El diario de Damiana

Junio 09. Para Elisa

Días después, Daniel y yo nos instalamos en casa de los Regueiro.

Mi situación avanzaba satisfactoriamente al igual que la de Jessica. Cuando salí del hospital, ella se encontraba mucho mejor. Papá Ricardo decidió que lo mejor, para mi total recuperación, era que Daniel y yo nos pasáramos para su casa hasta que naciera la bebé, pues en ese lugar estaríamos las dos muy bien cuidadas y atendidas en demasía. Todos exageraban en sus cuidados y aquello me tenía muy divertida. Jonathan, Daniel, Adreyna y el mismo papá Ricardo, estaban siempre diligentes, atentos y al pendiente. Pronto con sus atenciones y desmedidos cuidados logré recuperarme plenamente. Mi bebé volvió a restablecer sus fuerzas, aunque no por ello debía descuidarme, ya que, si sufría, aunque fuese un pequeño sobresalto, su vida nuevamente estaría en grave peligro.

Luego regresó Jessica a casa, quien, afortunadamente, también se recuperaba satisfactoria y rápidamente.

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Pasaron algunas semanas después de la muerte de Karla. Mi estado de salud mejoraba notablemente. Pero no podía evitar pensar en ella. Aunque no lo comentaba con absolutamente nadie, yo recordaba a Karla a menudo. Si bien, nadie pudo excusarla, ni siquiera yo, quise guardar en mi mente sus mejores recuerdos. Sé lo desesperada que estaba por la pérdida de Jonathan, sé también que ella quería mucho a Jessica y por eso no pudo lidiar con el hecho de ser ella misma quien la había lastimado de esa manera y por eso terminó quitándose la vida.

Al cabo de unos días, las aguas volvieron a su cauce y las cosas comenzaron a marchar aparentemente muy bien. Jonathan y Daniel afianzaron sus lazos fraternales y planeaban la posibilidad de unirse una vez más en una sociedad comercial.

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Para esas fechas, volvió Catiana.

Esa mañana, Adreyna y yo practicábamos piano en la sala. Desde que yo tenía 12 años no tocaba una tecla de ese maravilloso pero complejo instrumento. Pero Adreyna lo tocaba espléndidamente, era un verdadero deleite contemplarla interpretando piezas como "Fantasía en do", de Schumann o la Sonata "Claro de luna" de Beethoven. Ese día ensayábamos "Para Elisa". Me sentía realmente frustrada, porque en las fusas mis dedos no me respondían como quería, era terrible, hacían era lo que ellos querían, no lo que yo les ordenaba, sin embargo, se sentía maravillosamente poder tocar, incluso con mi poco nivel.

Hay una historia curiosa detrás de esta pieza musical -contaba Adreyna divertida, al verme tan malhumorada por mis constantes desaciertos- Se presume que Beethoven la compuso alrededor del año 1810, pero no se dio a conocer hasta el año 1867, precisamente cuando Beethoven cumplía 40 años de haber fallecido. Algunos se animan a afirmar que ni siquiera Beethoven la compuso y es probable que no haya sido dedicada a ninguna mujer llamada Elisa -sonrió absorta en su relato- Existe un sin fin de misterios y enigmas en torno a la obra, y todo lo que se sabe, no son más que conjeturas. Lo que sí es indiscutible, es que es una obra soberbia, de impecable belleza y de gran encanto tanto para los que la interpretamos como para quienes disfrutan escuchándola. Así que, manos a la obra, o, mejor dicho, manos al piano -flexioné los dedos preocupada, Adreyna soltó una carcajada- ¡Vamos!, ¡adelante!, con disciplina y dedicación lo lograremos.

Empezaba a tocar mis primeros acordes cuando una de las empleadas anunció la visita inesperada. Adreyna se opuso a que recibiera a Catiana, pues ella consideraba que estaba muy reciente todo el asunto de Karla y yo no debía exponerme a más angustias, ni malos ratos; sin embargo, la convencí de que yo guardaría absoluta calma, que no me dejaría agobiar, pero que yo necesitaba saber para qué Catiana me buscaba, tal vez, pensé, había considerado bien las cosas y quería que retomáramos nuestra amistad. Y aparentemente a eso venía, a buscar una reconciliación.

Todo este tiempo he estado pensando en ti, en mí, en todas nosotras -contaba cabizbaja, sentada delante de mí- Yo no puedo creer que todo esto esté pasando. Todavía no me cabe en la cabeza que Karla le haya disparado a Jessica y peor aún, que luego se haya suicidado, todo es tan horrible -asentí melancólica- La culpa la tiene Jessica -la miré aturdida- Si, ella no debió interponerse en la relación que Karla tenía con Jonathan, hasta merecido tiene lo que le pasó -exclamó con amargura.

Nunca... nunca pensé que te escucharía decir algo así de Jessica -lamenté triste- No puedo creer que sea tu boca la que haya expresado esas palabras tan hirientes -hizo un extraño gesto que, en verdad, me confundió- ¿Realmente piensas que Jessica se merecía ese disparo?

Lo que yo pienso es que cuando traicionas a alguien debes pagarlo, de una u otra forma -un escalofrío recorrió mi piel ante tan fría y escalofriante sentencia- Jessica se portó como una hipócrita y como una traidora y ese es el final que tienen las de su calaña.

No hables así de Jessica, ni mucho menos delante de mí, es que, no te lo puedo permitir, tampoco permitiré que la juzgues de esa manera -sonrió indiferente- Cuánto has cambiado, Catiana. No puedo creer que seas la misma que hace poco buscaba desesperada por todas las joyerías de la ciudad ese reloj suizo color perla que Jessy tanto deseaba para su cumpleaños -su mirada se tornó distante- No logro entender cómo aquella joven que defendía a sus amigas cuando alguien intentaba molestarlas en el colegio, sea la misma mujer que en estos momentos se alegra del incidente de aquella a la que más protegía por ser la más frágil.

Yo no he dicho que me alegro por lo sucedido -aclaró impasible- Digo que si Karla actuó de esa manera fue impulsada por el dolor que Jessica le causó al meterse con Jonathan.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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