El diario de Damiana

Julio 02. Una rosa roja

Esta mañana entró Harry en mi habitación, traía en sus manos una hermosa rosa roja.

- Buenos días, ¿cómo amaneció mi paciente favorita? -saludó colocando la rosa en mis manos.

- Harry, ¿qué haces aquí?, ¿acaso hoy no es tu día de descanso? -se veía tan guapo sin la bata médica, que no podía dejar de mirarlo. Hacía mucho tiempo que no lo veía sin ella y al verlo así, se despertaron recuerdos de emociones y sensaciones agradables.

- Estaba solo y aburrido en la casa, entonces decidí venir a verte.

- ¿Y Daniel Ricardo? -pregunté extrañamente preocupada.

- Ayer decidí dejar que fuera a ese paseo. Hablé con las directivas del colegio y me cercioré que sería un paseo seguro, supervisado por los profesores, con personal capacitado y responsable, así que, tomé la decisión. Él se había esforzado mucho desde que inició el año escolar, se le había convertido en una obsesión, trabajó mucho para lograr el permiso, por eso decidí premiarlo -sonrió orgulloso- Entonces, como estaba solito en esa casa tan grande, resolví venir hasta acá e invitarte a dar un paseo.

- ¿Un paseo? -pregunté emocionada- Pero, necesito un permiso, yo...

- No te preocupes por nada, ya tengo todo ese papeleo resuelto -sonreí sorprendida.

- ¿Y a dónde?

- Ah no, eso es una sorpresa, ¿quieres venir?

Desde la muerte de mi padre, yo no salía del hospital. La sola idea de ver nuevamente aquel mundo que para mí era tan lejano, tan inexistente, producía en mi cuerpo una incomprensible sensación de inquietud, intriga y exaltación. Susana me ayudó a arreglarme un poco. Era la primera vez en cinco años que me vestía con ropa diferente a mis batas y a la sudadera de ejercicios... nuevamente usaba un poco de maquillaje en mis pálidas mejillas. Fue... agradable.

En la tarde, mientras salíamos del hospital, el cual estaba ubicado en las afueras de la ciudad, un sartal de emociones se desorbitaba en mi pecho. Cuando llegamos, después de un largo recorrido por una carretera rodeada de árboles y flores silvestres, la suave brisa marina, el aliento salado del mar y el resplandor ocre de la playa solazó de tal manera mis sentidos que, por algunos segundos quedé suspendida en la nada. Harry me llevó a un acogedor restaurante ubicado cerca de la playa. En ese lugar solíamos ir él y yo cuando mi vida todavía era vida.

- ¿Recuerdas este lugar? -preguntó una vez nos sentamos.

- Por supuesto -contesté gratamente sobrecogida- Tengo agradables recuerdos de este sitio.

Fue maravilloso estar sentada ahí, contemplando el inmenso océano; ver a las personas caminar descalzas por la orilla del mar; escuchar el sonido de las olas, respirar el aire fresco, contemplar los destellos plateados de la espuma marina.

Todo era perfecto. Me sentía tranquila, renovada. Estar en ese lugar, en compañía de Harry, me llenaba de tal gozo y paz que aún en estos momentos no doy crédito a todo aquello. Aún en estos momentos siento, que todo no fue más que un hermoso sueño.

- Me encanta verte así -indicó complacido- Te vez radiante, tan serena, que me reconforta.

- Sabes... me siento... realmente me siento muy bien -manifesté encantada- Me fascina todo esto, el paisaje, ese hermoso sol, que hasta hace poco me era imposible de contemplar. A propósito, Harry, dime, ¿Qué era todo aquello que me sucedía?, ¿será que por fin me lo vas a decir? Siempre he confiado en ti, por eso aunque discutía no dejaba de tomar la medicina -me miró vacilante- Pero, anda -insistí ansiosa- Dime, ¿Qué pasa?

- Hace algunas semanas llegó al hospital un paciente con Meningitis, en su etapa crítica. A pesar de las precauciones que se tomaron y las medidas de control, el virus se esparció y, aún no tenemos claro de qué manera, terminaste infectada. Concluimos tal vez que en las áreas sociales o en alguna zona verde -lo miré sorprendida.

- Así de grave me encontraba -asintió reservado- ¿Por qué me lo ocultaste?

- La junta médica temía que, al saberte tan delicada de salud, intentaras nuevamente suicidarte, hacerte algún daño, no sé, que te rehusaras a tomarte los medicamentos, que no quisieras someterte al tratamiento, en fin, igualmente yo quise prevenir cualquiera de esas situaciones.

- ¿Cómo estoy ahora?

- Muy bien -informó satisfecho- El tratamiento fue efectivo, ni siquiera te quedaron secuelas de esa enfermedad -guardé silencio un poco consternada- ¿Qué sucede? -sonreí confundida.

- Por alguna extraña razón, me angustió saberme tan enferma... no puedo explicártelo... pero, me sentí nerviosa, preocupada.

- Eso quiere decir que, por fin te interesa tu salud -se inclinó un poco frente a mí- Eso quiere decir que estás recuperando las ganas de vivir -lo miré detenidamente, escuchando y analizando cada una de sus palabras. Era cierto, en verdad me sentía animada, entusiasmada, con un débil, aunque centellante anhelo de seguir, de continuar adelante. Sonreí nuevamente. En esos momentos me di cuenta de algo que... paradójicamente borró la sonrisa de mis labios- ¿Sucede algo malo?

- No lo sé -contesté atribulada. Mis ojos lo miraban fijamente, sin entender qué era todo aquello- Es solo que...

- Dime... ¿ya no confías en mí? -preguntó tomando mis manos- ¿Qué sucede?, anda, ¿por qué te pusiste así de pronto?

No podía, no podía decirle. Es que era absurdo, ilógico, descabellado.

- No es nada -sonreí por fin- Estoy un poco confundida. Tengo mi cabeza hecha un completo desorden, eso es todo.

- ¿Estás segura?, no sé por qué, pero creo que yo tengo algo que ver -guardé silencio nuevamente, me escudriñó detenidamente con su mirada- Sí, definitivamente tiene que ver conmigo.

- No seas tonto -evadí sutilmente- Mejor, dime, ¿Qué ha pasado contigo en todo este tiempo? -sonrió incrédulo- Si, en serio. Quiero saberlo, nunca hablas de ti.

- Hace mucho tiempo que no te interesabas en mí -corrigió.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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