El diario de Damiana

La llamada de Harry

Pasaron unos días.

Había retomado mi sueño, el cual era entrar a estudiar una carrera universitaria. En esos días me dedicaba a hacer todos los trámites necesarios, llenar todos los requisitos para poder acceder a la tan añorada enseñanza profesional. Con mis calificaciones del colegio obtuve media beca en una prestigiosa y reconocida universidad de la ciudad. Yo tenía a mi nombre una cuenta bancaria que Víctor me había abierto desde que era niña, destinada para mis estudios, pero Jonathan se opuso a que hiciera uso de ese dinero y él se hizo cargo de costear el valor excedente de los semestres.

Un par de meses después entré a estudiar Economía. Iniciaba una nueva etapa, me sentía muy emocionada. La idea de empezar de nuevo, de trazarme nuevos objetivos, nuevas metas, hacía que mi pesada carga emocional fuese mucho más llevadera.

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Una tarde mientras conducía de regreso al apartamento, después de una de mis clases en la universidad, recibí una llamada de Harry. Me pedía con urgencia que fuera hasta la clínica. Preocupada, conduje sin espera a su encuentro.

Debes saber algo -informó serio- Esta mañana trajeron a la clínica a Catiana. Su estado es realmente delicado.

¿Debería interesarme? -pregunté desprovista de emociones.

Según cuenta su padre, el señor Martin, hace meses estaba desaparecida. No tenían ninguna noticia de ella. Después de enterarse de lo que sucedió entre tú y ella y que todo dio como consecuencia la perdida de tu bebé, al parecer tuvieron un fuerte altercado y desde entonces no habían vuelto a saber de ella -contaba Harry, serio- Ayer la trajeron en estado de shock, prácticamente sin signos vitales. Todo indica que fue gracias a una sobredosis -movió la cabeza, consternado- Está irreconocible, Damiana. Realmente es... lamentable su estado -guardé silencio. En verdad no sabía qué sentir con respecto a eso que Harry me contaba. Contradictorios sentimientos chocaban en mi corazón.

¿Qué es lo que quieres, Harry?, ¿para qué me trajiste hasta aquí?, ¿para qué me cuentas todo esto?

La señora Martin me lo pidió. Me solicitó desesperadamente que te pidiera que vinieras a verla, que intentaras por lo menos convencerla de volver a su casa. Parece que Catiana se rehúsa a volver con ellos.

Es absurdo -exclamé incrédula- ¿Cómo creen ellos que ella me escucharía?, ¿Cómo crees tú que ella tomaría en cuenta alguno de mis consejos? Después de todo aquello que sucedió entre Catiana y yo, no hay absolutamente nada rescatable.

Por lo menos inténtalo, por favor. Sé realmente lo que significa para ti mi petición, pero, en verdad, Catiana está muy mal. En otras circunstancias, ni siquiera te hubiese contado nada de ella, lo sabes bien.

¿Ya tú hablaste con ella?

Lo intenté, pero no me escuchó -lo miré detenidamente, pensativa, indecisa, confundida- Si recae, puede morir, su cuerpo está terriblemente dañado. Aun no entiendo cómo ha aguantado tanto tiempo sin colapsar. Realmente me apena verla así, llegué a estimarla y si podemos hacer algo, no está de más... pese a todo, es un ser humano y no merece semejante destino.

Está bien -consentí finalmente, no sé si fue el último vestigio de cariño que aún titilaba dentro de mí hacia ella o la caprichosa curiosidad de ver con mis propios ojos lo que Harry me contaba.

Harry me llevó hasta su habitación. Realmente se había quedado corto en su descripción de la actual Catiana. Había perdido peso corporal, estaba dramáticamente pálida, sus ojos inconcebiblemente hundidos; sus labios estaban agrietados y secos. Su esplendorosa cabellera rubia no brillaba como antes y su piel estaba marchita y ajada. Cuando entré estaba acostada mirando fijamente el techo.

Hola -saludé discreta. Me miró molesta, incómoda.

¿Qué haces aquí?

Tus papás me pidieron que viniera a verte -respondí impasible.

Y tú siempre, tan obediente y bien portada, hiciste lo que te pidieron -se burló sarcástica.

¿Qué te pasó, Catiana?, ¿por qué estás así? -sus ojos se humedecieron por un breve instante.

Todos me abandonaron -reprochó resentida- Nadie que realmente me importara quería saber nada de mí o tener algo que ver conmigo. Así que me consolé, primero con el alcohol, pero el efecto era opuesto a lo que yo buscaba, cada vez me sentía más miserable, así que busqué cosas más fuertes.

¿Por qué no fuiste a terapia?

¿Por qué no fuiste a terapia? -repitió mofándose- ¡Porque eso no sirve para nada! ¡Para nada! -gritó histérica.

A mí me sirvió -objeté apacible. Me miró furiosa y llena de rencor.

Siempre sintiéndose perfecta y superior.

Sabes que no es así. Tú sabes bien que no es que no te sirva la terapia, simplemente tú no quieres curarte.

¿Curarme?... al contrario, poco a poco sin darme cuenta me fui relacionando con gente extraña que en un principio me brindaba la compañía y el consuelo que los demás me habían negado y, rápidamente, sin casi darme cuenta, me perdí en un mundo del cual me fue imposible salir -guardó silencio por un momento.

¿A quiénes te refieres con los demás?

Hablo de mis padres, de Jessica y todos los Regueiro, hablo de Harry -su voz se quebró.

¿Tienes alguna conciencia del daño que hiciste?, ¿Crees que los Regueiro o Harry querrían apoyarte después de todo lo que hiciste?



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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