El diario de Ethan (híbridos 0.1)

Día 6

Casi una semana ya. Es impactante lo exacto que es todo. Cada detalle, hasta el sonido de una mosca volando en la habitación. Todo igual todos los días. Es increíble y espantoso a la vez. Cualquier persona podría volverse loca viviendo así, intentaré que no me suceda a mí. Al menos el tiempo suficiente para terminar esto.

Pasamos una semana andando por las calles sin pararnos en ningún lado. Sin incidentes. Por las noches escondíamos la camioneta en algún lugar oscuro y colocábamos el aparato ese de mamá en los vidrios. Tintor, dijo que se llamaba. Dormíamos y comíamos ahí dentro. Para lo único que salíamos era para ir al baño, y lo hacíamos por turnos. Mientras uno iba el otro vigilaba, y así.

Había intentado ponerse en contacto con sus amigos sin éxito.

Mamá conducía siempre recto. No decía a dónde íbamos, no sé si lo sabía con exactitud. Lo más probable es que estuviera buscando alejarse del centro de la ciudad y hallar algún lugar que nos sirva de refugio…

Y lo encontramos.

Tras unos días andando sin rumbo específico, llegamos hasta un supermercado que después del desastre con los híbridos nadie vigilaba. Mamá entró primero mientras yo la esperaba en la camioneta, que estaba oculta. Al rato salió con dos personas, sobrevivientes que pensaron que sería una gran idea esconderse ahí. Había comida, baños, ropa, las puertas eran bastante resistentes… en fin. Era un muy buen lugar para esconderse por un tiempo, decían, aunque no eterno.

Las dos personas aguardaron a mamá en la puerta mientras ella venía por mí, que veía todo desde la ventana del acompañante. Bajamos algunas cosas y dejamos otras ahí, por las dudas. Solo nos llevamos lo justo y necesario, incluyendo un par de armas.

Llegamos con los desconocidos, que se presentaron como Adrián, un chico pálido de ojos rasgados, pelo y ojos oscuros. Y Lima, una hermosa chica rubia de ojos claros, bastante jóvenes los dos. Apenas parecían tener veinte años. Eran muy buenas personas, enseguida me hice amigo de ellos. Y a mamá, aunque al principio desconfiaba, también terminaron agradándoles.

Entramos al supermercado junto a ellos y subimos al primer piso. Ahí había dos personas más, más grandes que Adrián y Lima. Eran también un hombre y una mujer.

El hombre aparentaba unos cincuenta años. Era colorado, de ojos claros, con una mirada profunda. Alto y musculoso, parecía el tipo de persona al que no te convendría molestar en un mal día. Se llamaba Carlos.

La mujer era de tez morena, pelo oscuro y ojos marrones, tendría unos cuarenta y pocos, y era tan delgada y frágil que parecía que el viento se la llevaría en cualquier momento. Su nombre era Susana.

El grupo había improvisado un pequeño campamento, saqueando las carpas de acampada de una tienda cercana. También habían reunido gran parte de la comida no perecedera, ropa y linternas.

Ninguno de ellos se conocía de antes, nos contaron, excepto Adrián y Lima que eran amigos desde hacía tiempo.

Nos recibieron con los brazos abiertos, felices de encontrar personas con vida, y más aún cuando se enteraron del antiguo trabajo de mamá.

Éramos un grupo prometedor y fuerte. El único débil ahí parecía ser yo. Y claro, era el más chico.

Mamá me prometió que cuando pudiera me enseñaría a usar armas. Pero que mientras tanto permanezca cerca de ella, y llevara un cuchillo como seguridad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.