente a mis ojos vi cómo caía el cuerpo de Jessica bañado en la sangre que fluía de su pecho.

¡Por Dios! -grité horrorizada. Jonathan corrió y sujetó a Jessica antes de que cayera completamente al suelo. Caminé con gran dificultad hasta donde Jessy estaba; el dolor en mi vientre era tan agudo y punzante que prácticamente me impedía el movimiento, pero en esos momentos, en verdad, no era consciente de él.

Jonathan -balbuceaba Jessica, con gran esfuerzo.

Tranquila, mi amor -susurraba Jon, haciendo presión sobre la herida- Todo va a salir bien -tomó entonces el teléfono y pidió una ambulancia- Ya pronto estarás bien, ya verás -consolaba angustiado.

Te amo -susurró sollozante- Nunca lo olvides.

Sus ojos se quedaron fijos en el rostro de Jonathan y poco a poco su brillante esplendor se fue disminuyendo. Jonathan la llamaba desesperado, pero no recibía respuesta alguna. Su rostro pálido y su boca entreabierta es un recuerdo imborrable que me ha quedado de aquella horrible tragedia.

Jessy, perdóname -pedía Karla, completamente trastornada- Todo esto es por tu culpa, yo no quería hacerte daño, pero tú me obligaste... ¡perdóname! -se acercó a Jessica- Yo quiero que tú...

Apártate, Karla -gritó Jonathan, sumamente descompuesto- Haznos un favor a todos y desaparece de una vez por todas de nuestras vidas.

Karla se alejó lentamente. Su mirada se tornó perdida, vacía, sin brillo; parecía hundida en el más profundo abismo del abandono y la desolación.

En verdad lo siento.

Un fuerte dolor desgarró mi vientre y una espantosa contracción me inmovilizó al escuchar un nuevo disparo... volví mi rostro y vi en el suelo el cuerpo inerte de Karla. Un disparo en su boca apagó la luz de su torturada existencia. Desde ese momento, las escenas pasaban frente a mis ojos, muy, muy lentamente. Instantes después llegaron los paramédicos. El dolor se acrecentó en mi vientre, mi pecho se constriñó a gran magnitud ya que no pudo resistir la descarga de tanto dolor. Sentía que algo dentro de mí, acababa de explotar... y entre penumbras alcancé a ver a Daniel quien llegaba y corría a mi lado segundos antes de que me rodeara una álgida oscuridad y un gran vacío se abriera a mis pies, en el cual caí precipitadamente.

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Un día después desperté.

Abrí mis ojos y con ellos recorrí lentamente la habitación en la que me encontraba. Estaba en una cama de hospital, conectada a algunos cables y aparatos médicos. A mi lado estaba Daniel. Rápidamente volvieron a mi cabeza los recuerdos de todo aquel horror.

Daniel -lo sujeté fuertemente- ¿Qué pasó?, Jessy, ¿Cómo está?, y Karla, ¿Qué sucedió?, dime, ¿Qué pasó?, ¿qué...

Calma, nena, calma -suplicó, tratando afanosamente de mantenerme recostada en la cama- Tienes que tranquilizarte, estás muy delicada, cálmate, por favor -recordé entonces el dolor en mi vientre y aterrada lo rodeé con mis brazos.

¿Mi bebé? -pregunté angustiada- ¿Qué le pasó a mi bebé?

Afortunadamente, ella sigue dentro de ti -manifestó serio.

¿Qué pasa? -indagué preocupada, al ver su rostro.

Estuviste a punto de perderla. En estos momentos su situación es bastante crítica. Tranquila -consoló tomando mis manos- Solo debes permanecer en reposo, no agobiarte por nada; es una bebé fuerte, con nuestros cuidados lograremos que nazca a su tiempo y sin dificultad.

¿Qué pasó con Jessica? -insistí ansiosa.

¿No me escuchaste? -regañó molesto- Debes estar tranquila. Por ser tan necia estás en esta situación -mis ojos se humedecieron ante tan fuerte recriminación- Jessica está bajo pronóstico reservado, hay que esperar para ver cómo evoluciona. Ahora, te quedas quieta y trata de no angustiarte. Con tantas tensiones y tantas mortificaciones pones en riesgo tu vida y la de nuestra bebé.

Lo siento -lamenté con lágrimas brotando de mis ojos.

No, discúlpame a mí -pidió cariñoso- Es solo que no quiero perderlas a ninguna de las dos, ¿entiendes? -asentí triste- Quiero que entiendas que en estos momentos no hay nada más importante que tu recuperación, ya que de ella depende la vida de nuestra hija.

Lo abracé fuertemente. Estaba supremamente afligida, agobiada. Toda aquella horrible situación de saber a Jessica en aquel estado, de saber el riesgo que corría mi bebé, contrario a lo que pretendía Daniel, me puso mucho más ansiosa, más angustiada.

Minutos después llegó Harry, me suministró algunos medicamentos que me ayudaron a conciliar el sueño y la serenidad que tanto anhelaba y necesitaba.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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