Ayer no pude escribir. Mi “esposa” me vigilaba muy de cerca. Creo que ya se dieron cuenta de lo que hice, o lo sospechan, y están buscando más pruebas para eliminarme. Tengo que cuidar mis movimientos.
Debo apresurarme en seguir contando mi historia. No sé de cuánto tiempo dispongo aún, solo espero poder contar todo lo importante.
Pasamos tres meses en ese supermercado sin incidentes importantes.
El lugar tenía un aspecto confortable. Teníamos nuestro pequeño campamento armado, rutinas implementadas. Producía una agradable sensación estar ahí. Nos daba esperanzas de que, a pesar de todo, podríamos tener un futuro. Si nosotros nos salvamos, existía la posibilidad de que se hubieran salvado más personas, y el mundo podría poco a poco recuperar su curso.
Por suerte nos llevábamos bien, éramos un buen grupo, por lo que terminamos haciéndonos amigos sin mucha dificultad.
A Adrián le gustaba hacerles bromas a los demás. Parecía un niño. Creo que lo hacía para que no nos sintiéramos tan mal en ese mundo acabado. Un poco de humor para seguir adelante. Aunque también era valiente si tenía que serlo, y muy decidido.
Lima… la bella Lima. Era hermosa. Su cabello era rubio, largo y ondulado, y tenía unos bellísimos ojos verdes. Recuerdo que estaba perdidamente enamorado de ella. Y ella siempre me sonreía. Hasta algunas veces se ofrecía a leerme algo, o a jugar conmigo, y yo me babeaba como un tonto.
Adrián también estaba enamorado, aunque ella nunca se dio cuenta. Nunca lo vio de esa manera.
Cuando conocí a Carlos creí que sería una especie de sargento, igual que mamá en sus días malos. Y aunque era un poco malhumorado algunas veces, era de buen corazón.
Susana era dulce, pero muy miedosa. Temblaba como una hoja ante el menor rumor del viento. No entendía cómo había conseguido llegar tan lejos, aún a mi edad. Pensaba que quizás hubiese estado con más personas poco antes, y que ella había sido la única sobreviviente. La tristeza que había en sus ojos cuando creía que nadie la miraba me decía que había perdido mucho en muy poco tiempo.
Como todos en general.
Nadie hablaba del pasado. Bromeábamos con el presente y el futuro inimaginable. Pero lo que pasó antes de que todo comenzara, era demasiado triste como para recordar.
Mamá se llevaba bien con todos, menos con Susana. Le parecía demasiado débil. No es que le cayera mal… es que creía que sería un lastre en un momento de tensión.
Y al final tan errada no estaba.