El Diario de Estrellita. En busca de un padre.

1. Una vida sin descanso.

Mariana había aprendido a sobrevivir desde muy joven. Tras salir del orfanato, la vida no le había dado tregua. A sus apenas diecinueve años ya cargaba con más responsabilidades que muchas personas adultas. De día estudiaba medio tiempo gracias a una beca que apenas cubría lo esencial, y de noche trabajaba como mesera en un club nocturno, buscando la manera de sostenerse por sí sola. Su vida estaba marcada por el esfuerzo, el cansancio y la esperanza de que algún día las cosas serían mejores.

No estaba completamente sola. En medio de su lucha había encontrado a Lorena, una muchacha alegre y soñadora que se convirtió en su amiga más cercana desde que eran niñas en el orfanatorio las Carmelitas, sin embargo se habian alejado cuando Lorena fue adoptada, no obstante volvieron a encontrarse. Vivían juntas en un pequeño apartamento, compartiendo gastos y confidencias. Lorena, siempre optimista, había insistido más de una vez en que Mariana debería estudiar un curso intensivo de pastelería. “Quizás con eso podamos encontrar un trabajo más digno”, le repetía.

Mariana solía dudar. El trabajo en la discoteca, aunque duro y desgastante, era un ingreso fijo. —Si dejo el trabajo, ¿crees que podremos pagar el apartamento?—, le preguntaba a su amiga con preocupación. Lorena la entendía, y aunque le dolía verla sacrificarse tanto, también sabía que la situación económica no les permitía correr riesgos.

Aun así, Mariana se las ingeniaba. Le gustaba preparar dulces, cupcakes y pudines que vendía por encargo. Poco a poco había empezado a ganarse clientela: compraba empaques, los decoraba con delicadeza y entregaba los pedidos con una sonrisa cansada, pero sincera. Era un esfuerzo adicional, pero le permitía sentir que, al menos en ese pequeño negocio, estaba construyendo algo propio.

Una mañana, mientras Mariana estaba en la cocina preparando unos cupcakes para entregar, Lorena entró al apartamento radiante de felicidad. Aplaudía y reía como una niña.

—¿Qué sucede? —preguntó Mariana, sorprendida.

—¡Me voy a casar! —exclamó Lorena con los ojos brillantes—. ¿Puedes creerlo? Mario me propuso matrimonio, y acepté. Estoy muy feliz, de verdad.

Mariana quedó inmóvil por unos segundos, con una mezcla de sorpresa y desolación.

—¿Casarte?... vaya, me alegro por ti, de verdad.

Lorena, emocionada, se acercó y tomó las manos de su amiga.

—No quiero dejarte sola, Mariana, pero si me caso tendré que mudarme.

El corazón de Mariana se apretó. Aquellas palabras eran un golpe que no esperaba. Habían compartido tanto, habían luchado juntas para mantenerse a flote, y ahora tendría que enfrentarse a la realidad de pagar el apartamento por sí sola. Pero no podía mostrar egoísmo frente a la felicidad de su amiga. Forzó una sonrisa.

—No te preocupes. Tú sé feliz, Lorena. Yo me las arreglaré.

—¿Y tú? —preguntó Lorena, casi en un susurro—. ¿Cuándo te vas a enamorar?

Mariana negó suavemente con la cabeza.

—Enamorarme no es una opción por ahora. Necesito levantar la cabeza y seguir trabajando. Tú sabes cómo es esto.

Lorena suspiró.

—Tienes mucha razón…

Ambas se abrazaron con fuerza. Mariana intentaba transmitir calma, pero por dentro sentía una mezcla de tristeza y soledad anticipada. Lorena, en cambio, se debatía entre la emoción y la culpa. Amaba profundamente a Mario, y él a ella, tanto que ya habían decidido casarse e irse juntos fuera del país. Pero Mariana aún no lo sabía. No era el momento de decirle que pronto se quedaría sin su amiga, ya que se iría del pais. Esa noticia tendría que esperar.

Por ahora, lo único cierto era que los caminos de ambas estaban por separarse, aunque sus corazones aún estuvieran unidos por la amistad y el cariño sincero.

***

Mariana terminó de desayunar aquella mañana y se dio una ducha rápida. Se colocó una falda larga que rozaba sus tobillos, unos Converse desgastados, y una blusa de botones color claro. Se sujetó el cabello en una cola alta, tomó su bolso y un pequeño empaque con algunas donas que habían quedado del día anterior: las llevaría como donativo al orfanato donde había crecido.

Al salir del apartamento, montó su bicicleta y pedaleó con calma rumbo a la casa hogar. El viento le golpeaba suavemente el rostro y, aunque sonreía al mirar el camino, en el fondo de su corazón se sentía nostálgica. La noticia de que Lorena, su amiga de toda la vida, pronto se marcharía, le pesaba en el alma. Ambas habían crecido juntas en el orfanato y, después de años sin verse, el destino las reunió en aquel club nocturno donde Mariana trabajaba. Sin embargo, el destino volvía a separarlas. “Así es la vida”, se repetía en silencio.

Cuando llegó a la entrada del orfanato de las Carmelitas, aparcó su bicicleta y pidió permiso a la directora para visitar a los niños. En cuanto la vieron, corrieron hacia ella sonriendo y aplaudiendo. Mariana les entregó las donas, y pronto se vio envuelta en juegos y risas, como si el tiempo no hubiera pasado. Allí, entre esas paredes donde había crecido, siempre encontraba paz y felicidad.

Por la tarde, de regreso a su apartamento, abrió la puerta y se sorprendió al encontrar a Mario, el novio de Lorena, sentado en el sofá, vistiendo únicamente un short.

—Discúlpame —dijo él, algo incómodo—. No pensé que llegarías a esta hora.

Mariana arqueó una ceja y preguntó con calma:

—¿Y Lorena?

—Salió a comprar unas cervezas —respondió el hombre con naturalidad. No sin antes mirar a Mariana de manera lujuriosa.

Ella decidió retirarse a su habitación, pero antes Mario la detuvo:

—Lamento que Lorena y yo hayamos decidido casarnos. Perdón por… llevártela.

Mariana lo miró fijamente unos segundos y respondió con serenidad:

—Tranquilo, sé que ustedes se aman.

Mario sonrió con cierta soberbia.

—Así mismo es… aunque ella me ama más.

La muchacha lo observó confundida, sin pronunciar otra palabra, y cerró la puerta de su habitación. Tomó una ducha ligera, luego se sentó frente a su mesita y miró su viejo teléfono. Tenía una llamada perdida de su jefe. “Quizás esta noche toque quedarme hasta el amanecer”, pensó. Aunque el cansancio le pesaba, el dinero extra siempre era necesario.



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En el texto hay: milagros de vida, trizteza, romcerosa

Editado: 27.10.2025

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