Pasó el primer mes, sin incidentes. Charlie no volvió a hablar con mamá, ni siquiera la miraba. Alejo y Lima descubrieron una forma de salir de la comunidad sin ser vistos, en una parte rota de la cerca lejos de la puerta de entrada. Así que ellos, Adrián, Thalía y yo comenzamos a escabullirnos algunas noches para pasear por el bosque un rato.
Era peligroso, sí, pero hermoso. Después de tantas reglas, de tantas rejas, nos sentíamos libres con ver un poco de verde. En ocasiones llevábamos algo de comida que lográbamos reunir de nuestras raciones. Siempre con cuidado, ante cualquier ruido extraño nos escondíamos, y regresábamos antes del amanecer para que nadie notara nuestra ausencia.
Por mi parte, comencé a seguir a Charlie siempre que podía, o si lo veía raro. Así descubrí que hablaba por radio, o walkie talkie, con alguien de afuera de la comunidad. Aunque decidí guardarme la información para mi hasta no tener más datos. No quería alarmar a nadie en vano.
Había demasiada calma. Mamá me dijo un día: "cuando sientas que las cosas van demasiado bien, desconfía". Y en la mayoría de los casos que puedo recordar, tenía razón.
Un día una patrulla vio a un grupo de híbridos acercándose lentamente a la comunidad.
Sentí un sudor frío recorrerme la espalda cuando me enteré, creí que todo volvía a pasar, que perdíamos todo de nuevo... Pero me tragué el miedo y le hice frente lo mejor que pude. Pensé que esa vez las cosas serían diferentes. Los habían visto a los híbridos, sabíamos que se acercaban y podíamos hacer algo para defendernos.
Charlie llamó a todos para hablar.
— ¿Qué vamos a hacer ahora? —Preguntó un hombre.
— ¡Esto nunca había pasado antes! —Chilló una mujer.
— ¿Nos habrán descubierto? —Una y otra vez se alzaban voces entre la multitud preguntando cosas similares. La preocupación nos invadía a todos.
—Tranquilos... —los silenció Charlie levantando las manos— Esa es la clave. Ellos no saben que estamos acá —Dijo con calma—, esa es nuestra ventaja. Tenemos que escondernos y hacer el mayor silencio posible. Mientras, algunos de nuestros hombres y mujeres de seguridad, que han demostrado ser excelentes durante el tiempo que llevamos acá, se colocarán en lugares estratégicos para vigilar a las criaturas. Si tenemos suerte tomarán el silencio como un indicio de que no hay nadie y se irán. Y, en cualquier caso, tenemos con que hacerles frente. Son unos cuantos, pero no demasiados para nosotros... Confíen en Mario, nuestro jefe de seguridad. Él está seguro de que todo irá bien, y yo confió en él.
La gente aceptó positivamente el discurso de Charlie, y marcharon lentamente a sus casas para esconderse. En el grupo también decidimos hacerlo, excepto mamá que decidió servir de apoyo en la cerca.
Las siguientes dos horas transcurrieron en un silencio abrumador. No sabíamos qué pasaba, si los híbridos ya habían pasado, si habían seguido de largo, o si algo había fallado. La espera era terrible, la incertidumbre por saber qué sucedía. Si vivíamos un día más o no.
Golpearon la puerta y el sonido sonó como una explosión. Nos sobresaltamos, y nadie se atrevía a acercarse y abrir.
—Soy yo, abran. —Dijo mamá desde el otro lado. Carlos la dejó pasar.
— ¡¿Y?! ¡¿Qué pasó?! —Preguntó Adrián en susurros, más por miedo que por otra cosa.
—Todo perfecto —Respondió ella—. Los híbridos miraron para acá, pero al final siguieron de largo. Parecía como que huían de algo. Aparentemente el plan funcionó a la perfección. Solo tenemos que seguir en silencio por unos días, para darles tiempo de que se alejen lo suficiente. También van a haber más patrullas.
Al final los días pasaron y no tuvimos más noticias sobre ellos. Un explorador dijo haberlos visto alejándose con rapidez, como si huyeran de algo. Quizás por eso no nos atacaron.
Porque estaban escapando de algo peor.