El diario de Damiana

Junio 29

Hace poco amaneció. Una hora aproximadamente

No dormí en toda la noche. El recuerdo de Daniel no me lo permitió.

Estuve sentada frente a mi ventana, mirando las estrellas y entrelazándolas dibujaba su silueta.

El sol salió como siempre; la aurora pasó cautivante por mi ventana; las aves posadas en la fuente con sus cantos le dan la bienvenida a un nuevo día que se proyecta deslumbrante.

Ya estamos en verano.

Estos días son un poco calurosos, el de hoy en especial; pero en mi corazón un témpano férreo no me permite sentir los rayos dorados que se posan divertidos en mi rostro.

Sentada aquí, en mi silla de ruedas que ha sido mi compañera desde que llegué al hospital, juego con mi argolla de matrimonio que aún conservo y nunca me he quitado. Verla dar vueltas en mi dedo, produciendo pequeños destellos por el reflejo de la luz solar, me pregunto: ¿Cómo sería mi vida si aquella desafortunada noche hubiésemos alcanzado a llegar a casa? Tal vez en estos momentos estuviera dándole un beso de buenos días a Daniel y vistiendo a Daniel Ricardo para la escuela. Me imagino qué tanto habrían cambiado sus rostros; qué tanto habría cambiado Daniel su voz, el brillo de su mirada, el resplandor de su sonrisa. Mientras desayunamos, conversaríamos de lo feliz que sería a su lado, del amor que durante todos esos años ha crecido y reverdecido entre nosotros. Hablaríamos también de los pormenores del hogar, de cómo nos ha ido en la oficina, de las rosas amarillas que he cultivado para él en el invernadero y que para esta época ya se encuentran esplendorosas.

Un golpe en la puerta me sacó de mi ensoñación.

- ¿En qué piensas? -preguntó Harry, sentándose a mi lado.

- En cosas... agradables...

- Entonces... ¿por qué esa carita de tristeza? -indagó preocupado.

- Ayer... escribí en mi diario la muerte de Daniel... escribí cómo murió él y mi adorado Jonathan -una lágrima se deslizó tristemente por mis mejillas- Ayer recordé cómo, por mi necedad e inconciencia, los llevé al fondo de aquel abismo.

- No es justo que después de tanto tiempo, aún te sigas culpando de aquel desafortunado accidente. Tienes que perdonarte, Damiana, a ti misma, para que puedas recuperarte completamente.

- ¿Cómo perdonarme de algo en lo cual soy la única y directa responsable?

- Entendiendo que no lo eres. Entendiendo que simplemente sucedió, que nada se pudo hacer al respecto y sobre todo... nada puedes hacer ya para cambiar esa realidad.

- Daniel no quería viajar a la hacienda, pero yo lo convencí. Luego llamé a Jonathan y lo hice conducir hasta su propia muerte -declaré destrozada.

- Ambos decidieron viajar hasta allá, pese a las condiciones. Tú no los obligaste

- Solo para complacerme.

- Pero lo decidieron, Andrés, así hubiese tenido un disgusto contigo, si en verdad no hubiese querido viajar no lo hubiera hecho, al igual que Jonathan, él sabía de las alarmas y las alertas sobre el clima y así decidió tomar camino... ninguno de ustedes, es culpable, Damiana, solo son responsables de tomar malas decisiones, pero ninguno quiso que nada de esto sucediera. Solo sucedió y por mucho que quieras, es algo que no va a cambiar -lo miré detenidamente por largo rato. Aunque entendía su argumento, no lo compartía- ¿Qué sacas con torturarte de esta manera? -tomó mis manos, cariñoso- No sigas haciéndote daño, ya pagaste lo que tenías que pagar, ya es hora de que tú misma te levantes la condena -secó mis mejillas- No puedes permitir que los recuerdos tristes te encarcelen en penumbras, con rejas de culpa y autoflagelación -beso mis manos- Permítele a los buenos recuerdos liberarte, llenarte de vida, de esperanzas. Viviste junto a Andrés cosas maravillosas, no las sofoques con evocaciones dolorosas y culpabilidades injustas -una sonrisa se dibujó en mi rostro- ¿Ves?, puedes sonreír, no dejes de hacerlo.

- ¿Cómo está Daniel Ricardo? -pregunté triste. Harry me miró gratamente sorprendido.

- Él está muy bien -contestó orgulloso- Hoy lo dejé un poco molesto. Desde hace días me viene insistiendo con un permiso para dejarlo ir a un paseo que está organizando el colegio, yo no estoy seguro de dejarlo ir, así que se molestó.

Guardé silencio y nuevas lágrimas salieron de mis ojos.

- No quiero verte triste -se levantó de la silla- ¿Qué te parece si salimos y damos un paseo?

- En verdad, te lo agradezco, pero no deseo salir. Hoy no.

- ¿Quieres que te deje sola? -lo miré desconsolada.

- No... no quiero estarlo -exclamé con la voz quebrada- Ya no quiero estar sola... no quiero estarlo más.

Harry se quedó a mi lado, como lo ha hecho siempre... desde siempre.

 

 



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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