El diario de Ethan (híbridos 0.1)

Día 5

Habiéndote contado que W.U.U.C tiene la capacidad de borrarles los recuerdos a las personas e implantarle otros falsos, seguro te preguntaras por qué no alteraron mi memoria apenas me atraparon.

Verás, el proceso es relativamente nuevo. Sí, sé que se rumoreaba que era posible desde hacía muchísimos años, por ejemplo con el proyecto MK-Ultra y acusaciones sobre proyectos secretos a agencias de inteligencia de grandes potencias, pero nunca fue aceptado o confirmado de forma oficial.

Cuando el mundo se fue al carajo, no hacía mucho tiempo se había comenzado a reconocer públicamente que ahora era posible alterar los recuerdos de un individuo a voluntad. Hubo mucho debate sobre la ética y la moral, sin embargo eso pasa a un segundo plano ahora. Que era posible, lo era, aunque no fuese visto como algo correcto, más aún estaba en primeras instancias. El borrado de mentes era la parte fácil, lo que causaba más dificultades era el implantar recuerdos nuevos a los pacientes.

Cuando yo llegué a W.U.U.C habían mejorado mucho en ese ámbito, aunque preferían usarlo solo para las casas en su fase de prueba y error, porque aún no era infalible. Recién ahora, cinco años después de mi llegada, se está comenzando a perfeccionar este método. Irónicamente gracias a muchas personas que tarde o temprano podrían acabar en las casas.

De todas formas, lo importante en las casas no es tanto que recuerden cosas (falsas) de su infancia, sino que no recuerden nada de antes de ser enviados acá, y que sepan lo justo y necesario del lugar en el que están.

O sea que sí a mí me hubiesen borrado la memoria para hacerme creer que he trabajado siempre para ellos, no les habría resultado al cien por cien y quedarían demasiadas cosas en blanco en mi memoria, por lo que tarde o temprano terminaría dándome cuenta. Fue más fácil utilizar otros métodos más “comunes”, y mantenerme bajo vigilancia.

Aclarado esto, continuaré con mi relato.

Estábamos entre el yunque y el martillo.

Un híbrido estaba parado frente a nosotros, tapándonos la salida. Tenía sangre seca en el rostro, y vestía solo una camisa blanca desgarrada y sucia. Sus piernas eran extrañas, como las de un fauno… pero sin tanto pelo. Mi primer encuentro con ellos me había tomado por sorpresa: el bicho tenía rostro humano, ojos humanos, manos, dedos…

Mientras tanto, desde atrás varios más se iban acercando lentamente. Se miraban entre ellos, como si pudiesen comunicarse con la mirada. Esperaban la señal para atacar.

Mamá reaccionó en un segundo. Disparó al híbrido que tapaba la puerta en la cabeza y salimos, mientras los demás aullaban y saltaban detrás de nosotros desesperados por cazarnos. Conté cinco, aunque no podría decir con exactitud cuántos se cruzaron en nuestro camino luego de salir.

Corrimos sin detenernos y sin mirar atrás. Mamá mataba cualquier cosa que se interpusiera en nuestro camino. Todas las balas dieron en el blanco, no desperdició ninguna.

Seguimos hasta llegar al estacionamiento que estaba frente a nuestro departamento. Era un edificio gigante que contaba con primer piso, planta baja y subsuelo, y con sus respectivas rampas manchadas de un sospechoso líquido oscuro. Fuimos hacia abajo sin dudarlo.

Ahí había una camioneta tapada con una sábana blanca, y me sorprendí cuando mamá corrió hacia ella, sacando una llave del bolso de los suvenires, en lugar de a nuestro auto.

—Subí y traba la puerta. Ni se te ocurra abrir las ventanas. —La obedecí al instante. Si sobrevivíamos después podía preguntar todo lo que quisiera.

Los híbridos llegaron corriendo desesperados. Una docena, más o menos. Mamá subió a la camioneta y encendió el motor, pero no arrancó.

—¿Mamá? —Me daba miedo la cara de mi madre. Era de frialdad absoluta, parecía no importarle nada. En cambio la mía debía ser el retrato del pánico.

—Agárrate fuerte. —Dijo, y aceleró. No reaccioné al instante, así que casi me estampo contra el vidrio. Observé al frente mientras me agarraba con las uñas del asiento, y vi a los híbridos saltando contra la camioneta. Grité, pero enseguida me di cuenta de que los vidrios estaban reforzados y no podían entrar.

Aún hoy tengo pesadillas con lo que viví ese día.

Salimos del estacionamiento al escenario de una batalla campal. No entraré en detalles. Era demasiado. Aún peor que los pasillos de mi edificio. Solo diré que los pocos híbridos que todavía quedaban en las calles saltaban sobre nosotros intentando alcanzarnos.

Eran muy veloces, sin embargo pronto logramos dejarlos atrás.

Anduvimos por horas hasta que anocheció, y nos estacionamos en una zona alejada para no llamar la atención. Mamá sacó unas aparatitos cuadrados de debajo del asiento y las pegó en las ventanas, donde hicieron un ruido y oscurecieron los vidrios. Recuerdo haberlo visto en una publicidad no hacía mucho tiempo antes, cuando los híbridos eran solo un rumor lejano que nunca llegaría a nuestro país…

Mamá encendió una linterna.

—¿Estás bien? —Preguntó— ¿Querés ir al baño? ¿Necesitas algo?

—No… —Respondí a las tres preguntas. Seguía aterrado a pesar de estar a salvo.

—Bueno. Si querés algo me avisas. —Dijo bajando la voz—. Atrás los asientos están adaptados, por si querés dormir… —Señaló la parte trasera de la camioneta, donde los sillones formaban una cama incomoda. Me sorprendió también ver unos cuantos bolsos apilados en el baúl. Tardé unos segundos en asimilar en toda su magnitud lo que ocurría.

—Mamá, ¿vos sabías lo que iba a pasar? —La increpé. Ella dejó escapar el aire como si hubiese estado esperando esa pregunta.

—Sí… unos viejos compañeros me habían avisado lo que pasaba y me aconsejaron prepararme.

—¿Y papá? —Mis ojos se llenaron de lágrimas— ¿Sabías lo que pasaba y lo dejaste ir igual a la marcha? —En el momento que salimos del estacionamiento me di cuenta de que papá había muerto. No tenía ninguna posibilidad.




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