Déjame darte un pequeño concejo: nunca des nada por sentado.
La vida es imprevisible.
Lo primero que recuerdo luego de que los híbridos salieran de entre los árboles es sangre, seguido por gritos, y finalmente dolor. Un agudo dolor en mi hombro izquierdo.
Había muchísima sangre, y no podría asegurar con exactitud de quién era.
Estoy seguro de que Santiago murió luego de que nos atacaran por la espalda. A pesar de la ayuda de Carlos, no llegamos a tiempo al colectivo. De hecho, a mitad de camino debimos separarnos.
Yo me quedé atrás cubriéndolos con el arma, hasta que me hirieron en el hombro y comenzaron a rodearme.
Entonces tuve que correr.
Me metí entre los árboles y corrí hasta más no poder, desmayándome por el dolor y el cansancio, aunque sé que penetré bastante en la arboleda.
Cuando desperté, mucho más tarde, me sorprendí al encontrarme con dos ojos grandes color miel que me observaban con curiosidad desde un hermoso rostro de tez caribeña.
— ¿Estoy muerto? —Fue lo primero que pregunté. El rostro de la desconocida me regaló una sonrisa.
—No, aunque por poco. —Contestó con dulzura.
Percibí algo extraño en ella, aunque no logré identificarlo en un primer momento.
— ¿Dónde estoy? —Pregunté— ¿Quién sos?
Ella se sonrojó y se alejó un poco de mí, así que pude verla mejor. Su cabello era castaño oscuro, largo y enrulado. Sus ojos eran grandes y brillantes, y tenía unas estrellitas de colores pintadas a sus costados. Me pareció bellísima.
—Estás en mi refugio —Contestó, señalando con su mano alrededor, donde dos árboles altos habían crecido formado una pequeña cueva de hojas y ramas—. Te encontré mal herido y te traje hasta acá.
—Gracias —Contesté— ¿Cuál es tu nombre?
—Estrella.
—Lindo nombre.
—Gracias —Contestó con timidez— ¿Y vos cómo te llamas?
—Ethan.
—Es bonito.
—Gracias... —Era muy simpática la chica, y me sentía agradecido con ella por salvarme. Pero lo único que quería era volver con mi familia. Se lo dije, intentando no sonar desagradecido—. ¿Estamos muy lejos del lugar en el que me encontraste?
—Más o menos —Contestó, enredando un mechón de pelo con su dedo—. Se puede llegar en una hora aproximadamente.
— ¿Cómo me encontraste? —Pregunté entusiasmado— ¿Podrías llevarme al lugar? Quizás pueda encontrar a alguien, o seguir el camino hasta encontrarlos.
—No podemos regresar ahí, Ethan, no todavía.
— ¿Por qué no?
—Estás herido, y el lugar en donde te encontré está cerca de un campamento de animahumanos. Van a quedarse unos meses, después se van. Están buscando un lugar para establecerse.
— ¿Y no puedo cruzar por ningún otro lugar para llegar a la ruta? —Me llamó la atención su forma de llamar a los híbridos, pero primero necesitaba respuestas.
—No, su campamento está todo a lo largo de la ruta, y tienen cazadores para vigilar. Es impenetrable. O esperas a que se vayan, o te arriesgas a morir. Sinceramente no sé cómo hiciste para que no te asesinaran.
— ¿Y falta mucho para que se vayan?
—Estamos en febrero, vinieron hace un par de días. Según pude averiguar, van a quedarse todo el otoño y el invierno. El clima no es tan frío por acá, aparte de que no hay mucha distancia entre la ciudad abandonada y hay más posibilidades de que pasen personas por la ruta, sin saber lo que les espera…
— ¿Se van cuando termina el invierno?
—Se van un tiempito antes, cuando el frío se empieza a ir, me parece. Espero que no se sientan demasiado cómodos y decidan quedarse más tiempo.
—Mierda… O sea que, con suerte, tengo que esperar siete meses para reencontrarme con mi mamá y mis amigos, si es que todavía están vivos… y si logro encontrarlos. —Se me llenaron los ojos de lágrimas pero las reprimí lo mejor que pude. No tenía tiempo para llorar.
—Y si es que los híbridos no deciden quedarse. —Murmuró.
Creo que lo mejor que podría decir para describir lo que sentía, es simplemente que quería cortarme las bolas. Estaba angustiado, asustado, herido y cansado. No tenía en mente ninguna idea para ir antes, o algún lugar en el que quedarme hasta que pasara el tiempo. No tenía nada.
Estrella había leído mi expresión, porque me dijo:
—Yo tengo un lugar, una cabaña en la que vivo con mi madre. Queda a unos días de acá. No tendríamos ningún problema si querés quedarte con nosotras.
— ¿En serio? —Ya comenzaba a sospechar con tanta bondad, aunque sus ojos parecían sinceros.
— ¡Claro! Además, no podría dejarte jamás solo y herido con un montón de animahumanos rondando cerca. —Me sonrió.
—Está bien. Gracias, de nuevo. —Dije, devolviéndole la sonrisa— ¿Puedo preguntar algo más?
—Decime.
Había algo que me había quedado rondando en la cabeza.
— ¿Por qué les decís animahumanos a los híbridos?