El diario de Damiana

Junio 11

Entró en la habitación Harry con el doctor Morton.

Es un señor mayor, de cabellos plateados, estatura media y anteojos.

- ¿Qué tienes, preciosa? -preguntó Harry, al verme entristecida. Se agachó frente a mí y me tomó por la barbilla- ¿Por qué esa carita tan afligida?

- Estaba escribiendo... eso es todo -los miré fijamente, molesta, enojada. Solté sus manos de mi rostro, tomé la silla y retrocedí- Lo siento, pero yo no lo he llamado doctor. A ninguno de los dos -aclaré dirigiéndome específicamente a Harry- Ayer te dejé bien claro que no quiero recibir tratamiento alguno.

- Y yo te dije que así no quieras, el doctor vendría a verte -lo miré profundamente irritada y furiosa -Harry sonrió- Tus rabietas y berrinches no surtirán esta vez ningún efecto. Ahora, deja de ser tan descortés y saluda al doctor Morton que muy amablemente se tomó la molestia de venir hasta acá -respiré profundamente.

- Discúlpeme, doctor, si sueno grosera, pero usted vino porque quiso yo no se lo pedí y no tenemos nada de qué hablar, lamento que Harry le haya hecho perder el tiempo al hacerlo venir hasta acá.

- No, no he perdido mi tiempo -sonrió comprensivo- El doctor Parker está muy interesado en tu recuperación y me ha pedido como un favor personal que te ayude a levantarte de esa silla. He prometido que lo haré y créeme, cuando prometo algo, por lo general, lo cumplo.

- ¿Cree usted que puede pasar por encima de mi voluntad? -reclamé molesta- Si yo no quiero que siquiera se me acerque, usted no tiene por qué hacerlo. Me importan muy poco las promesas y los compromisos que se haya hecho con el atrevido de Harry. ¿Qué te ha hecho pensar que puedes decidir por mí? -pregunté dirigiéndome a Harry.

- Discúlpela, doctor -pidió Harry, avergonzado- Pero le advertí que esto podía pasar.

- No te preocupes, estoy acostumbrado a lidiar con pacientes tan necios y voluntariosos, como lo es esta jovencita -manifestó sonriente- Hagamos un trato, Damiana -pidió flexible y respetuoso- Dame unos días. Ni Parker, ni yo te vamos a dejar tranquila hasta que nos los autorices. Si al cabo de esos días, no logro despertar ni siquiera un mínimo de tu interés, te prometo que me voy, aquí no ha pasado nada y no vuelvo nunca a molestarte.

- No quiero levantarme de esta silla, ¿acaso no lo entiende?, por mucho que insistan, no voy a hacerlo.

- Créeme, Damiana, puedo ser mucho más obstinado que tú. Me vanaglorio de ser una persona extremadamente paciente; no voy a tener ningún problema en venir a insistirte cada vez que pueda, en cualquier momento, a cualquier hora, en cualquier...

- Ya entendí -interrumpí fastidiada- Si le doy esos días, ¿promete no volver jamás? -Harry me miró complacido.

- Lo prometo -lo miré desconfiada e indecisa.

- Vamos, Damiana -intervino Harry- Solo inténtalo -tomó mis manos y las apretó con ternura- Anda, preciosa, ensayemos a ver qué pasa.

- Está bien -acepté resignada- Solo serán quince días y en los horarios y condiciones que yo establezca.

- Perfecto -acordó el doctor, victorioso.

- Solo lo hago para que me dejen en paz -aclaré áspera- Después que se dé cuenta que no tiene nada que hacer y, por el contrario, está perdiendo su tiempo conmigo, quiero que los dos me dejen tranquila, sobre todo tú, Harry. ¡Hablo en serio! -Harry sonrió.

- Cuando sientas nuevamente tus piernas, verás cómo te vas a animar y tú misma vas a pedirme que sigamos adelante -declaró el doctor, animoso.

- Créame, doctor, eso nunca va a pasar.

 

 



#7 en Joven Adulto
#174 en Novela romántica

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.