El diario de Ethan (híbridos 0.1)

Día 31

Esa fue la primera vez que escuchamos algo sobre la United World. Carlos no creía en ninguno de los rumores, pero mamá tenía sus dudas. Dicen que todo mito tiene su pizca de verdad.

En unas pocas semanas logramos adaptarnos a nuestra nueva situación, aunque no todos nos sentíamos cómodos. Primero estaba el miedo: algunos, por no decir todos, teníamos miedo de encariñarnos demasiado y que todo volviese a derrumbarse sin que podamos hacer nada. Si algo habíamos aprendido era que no debíamos confiarnos.

Y en segundo lugar estaban Charlie, y sus reglas.

Viniendo de la libertad absoluta con la que contábamos afuera, tantas reglas nos parecían apabullantes. Pero si nos queríamos quedar, debíamos cumplir. Al fin y al cabo estábamos más seguros ahí. Entendíamos el hecho de que una sociedad necesitaba reglas para funcionar, pero algunas no eran del agrado de muchos. Reglas y una mini guía que nos fueron otorgadas luego del interrogatorio, y que debimos aprendernos prácticamente de memoria. Estas son algunas de las que recuerdo:

-No salir del campamento sin avisar.
-No salir solo/a del campamento.
-Si alguien quiere salir del campamento debe tener un permiso firmado del líder, Charlie.
El líder se reservará el derecho de otorgar o no el permiso de salida, y considerar si enviarlo junto a un compañero escogido por él.
-Todos deberán cumplir con alguna tarea en favor de la comunidad. (Con algunas excepciones como la gente mayor o el líder, entre otros)
-Todas las provisiones se guardan en un solo lugar, custodiado día y noche por guardias armados. Cada persona, o grupo de personas, recibirán su ración diaria siempre y cuando cumplan con su trabajo semanal.
-Una vez al mes se organizan expediciones fuera del campamento para conseguir distintos recursos.
-No se puede abandonar el campamento si adeuda provisiones.
-Si una persona se va de la comunidad sin permiso, se le prohibirá el regreso.
-Si alguien intenta algo en contra de los habitantes, de la comunidad, o de su líder, se decidirá un castigo justo dependiendo de la gravedad del delito.
-Cuando el líder quiera dar un anuncio, todos los habitantes, sin falta alguna, deberán presentarse.
-Se tomará lista de los habitantes casa por casa al mediodía y al anochecer, todos los días.
-No están permitido portar armas dentro de la comunidad, a menos que sean miembros de la seguridad.
-Si una persona o un grupo de personas decide abandonar de la comunidad, deberá pedirle permiso al líder.

Estas mismas reglas estaban pegadas en un afiche junto a la puerta de entrada, en la oficina de Charlie (que era la parte de atrás de una vieja combi blanca), y otro en la puerta del almacén, dos viejos colectivos sin ruedas; uno con alimentos y cosas esenciales para la vida cotidiana, y el otro con armas y recursos más difíciles de conseguir (incluyendo alcohol, placer solo permitido para el líder y su grupo selecto de amigos o para ocasiones especiales).

Charlie era un tipo listo que escogía sus amistadas con cuidado. Eran personas importantes a las que les daba beneficios a cambio de su seguridad y la de su puesto, entre otras cosas. El jefe de seguridad, la encargada del almacén… Además, tenía espías para controlar a la gente.

Durante el interrogatorio, a Adrián se le escapó el antiguo trabajo de mamá (ella había decidido omitir esa parte), y los ojos de Charlie se iluminaron al ver a otra potencial aliada aparecer…

No nos fue demasiado difícil asentarnos al lugar, más allá de sus reglas. Ya nos habíamos acostumbrado a vivir dentro del colectivo. Pero no nos gustó que nos sacaran las armas y la comida que llevábamos con nosotros. Nos hacía sentir indefensos, ya que dependíamos plenamente de la comunidad para subsistir.

Aunque a mamá se le ocurrió esconder algunas cosas dentro de los pocos asientos que no habíamos sacado del colectivo como resguardo. Ella siempre estaba un paso adelante.

A la semana la mayoría de nosotros ya teníamos un trabajo o estábamos camino a conseguirlo: Lima se había ido para el lado de la naturaleza, aprovechando la experiencia que tenía de la quinta decidió ayudar con los cultivos. Adrián en un principio pensó en unirse a cultivos para estar junto a Lima, pero luego cambió de opinión y decidió unirse al grupo de exploración. Creo que al fin había comenzado a aceptar que lo de él y su amiga jamás llegaría a más y dejó de intentarlo.

Alejo se unió al grupo de seguridad, Carlos y mamá lo acompañaron diciendo que querían estar ahí para controlar y saber más sobre lo que pasaba. Josefina no tenía ningún trabajo en específico, dada su edad, pero le gustaba ayudar con los cultivos. Eduardo participaba de la limpieza, Thalía se sumó al grupo de constructores, y yo escogí trabajar con los doctores de la comunidad: Alberto, un médico retirado de 70 años, y Mariana, una mujer de unos treinta años que había aprendido de él durante el tiempo que llevaban ahí. Me recibieron felices de que alguien joven se interesara en esa área, diciéndome que el futuro necesitaría más médicos.

Con Alberto aprendí mucho de medicina en el breve tiempo que estuvimos ahí. Gracias a él pude hacer cosas de las que nunca me creí capaz. Y no solo me enseñó a curar enfermos, o a suturar bien una herida, también me enseñó a ser mejor persona. Me enseñó que, a pesar de que el mundo se haya vuelto hostil, no hacía falta que yo lo hiciera también. Si todos nos convertíamos en aquello de lo que huíamos, la humanidad estaría realmente perdida.

Todavía extraño nuestras charlas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.