El Diario De Diana

3

 

Me voy corriendo a buscar a Miguel para pedirle una disculpa por haber faltado a clases. Sé que él no me perdonará por eso, pero no está demás disculparme. Estoy por salir del baño cuando me topo con el idiota de Alejandro. Él y yo jamás nos hemos llevado bien desde que pusimos un pie en este lugar.

 

—¿Cuál es tu maldito problema, Padilla? —me pregunta enojado.

—Yo no tengo la culpa de que estés pasando en el preciso momento en que tengo que irme rápido, Inesta —le respondo serio. Él me ve aún más molesto, luego me ve de pies a cabeza hasta que se queda viendo un punto ciego de mí. Mueve la mano intentando agarrar algo y yo me hago a un lado.

 

—¿Qué llevas ahí? No sabía que te gustaba lo rosa —se pone a reír y yo me pongo nervioso porque ha visto el diario de Diana en mi bolsillo.

 

—Es un regalo para mi prima —digo rápido y no entiendo desde cuándo me estoy justificando con este idiota. Él me ve levanta las cejas sorprendido.

 

—¿Desde cuándo el señor Padilla se preocupa por los regalos de sus familiares? Que yo recuerdé; no le llevabas nada a tu madre —me dice. Él realmente dice la verdad. Alejandro y yo fuimos amigos en la primaria hasta diversificado. Ambos vamos al mismo lugar siempre porque nuestros padres son amigos, pero él y yo dejamos de ser amigos en el momento en que yo me metí con su ex novia sin saber que era novia de él. No fue mi culpa porque ella nos mentía a ambos; y él no lo entiende. Desde entonces nos maltratamos.

 

—Este año he decido cambiar con mi familia —le respondó de nuevo y no sé por qué lo hago. Él me ve no muy convencido.

 

—Al menos estás progresando —me comenta. Frunzo el ceño.

—¿Y tú sigues saliendo con chicas doble cara? —le pregunto sonriendo y él se molesta. Suspiro.

 

—Al menos ya no tengo amigos traidores, de eso estoy seguro —me responde.

—Se puede acabar el mundo y tú seguirás creyendo que yo te traicioné cuando fue ella —le digo. Él se me acerca retador.

 

—Eres un cobarde que se mete en la falda de una mujer —me empieza a decir—. Tienes miedo a que yo te rompa la cara cuando sepa que fuiste tú quien se metió con mi ex novia.

 

—Eres tan ingenuo que por eso la perdonaste y seguiste saliendo con ella para luego decirte que ya no quería nada contigo porque ya había conocido a alguien más y tú sigues pensando que ella no te traicionó —le digo y él parece querer golpearme, pero algo nos interrumpe.

        

Se escucha voces en el baño de mujeres. Nos parece extraño porque es la voz de Rita, la ex novia de Alejandro y al parecer hablaban de nosotros. Entonces entramos al baño de hombres porque ahí se escucha mejor por el ducto que conecta los dos baños.

 

—Ellos fueron mis novios y por nada del mundo deben verme ellos dos juntos porque me van a interrogar —es realmente Rita.

 

—Aquí va a ser difícil que no te los encuentres porque ellos andan en todas partes —le dice una chica cuyo nombre no recuerdo ahora.

 

—Me lleva la tostada —se queja. Alejandro y yo nos vimos la cara.

—¿Puedo saber qué te pasó con ellos? —le pregunta la chica y yo le agradecí mentalmente.

—Bueno... Es que... Yo los engañé a ambos —responde nerviosa y Alejandro me ve sin poder creer.

 

—¿Cómo? —le dice la chica.

—Sí... Salí con los dos al mismo tiempo sin que ellos lo supieran, pero se terminaron enterando y por eso se pelearon por mi culpa; es que me gustaba los dos y no sabía qué hacer, pero por favor no se lo digas a nadie, ni a Alejandro, es que yo quiero conquistarlo de nuevo porque me arrepentí de haberlo dejado —la tengo donde quería. Alejandro me ve sin poder creérselo. Ella nos había engañado a ambos y él me echó toda la culpa a mí. Las chicas seguen hablando hasta que escuchamos que van a salir y Alejandro sale corriendo a enfrentarla. Esto es lo que quería ver hace mucho tiempo.

 

Alejandro se coloca en la parte de atrás de la puerta donde las chicas abren y no ven nada. Ambas jóvenes salen tranquilas y cuando cierran la puerta se llevan el susto de su vida al vernos frescos y recostados en la pared.

 

 —Hola Rita, hola Fernanda —digo sonriente mientras Rita se retuerce de nervios.

 —¿Qué tal su día, chicas? —me sigue la corriente Alejandro.

 —Bien... Todo está perfecto —responde nerviosa Fernanda. Rita no ha podido hablar.

 

 —Tan perfecto cuando le ves la cara a dos personas, ¿no es así? —le dice levantando las cejas.

 

 —Tú teatrito se te acabó, ratita —le digo sonriendo con victoria.

 —No me llames así —dijo molesta.

 —Eso es lo que te mereces, ¿no? Después de habernos visto la cara a los dos e hiciste que ambos nos pelearamos todo este tiempo —le dijo Alejandro poniendo un dedo en su cara. Esto se va a poner feo.

 

 —Bueno... Yo creo que me voy... Porque no tengo vela en este entierro —dice Fernanda muy nerviosa.

 

 —Tienes razón; esto es cosa de ellos porque yo ya me las arreglé contigo Rita, ¿recuerdas? Te dije que tarde o temprano todo se te iba a caer como la vez que nos dimos cuenta que te operaste los pechos —comento y ella me ve con rabia—. Las chicas como tú, no valen la pena para nada.

Ella me quiere pegar, pero Alejandro la detiene y Fernanda no puede creer todo eso. Tomo de la mano a ella y dejamos a esos dos solos. Nos vamos a la cafetería y ella se apena al ver que estamos tomados de la mano.

 

 —No temas Fernanda, no te haré daño ni nada —le digo para tranquilizarla.

 —Te juro que apenas conocí a Rita y no sabía que salió con ustedes —me dice nerviosa.

 

 —No te preocupes, gracias a ti ya todo se me está solucionando —le digo sonriendo y viendo un punto ciego.




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