El diario de Damiana

Cinco años. Parte I

Hace cinco años me trajeron a este hospital.

Hace cinco años cuando perdí a dos personas muy importantes en mi vida y desde entonces he vivido en penumbras, rodeada de sombras y sumergida en un profundo abismo de culpa y soledad; porque sé que soy la directa causante de aquella tragedia.

Papá Ricardo después del accidente sufrió un preinfarto, la noticia para él fue tan impactante que su corazón no lo resistió y lo envió de urgencias a la clínica; su estado se agravó a tal magnitud que Adreyna debió trasladarse con él a Boston para poder practicarle una cirugía y recibir ayuda especializada. Jessica quiso acompañarlos, la pérdida de Jonathan para ella fue realmente desgarradora así que resolvió partir para poder encontrar un poco de consuelo. Antes de viajar decidieron, después de discutirlo largamente, que Daniel Ricardo debía permanecer cerca de mí y desde entonces Harry se hizo cargo de su cuidado.

En varias ocasiones vinieron a verme, pero después de algunas visitas, el doctor Benson, el psiquiatra a cargo de mi caso, dio la orden de suspenderlas, ya que luego de que ellas se marcharan, presentaba un fuerte episodio depresivo que me llevaba a intentar nuevamente el suicidio. Es que, cuando ellas venían, la culpa, el desconsuelo, el dolor me precipitaban violentamente en el abismo del sopor, del más crudo tormento, de la más cruel agonía. Siempre que Adreyna y Jessica llegaban, se sentaban frente a la cama y cariñosas intentaban reanimar a una Damiana que estaba ausente, desconectada completamente de emociones gratas; atrapada, encarcelada en sórdidos y tenebrosos sentimientos y pensamientos. Nunca les dirigí una sola palabra, ni siquiera las miraba. Todo para mí era absurdo, nauseabundo, repulsivo; nada me importaba más que mi pérdida y mi dolor.

Desde entonces nunca más volví a saber de ellos, porque así lo quise.

Nada me importaba, ni siquiera mi hijo...

Hasta mi vida me repugnaba, me pesaba, me estorbaba.

Intentaba, cada vez que tenía la oportunidad, quitarme la vida. Quería alejarme por completo del dolor que me abrumaba segundo a segundo; pero nunca tuve suerte en aquellos intentos; por el contrario, agravé aún más mi paraplejia, ya que mi último y desesperado acto suicida fue arrojarme por las escaleras. Me consumía el afán y la agonía por reunirme con Daniel, a quien extrañaba de una manera enfermiza y tormentosa.

Aquella noche del accidente, perdí todo, todo...

Nada tenía, nada me quedaba...

Solo tenía un hijo que no me importaba, al que no quería ver y por eso abandoné completamente.

Aquella noche, no solo perdí a Daniel y a Jonathan; aquella noche perdí las ilusiones, la razón, todas las ganas de vivir y desde entonces he vivido sumida en el más cruel abandono, sufriendo la pena de la implacable ausencia. La luz que se encendió en mis ojos cuando conocí a Daniel, se extinguió, hundiéndome en una aterradora pesadilla y... todavía no despierto...

El grupo médico del hospital diagnosticó Paraplejia y Trastorno Depresivo Mayor que luego dio paso a un Trastorno Depresivo Recurrente o Trastorno Distímico, algo así...

Un par de meses después, Harry se encargó de mi caso y desde entonces ha sido mi doctor, mi amigo y mi único compañero.

Después de ese último intento de suicidio, estuve por muchos meses inconsciente. El fuerte golpe recibido me produjo una fractura craneal que me dio el descanso que tanto anhelaba. No sé cuántos meses fueron, no podría decir cuántos, no lo sé, sólo sé que fueron muchos... Igualmente, mi mente evadía la realidad sumergiéndome profundamente en penumbras; mis pensamientos y mi razón estaban hundidos en el completo aturdimiento.

Fue difícil volver a tener conciencia de aquella desastrosa realidad; de una realidad que me negaba a aceptar. Pero poco a poco, gracias a la gran ingesta de medicamentos y al cuidado, compañía y apoyo permanente de Harry, pude tener nuevamente conciencia de la realidad y de mi indeseable existencia.

Hace tres años aproximadamente regresé al mundo que tanto me empeñé en eludir... Harry logró lo que se creía imposible.

Estuve... relativamente estable por un tiempo. Nada me importaba, así que todo marchaba "normal". Al principio tuve fuertes altercados con Harry. No lo quería cerca de mí, me estorbaba su presencia, su compañía, sus cuidados.

¿Por qué?, no lo sé. Realmente, no lo sé.

Solo sé que no quería tener cerca a nadie que me recordara mi vida pasada, una vida que me fue arrebatada cruelmente, en la cual era dichosa, feliz. Y al ser Harry uno de los que más bienestar y consuelo me había brindado en ese pasado, paradójicamente se me convertía en una permanente tortura, en el blanco de todos mis rechazos, vilipendios y agravios.

Sin embargo, no desistió, ni se rindió.

Firme, persistente, perseverante, incansable, pero sobre todo muy, muy, muy, muy paciente, soportó todos mis devaneos y todas mis groserías.

Hoy...

Hoy no sé qué sería de mí sin él...

No quiero ni siquiera pensarlo...

Es mi apoyo, mi fortaleza, mi cayado.

A su lado me siento libre de mis penas, de mis tristezas, libre de mí misma...

Hace cinco años, la sola idea de recordar aquel accidente me producía tanta ansiedad, tanta angustia, que prefería evadirme... enclaustrarme en un vacío insípido, oscuro...

Hoy... el recuerdo lastima, pero... de la mano de Harry es tolerable, digerible, llevadero.

 

 

 



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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