Samuel y Juan se me quedan viendo sin entender qué estoy diciendo; entonces les digo que después les iba a explicar todo porque tengo que aclarar todo primero; corro para ir a la casa de Diana y que me digan la verdad ella y su hermana. Llego a su casa y empiezo a tocar el timbre y sale la madre de ellas.
—Hola, buenas tardes señora, disculpe que la moleste; ¿Está su hija Diana o Cindy? —le digo y la señora me ve soprendida.
—¿Cindy? ¿Cómo la conoces? Ella hace tiempo que no vive con nosotros, está en Corea con mi madre —me dice y eso me deja impactado.
—¿Está segura de lo que dice? —le cuestiono
—Claro que sí, a ella no la trajimos porque ella era una niña rebelde y no se quería venir, pensamos que si la traíamos ella iba a hacer locuras —me responde.
—Señora; yo no quiero causarle problemas, pero en mi universidad, yo tengo una compañera que se llama Cindy y se parece mucho a Diana y a ella no la he visto mucho —le confieso.
—No puede ser, he llamado a mi madre y me ha dicho que está allá —dice alterada.
—¿Qué pasa acá? —sale el padre de ellas. La mujer le explica lo que está pasando y el señor se incomoda; por lo que prefiero retirarme pidiendo disculpas; que quizás había confundido las cosas, pero el señor me detiene.
—Creo que no debería pasar por alto estas cosas, Cindy siempre nos ha causado problemas desde que es pequeña y no me es de extrañar que cuando mandamos a Diana un tiempo a Corea para que se sintiera mejor, se haya colado su hermana para hacer pasar por ella porque no es la primera vez que lo hace —confiesa el padre.
—Señor, eso me preocupa, ¿sabe? —le digo.
—No, Cindy jamás le ha hecho daño a su hermana; sin embargo, si le hace daño a quienes le hacen sufrir a su hermana —me dice y trago saliva preocupado. Ahora si entiendo por qué Gabriela me dijo que ellas se querían vengar. Le miento al señor y me despido, me voy corriendo porque siento que quiero vomitar y escapar de todo esto.
Llego al parque, me siento en la banca cerca de una zona de juegos para niños y me pongo a pensar en todo lo que pasamos Diana y yo. De repente empieza a sonar la canción de Maroon 5 que se llama Payphone y me pongo peor porque realmente no puedo seguir con esto. Yo nunca me había enamorado tan fuertemente de una mujer y que ahora por idiota estoy metido en un lío de hermanas gemelas. Supongo que era mi castigo por jugar con el corazón de muchas chicas y para colmo había parejas besándose por todos lados y yo con el deseo de besar a la mujer que amo. Cierro los ojos y me imagino las veces que probé los labios de esa mujer que me vuelve loco; que tiene nombre y apellido, Diana Gang; pero en vez de eso vomito porque me siento mal de todas esas noticias.
—Hola guapo, ¿por qué tan solo? ¿Estás bien? —una voz femenina me saca de mis pensamientos; abro los ojos y la veo confundido porque nunca la había visto; me limpió la cara y me da vergüenza que ella vea eso en el pavimento.
—Hola, perdón que te diga esto, pero no sé quién eres y que pena contigo que mires esto —le digo apenado. Ella sonríe.
—No te preocupes, siempre he sido olvidada; además hace tiempo que tú y yo no nos hemos visto; y veo que, si estás un poco mal, toma —me dice y yo me confundo, me da una botella de agua para limpiarme y tomar.
—¿Te conozco? —le pregunto y tomo la botella, limpio mi cara.
—Sí, desde la primaria; soy Rebeca, Rebeca Jiménez —me responde y mi memoria empieza a maquinar. Es verdad; Rebeca fue mi mejor amiga cuando estábamos en la primaria. Ella fue la única que me respetaba y jugaba conmigo; bebo y limpio un poco el pavimento del parque.
—¿Rebeca? ¡Increíble... cómo has cambiado! —le digo sorprendido y ella me abraza.
—Pensé que no te ibas a recordar de mí —me dice.
—¡Es que estás diferente y por eso no te reconocía, pero estás hermosa! —le digo emocionado. Realmente me alegra verla porque ella a pesar de todo fue mi única amiga y fue a la única que nunca traté de besarla ni nada a pesar de que fue mi primer amor. Rebeca era morena.
—Y tú también estás guapo, si te ha pegado fuerte la pubertad —me dice molestando en broma.
—A ti también, pero cuentame; ¿qué es de ti? Y que vergüenza que me veas así —le digo.
—Pues me voy a casar y no tengas pena, suele pasar —y me enseña el anillo de compromiso.
—¿En serio? ¡Increíble! —le digo sin poder creer e ignorando lo otro.
—Sí, ni yo me lo creo —me dice sonriente. Eso era lo que me agradaba de ella. Siempre era sonriente y eso me llenaba de alegría.
—¡Felicidades entonces, me alegra mucho! —y la abrazo con tanta felicidad. Ella se empieza a reír. Pero de repente nuestra felicidad se vio cortada por una voz de celos y furia.
—¡Genial! Si no es Clara, es otra mujer y tú nunca cambias. ¡Me mientes diciendo que me amas y mirate! ¿Qué jodidos quieres, Lucas? ¿Seguir arruinándome la vida? —Rebeca y yo la vimos sorprendidos y luego nos vimos la cara. Jamás había visto a Diana de esa forma. Y yo no podía hablar.
Diana realmente me confunde con su actitud. Ella me dice que no quiere nada conmigo y luego viene, me hace unas escenas de celos y me dice que yo no nunca voy a cambiar. ¿Qué es lo que tengo qué hacer para que ella me crea por completo? Pero a la vez me da miedo ahora que se toda la verdad.
—Diana tranquila, esto no es lo que tú piensas —le digo para calmarla.
—¿Entonces qué es porque no veo explicación? —me pregunta molesta. No sabía por dónde empezar.
—¿Ella es tu novia, Lucas? —pregunta Rebeca y Diana se le queda viendo confundida.
—Eh... bueno... —estaba nervioso y Diana me interrumpió.