El diario de Damiana

Un futuro feliz

Esa noche regresé con Daniel.

Reiniciamos con gran alegría y esperanzas nuestra relación. Teníamos planeado casarnos después del nacimiento de la niña, algunas cosas ya estaban adelantadas, así que lo único que quedaba era reorganizar las cosas y concertar una nueva fecha. Me sentía renovada, ilusionada, sentía que ya todo había quedado en el pasado; un pasado que no dejaría que afectara más nuestras vidas.

Jonathan y Daniel crearon por fin una nueva sociedad comercial. Laboraban en una pequeña empresa que juntos constituyeron en el centro de la ciudad y les estaba yendo muy bien. Ellos dos definitivamente se entendían en el campo de los negocios y eso se hacía evidente en la forma en cómo su empresa avanzaba y se fortalecía.

Las cosas entre Jonathan y Jessica, marchaban muy bien, ya se escuchaban por ahí rumores de un próximo casamiento, pero Jessy decía que ella deseaba primero terminar su carrera y entonces hablarían de bodas. Era increíble cómo había cambiado. De la joven insegura, tímida, introvertida, casi no quedaba nada. Ahora no solo se mostraba más segura de sí misma, sino que se veía resuelta, decidida, capaz de lograr las metas que se propusiese. Y eso nos llenaba de gozo a todos los que la amábamos. Día a día nos convencíamos aún más que juntos, ella y Jon, tendrían un futuro brillante, estable, feliz.

Papá Ricardo estaba prácticamente recuperado de su enfermedad; se veía rozagante, vital, lleno de energía. Había retomado algunos de sus negocios. Prácticamente, su enfermedad se había convertido en un mal recuerdo del que nadie quería hacer alusión.

Víctor... no había vuelto a ver a mi padre; pasó mucho tiempo sin que volviese a estar frente a él. Nana Letty, con quien me veía ocasionalmente, era quien me ponía al tanto de sus pormenores. En esos días, me informó que Beatriz tuvo un precioso niño, que, según Letty, por mucho que buscaba no le encontraba el parecido con la familia Eslodon. La relación entre Víctor y Beatriz se tornaba cada vez más tensa y violenta. Discutían frecuentemente, Letty no tenía claro por qué, pero parecía ser por dinero, y, dicho por ella misma, ya ni siquiera compartían la misma cama. La tos que lo atrapaba en las noches se estaba tornando cada vez más aguda y persistente. Se veía cansado, agotado, más delgado, con mucha dificultad para respirar en algunas ocasiones y en palabras de mi nana, bastante envejecido.

Aquel relato no era para nada alentador. ¿Qué podría estar pasando entre Víctor y Beatriz?, tenían un bebé, debían estar más unidos. Sin embargo, la versión dada por nana Letty daba a atender todo lo contrario. Estaba realmente preocupada, sobre todo por esas manifestaciones físicas de las que Letty me habló, podría estar tratándose de alguna afección respiratoria por culpa de ese desagradable vicio que tenía de fumar; sin embargo, no me atrevía ir a verlo, temía su rechazo, temía enfrentarme a su desprecio. En algunas ocasiones manejaba alrededor de la casa por algunos minutos y luego me parqueaba a cierta distancia, todo con el fin de verlo, aunque fuese de lejos, aunque fuese solo por unos segundos, pero nunca pude hacerlo. Nunca tuve la oportunidad de verlo. Me dolía mucho saber que no era feliz. Que después de todo, Jonathan tenía razón, esa mujer terminaría siendo la destrucción de nuestro padre.

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No volví a saber de Catiana por algún tiempo.

La verdad poco me interesaba la suerte que estaba corriendo. Después de enterarme por sus propios labios de todo lo que había hecho, mis sentimientos por ella por mucho tiempo se congelaron, no sentía absolutamente nada, ni odio, ni cariño, ni rencor, ni tristeza, nada, no sentía por ella ni siquiera lástima o pesar. No me interesaba saber si estaba bien o si estaba mal; si se estaba recuperando o, por el contrario, había reincidido. Por muchos días estuvo excluida totalmente de mis pensamientos.

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Pero Harry... Harry si me preocupaba y en demasía.

Estaba muy extraño, distante, alejado de mí.

Después de aquella tarde en el hospital, se tornó escurridizo, inaccesible. Casi nunca me pasaba al teléfono, los mensajes no los respondía, no me llamaba. Me sentía preocupada, triste, confundida. ¿Qué podría estarle pasando? Yo lo apreciaba infinitamente. Sentía por él un afecto incalculable. Me dolía su distanciamiento sin razón, ilógico, inesperado. Daniel me decía que tal vez estaba ocupado, quizás tenía algún tipo de complicación y por eso no había tenido tiempo de llamar. Pero él no era así, por muy ocupado que estuviese siempre me llamaba, siempre contestaba mis llamadas, y si no lo hacía, me las devolvía sin demora.

Me sentía realmente acongojada. Estaba perdiendo a Harry, mi mejor amigo y lo peor era que no tenía ni idea del por qué.

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Paralelamente, se aproximaba la fecha de mi matrimonio con Daniel. Ya prácticamente todo estaba listo. Sería una ceremonia sencilla, con muy pocos invitados. Yo no quería nada ostentoso; solo quería casarme con el hombre que adoraba y compartir ese momento con las personas que amaba y a las que realmente les interesaba y les alegraba nuestra unión.

Un mediodía que salía de clases, llevaba entre mis manos la invitación de Víctor. Jonathan y Daniel insistían en que no perdiera el tiempo yendo donde él a invitarlo, pues de antemano sabíamos cuál sería su respuesta. Sin embargo, quería hacerlo, tenía una tenue luz de esperanza, un pequeño viso de ilusión y pensaba que tal vez al saber que entre Daniel y yo las cosas se formalizarían, él cambiaría su actitud.

Después de almorzar me dirigí sin espera a la casa. Letty me había informado que ya no iba a la oficina ya que su salud había desmejorado en esos días. Esa noticia hizo que me llenara de valor y por fin me decidiera a ir a verlo. Sin dejar que nana Letty me anunciara, entré directamente en su despacho, donde lo encontré sentado, con un pañuelo tapando su boca, tratando de detener la tos incesante que lo atormentaba. Tristemente pude percatarme que Letty había sido muy considerada en su descripción del Víctor actual. Frente a mis ojos encontré un hombre bastante delgado, con grandes ojeras acentuadas en su rostro fraccionado por profundas líneas que lo envejecían cruelmente. La tos era persistente, permanente.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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