El diario de Damiana

¿Aún me amas?

Conducía nerviosa, contrariada, arrepentida.

Todo este tiempo fui intransigente, testaruda, injusta. Aunque tenía las pruebas ante mis ojos de que todo no era más que un engaño de Catiana, me negué ciegamente a aceptarlo. El amor que yo decía sentir por Daniel no pasó su máxima prueba de fe. Debí confiar en nosotros, en él, en lo que juntos habíamos construido, pero no. No lo hice. Cedí a la desconfianza, a la duda y no sabía cómo remediarlo.

Llevaba muchas semanas sin ver a Daniel. Hacía mucho tiempo que le había prohibido acercarse a mí. No aceptaba mediaciones, explicaciones, nada. Estaba inclaustrada en mi hermetismo y terquedad. Ahora, no sabía cómo llegar a él y pedirle perdón por no haber confiado en él... por no haber confiado en su amor.

Buenas noches -saludé una vez estuve frente a la puerta de su apartamento.

Hola -contestó cariñoso, un poco sorprendido.

¿Puedo pasar? -pregunté nerviosa.

Por supuesto -concedió abriendo la puerta. Entré despacio, con mi corazón corriendo a millares por hora, sin saber exactamente qué decir, por dónde empezar- ¿Cómo has estado?

Muy bien -sonreí tímida- Intentando reconstruir mi vida.

Entiendo -ofreció el sofá para sentarnos- Mis padres me han mantenido al tanto de algunas cosas que has hecho, como entrar a estudiar, por ejemplo.

Si... hace poco inicié clases... hasta ahora me ha ido muy bien.

Por supuesto que sí, eres muy lista e inteligente, no podría ser de otro modo -mis mejillas se ruborizaron y mis ojos se humedecieron- Lo siento, no quise incomodarte.

No, no... -aclaré rápidamente- Es solo que... me conmoví un poco, eso... eso es todo -guardamos silencio un rato. Daniel me miraba fijamente, su expresión era de intriga e incertidumbre, pero también había alegría y ternura- ¿Qué has hecho tú, todo este tiempo? -pregunté al fin.

No mucho -se encogió de hombros- Atender los negocios en la oficina, visitar a mis padres, adelantar algunas lecturas atrasadas, ¿recuerdas la saga de libros de fantasía que compré? -asentí nostálgica- Pues, ¿qué crees?, ya la terminé -informó satisfecho- Hace poco inicié otra, está bastante interesante.

Esa saga tiene 7 libros, cada uno con más de 500 páginas. Has aprovechado muy bien el tiempo -comenté complacida.

Necesitaba hacerlo, de lo contrario, hubiera enloquecido -bajé la cabeza apenada- La lectura es mi refugio y mi consuelo ante tu ausencia -susurró triste, con la voz apagada- También calman mi ansiedad ante la esperanza de tu regreso.

¿Después de todo mi desprecio y rechazo? -pregunté avergonzada.

Nunca he dejado de creer en nuestro amor. Sé que es fuerte e indestructible. Solo está pasando por un mal momento, pero confío plenamente en que podremos resolverlo de alguna u otra manera -mis ojos conmovidos cedieron al apremio de las lágrimas y mi corazón arrepentido se desbocó precipitado- Estoy feliz de que hayas venido.

Hoy hablé con Catiana -informé cabizbaja, conteniendo un poco el llanto que amenazaba con desbordarse sin control- Me confesó como sucedieron las cosas ese día. Y... aquí estoy, completamente avergonzada, arrepentida... rogando porque me perdones y me des la oportunidad, por lo menos, de intentar reparar algo del daño que te causé con mi desconfianza y mi falta de fe hacia ti.

Tú no tienes que disculparte por nada. Tú no ocasionaste nada de todo aquello.

Pero no creí en ti... nunca, bajo ninguna circunstancia debí desconfiar de ti, ni dar crédito a ninguna de las mentiras de Catiana... pero lo hice, yo... le creí a ella y no a ti... en verdad, lo siento -tomó mis manos entre las suyas.

Todo este tiempo ha sido una terrible pesadilla. Desde esa noche que desperté y te encontré en casa de Catiana. Al principio estaba aturdido, mi mente vagaba, por mucho que intentaba no podía aclararla. Pasaron muchas horas antes de que pasara el efecto de los sedantes que Catiana me había dado en el trago. Cuando por fin pude recuperarme, salí a buscarte inmediatamente. Papá me informó que estabas en la clínica -movió la cabeza apesadumbrado- La culpa y el dolor me atraparon, lo que intenté evitar, había terminado provocándolo y de una manera lamentable, dolorosa... luego vino tu rechazo... no alcanzas a imaginar lo duro que fue todo eso para mí... luego, nuestra bebé... -respiró agobiado- Quería estar a tu lado, quería que juntos lloráramos su pérdida, que compartiéramos el dolor de su perdida.

Estaba dolida, confundida. El dolor me cegó. La tristeza me cerró todas las puertas al entendimiento.

Si, pude entenderlo y por eso resolví darte tu tiempo y tu espacio para que aclararas las cosas y decidieras sin presiones ni apremios.

Solo he sido todo este tiempo una inmadura y he sido completamente injusta contigo.

No, ambos fuimos víctimas de las circunstancias. Todo esto debe servir de algún modo para fortalecernos y no permitir que nada de esto pase nuevamente.

Perdóname -pedí con lágrimas en mis ojos- Por favor, perdóname.

¿Aún me amas?

¡Lo amaba!

Eso era algo imposible de negar y ocultar. Lo abracé fuertemente. Con mis ojos cerrados me aferré a su cuerpo. Una agradable sensación de bienestar me capturó. Sentir nuevamente su cuerpo, su aroma, su calor, revivió y removió todo el amor que sentía por él; todo ese inmenso amor que hacía que me olvidara de todos y de todo. Que me hacía vivir, sentir, existir.



#7 en Joven Adulto
#175 en Novela romántica

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.