El diario de Damiana

Ella ya no está

Desperté a la mañana siguiente de aquel encuentro con Catiana.

Una vez más me encontraba en la cama del hospital. A mi lado estaba Harry, cuando abrí mis ojos estaba haciendo unas anotaciones en una planilla blanca.

Hola, preciosa -saludó afectuoso, una vez terminó de escribir. Mi mente estaba un poco aturdida, mis pensamientos no se podían poner del todo de acuerdo; sentía un intenso dolor por todo el cuerpo, así que cerré los ojos por unos instantes.

¿Qué sucedió? -pregunté al fin, con gran dificultad- ¿Por qué estoy aquí?, tengo una gran confusión en mi cabeza.

¿Qué alcanzas a recordar? -preguntó Harry, preocupado.

No sé... salí de la casa... llegué a algún lugar... ¿Catiana?... Creo que vi a Catiana...

Tuviste un accidente y tuvimos que intervenirte -guardé silencio tratando de coordinar uno solo de mis pensamientos.

¿Cómo está mi bebé? -pregunté angustiada- ¿Por qué no la siento dentro de mí?, y ¿Qué es este dolor en mi vientre?

Tuvimos que operarte de urgencias -lo miré aturdida- ¿Recuerdas algo de eso?

En verdad, no mucho -contesté aterrada- Tengo escenas que pasan fugaces por mi mente... pero no son claras... yo... recuerdo a Daniel... -me detuve asustada- ¿Qué pasó, Harry?, me siento angustiada, nerviosa, ansiosa, ¿por qué?

Trata de descansar, acabo de suministrarte unos medicamentos y entre ellos, unos sedantes. Eso te hará dormir un poco más, en estos momentos tienes que estar en reposo absoluto para que puedas recuperarte.

¿Recuperarme de qué?, por Dios, Harry, ¿ya nació mi bebé?

Si -contestó discreto.

Pero, ¿Dónde está? -reventé en llanto- ¿Qué pasa?, ¿por qué no logro recordar?, yo... yo, me siento cansada... -en esos momentos sentía que caía lentamente en la nada, sentía que me hundía en el silencio, en la absoluta oscuridad.

Me quedé dormida, los sedantes que Harry me había suministrado hicieron rápidamente su efecto y quedé sumida en una completa inconsciencia.

Al rodar por las escaleras la noche anterior, me golpeé con uno de los escalones, eso hizo que quedara inconsciente y me produjo como secuela una amnesia parcial. En un primer momento, no lograba recordar del todo, pero poco a poco los recuerdos volvieron a mi cabeza, recuerdos que hubiese deseado nunca recuperar; dejarlos ahí donde el golpe quiso ocultarlos para librarme del cruel sufrimiento que me envolvió desde entonces.

Mi bebé nació prematura y abruptamente, por ello, debieron intervenirme de urgencias y practicarme una cesárea. Enseguida nació, la metieron en una incubadora en la cual permaneció por tres días, luego, murió.... Si me hubiesen traído a tiempo al hospital, tal vez ella hubiese podido resistir... pero... pasó mucho tiempo antes de que alguien me encontrara y me auxiliara. Yo la conocí a los dos días de su nacimiento. Era muy pequeña. Estaba en una incubadora, conectada a varios aparatos que la mantenían con vida, la ayudaban a respirar y la alimentaban. Yo solo pude tenerla en mis brazos aproximadamente una hora, luego la separaron de mí, pues según las órdenes médicas, debía permanecer en incubación constante.

Me desgarró el alma ver a mi bebé en aquellas circunstancias, tan indefensa, tan frágil, tan solita en esa caja de cristal.

Lloraba inconsolable, me aferraba con todas mis fuerzas a la esperanza de verla recuperada, fuerte, completamente sana... pero mi fe duró hasta la mañana siguiente cuando me dieron la fatal noticia.

 

.....................................

 

Al salir del hospital me fui a vivir con Jonathan. Durante días me abandoné completamente en mi dolor. No salía de mi habitación, no comía, trataba de no pensar, de mantenerme dormida, por eso, ingería sin pausa los sedantes recetados. No quería ver a nadie... especialmente a Daniel; sentía que lo odiaba con todas las fuerzas de mi corazón; lo sentía el único responsable de toda aquella desgracia. Él intentaba explicarme algo que yo consideraba poco creíble, ilógico. Se veía agobiado, maltratado por todo aquello que estaba pasando, pero yo era insensible a cualquier dolor que no fuese el mío. No quería verlo, ni escucharlo, ni mucho menos perdonarlo.

Fueron muchos días los que permanecí así, luego comencé a volverme tolerante a los sedantes, ya no me surtían el mismo efecto, entonces aumenté arbitrariamente su dosis y días después toqué fondo cuando fui nuevamente hospitalizada por una sobredosis.

Durante semanas estuve en tratamiento psicológico. Jonathan me acompañaba a mis sesiones; juicioso me esperaba y luego me llevaba de regreso al apartamento. Poco a poco aquella rutina terapéutica me fue sacando del fango en el que estaba atascada; poco a poco divisé nuevamente la luz en mi horizonte y fui superando lentamente mi duelo.

 

 



#7 en Joven Adulto
#161 en Novela romántica

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.