El diario de Damiana

Desde hoy y para siempre. Parte II

Esa mañana entró Susana en la habitación. Estaba algo triste, un poco agobiada.

¿Te sucede algo? -le pregunté preocupada.

Es difícil despedirse de las personas. En este oficio uno no debe encariñarse con los pacientes y mucho menos con los doctores, pero es inevitable hacerlo cuando han pasado tantos años.

¿De qué hablas? -indagué intrigada- ¿Acaso te despidieron?

No -sonrió melancólica- Acabo de venir del consultorio del doctor Benson, estaba llevándole unas historias clínicas que me solicitó y lo escuché cuando le decía al doctor Parker que pronto te darán de alta -mi corazón dio un vuelco inesperado, casi mortal.

Eso no es posible. Harry a mí no me ha dicho nada -manifesté nerviosa, completamente horrorizada ante la idea de abandonar el hospital.

Según entendí, esta misma tarde te darán la noticia. Sabes, a pesar de tus malcriadeces me vas a hacer falta -sonreí asustada, aprehensiva- Lo peor es que con tu salida, perderemos también al doctor Parker.

No necesariamente. Si yo salgo de este hospital, él puede seguir trabajando aquí, no veo la razón para no seguir haciéndolo -me miró confundida.

¿Acaso no lo sabes?, ¿Aún no te has enterado? -la miré ansiosa- El doctor Parker, presentó hace unas semanas su renuncia, se va para Boston; solo está esperando la orden de alta del doctor Benson, es decir, la orden de tu salida.

Un vacío inmenso se abrió ante mis pies. Un abismo de estupor, desconcierto y agonía me atrapó inmisericorde. No podía ser cierto.

¿Es cierto lo que dices?

Por supuesto -contestó afligida- No puedo creer que no estuvieses enterada, ustedes dos son muy buenos amigos, no sé por qué no te lo informó -conversamos por unos minutos- Debo irme. Tengo mucho que hacer, solo quería darte la noticia de tu pronta salida.

Al salir de la habitación quedé sumergida en un huracán de contradicciones. Todo aquello era tan inesperado, tan absurdo. A pesar de sentirme mucho mejor física y emocionalmente, no contemplaba aún la posibilidad de salir del hospital. La sola idea me aterraba; enfrentarme una vez más al mundo exterior, en verdad, me apabullaba. Pero lo más grave, lo definitivamente terrible era la noticia de la partida de Harry.

Cómo era posible que tal cosa fuese a suceder. Él no me había informado de absolutamente nada. No, no podía ser cierto que él me fuese a abandonar. Él me había prometido que nunca me dejaría... si lo hacía no podría resistirlo.

Yo era la persona que era en esos momentos gracias a él. Sin su compañía, su cuidado, sin la ilusión de su amor, estaría nuevamente perdida. Era cierto que me negaba a aceptar lo que sentía, pero una cosa era no aceptar mis sentimientos y otra aceptar que se alejara por completo de mi vida.

No, no podía aceptarlo, no podía permitirlo.

Yo la amaba.

SI LO AMABA.

Me estaba costando muchísimo aceptarlo, reconocerlo, pero era tan cierto, tan verdadero, que no podía seguir ocultándolo más. ¡Lo amaba!

Al principio pensé que solo era agradecimiento. Ese infinito cariño que sentía por él desde que nos hicimos amigos. Que sentía una inmensa gratitud por su apoyo, por su compañía incondicional, permanente. Pero no, no era así. Lo amaba. Realmente lo amaba.

Deseaba estar a su lado. Quería estar a su lado. Pero no como antes, no como mi amigo, mi confidente. Lo quería a mi lado como una mujer quiere a un hombre. Con deseo, con pasión, con ilusión. Me detenía también el temor a herirlo, no quería lastimarlo... sobre todo perderlo como perdí a Daniel. Muchas de las personas que me quisieron salieron lastimadas y yo no quería que nada malo le sucediera. Por eso me lo negué tantas veces, por eso me lo oculté a mí misma. Igualmente, el recuerdo de Daniel seguía vivo en mí, así como el gran amor que por él sentía. Seguía convencida que, si aceptaba lo que sentía por Harry, estaba traicionándolo, faltándole, engañándolo de alguna manera.

Pero ya era inevitable. Era sumamente evidente. El temor a perderlo, a saberlo tan lejos de mí me dio el valor para aceptarlo de una vez por todas.

Una sonrisa se dibujó en mis labios. Por fin lo admitía.

Si, lo amaba.

Lo amaba.

..............................................

Impaciente lo esperé en mi habitación. Sabía que en algún momento él debía ir a verme, a darme la noticia de mi próxima salida. Estaba ansiosa, nerviosa, temblando como una adolescente.

Caía la tarde cuando salí al jardín. La inquietud se me había convertido en angustia, así que salí a tomar un poco de aire. Me senté en una banca contemplando la vieja fuente. Pensaba en todo lo que me había ocurrido; tantas, pero tantas cosas tan hermosas, tan dolorosas y siempre en cada uno de mis recuerdos estaba presente Harry. Cómo no lo pude ver antes. Desde siempre me demostró cuánto me amaba. Todo lo que sufría por no poder siquiera decírmelo. Dicen que los amigos no pueden enamorarse y siempre creí ciegamente en ese trillado discurso, completamente convencida de la imposibilidad de amar a Harry, de sentir por él un cariño más allá que el puramente fraternal. No sabía qué pensar ahora que descubría que estaba profundamente enamorada de mi mejor amigo... no sabía qué hacer.

Te estaba buscando -escuché de pronto la cálida pero inexpresiva voz de Harry.

Lo miré fijamente. Era la primera vez en toda nuestra historia, que lo veía de esa manera; que lo veía con los ojos del amor.

Y yo te estaba esperando -contesté con una frase que resumía perfectamente toda mi vida.



#7 en Joven Adulto
#175 en Novela romántica

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.