Un filósofo francés dijo hace mucho tiempo que había que dudar, aunque sea una vez, de todas las cosas.
Después de conocer a Estrella, comencé a hacerlo más seguido.
—En un principio todos los híbridos solo buscaban su propia… —Dijo Estrella sin saber muy bien cómo comenzar, mientras comenzábamos el viaje hacia su “refugio”— supervivencia.
Sentían que el ser humano era el enemigo, y hacían lo posible para destruirlos. No se paraban a pensar en que la mayoría de las personas a las que mataban no tenían nada que ver con ellos, y que apenas sabían de su existencia. Mataron a muchos inocentes sin saberlo. Solo veían rojo, veían a la gente como una amenaza a su existencia.
Con el tiempo las cosas se calmaron bastante. Algunos híbridos, aunque no todos, comenzaron a establecerse, tener familias, a dudar —Había ido tomando más seguridad, por lo que hablaba cada vez con más soltura—. Empezaron a dudar en si de verdad todos los humanos eran una amenaza para ellos, hasta que muchos concluyeron que no, y decidieron que no dañarían a más personas, a menos que fuese en legítima defensa. Querían la paz, no la guerra. No querían más violencia ni muerte.
Mi mamá fue una de esas —Dijo, tomándome por sorpresa—. Sí, soy una híbrida (nacida en cautiverio). Mamá no quería más matanzas, pero mi padre odiaba a los humanos. No creía en la paz entre nuestras especies. Parecía que solo soñaba con asesinarlos, con que se extingan así los híbridos heredaríamos la tierra. Eso provocaba muchas peleas familiares —Suspiró—, él muchas veces iba como cabecilla en los ataques a comunidades o a grupos de humanos que solo querían… sobrevivir, y ella se lo recriminaba. Discutían mucho. Aunque se amaban, de eso no tengo dudas. Una relación muy extraña era esa.
Un día mamá se cansó, y mientras mi padre estaba fuera escapamos junto con todos los que quisieron acompañarnos. Nos fuimos a los bosques, nos dividimos en grupos y nos establecimos en las copas de los árboles. Otros simplemente se quedaron vagabundeando, yendo de un lado a otro, aunque siempre tendrán una puerta abierta en la casa de algún híbrido…
—Wow… —Exclamé simplemente, luego de un rato de silencio— y, eh… ¿cómo hacen para saber quiénes son los buenos y quiénes los malos? —Pregunté, sin saber bien qué preguntar o decir.
—No es una división entre buenos y malos —Contestó con paciencia—, creo que es más profundo que eso. Es una diferencia de pensamiento —Se levantó la manga de la remera y me mostró un tatuaje que tenía, casi llegando al hombro izquierdo—. Los híbridos, que somos los que queremos la paz, tenemos un tatuaje que nos diferencia de los animahumanos, que no tienen nada y solo buscan la violencia. Además de que prefieren utilizar la forma animal, o semi-animal (de ahí su nombre).
Algo así era su tatuaje. Estrella me explicó que variaba con cada híbrido, pero lo esencial era que pudiese distinguirse un ojo como centro. Y al ver el tatuaje caí en que eso es lo que me llamó la atención de ella en un principio. Sus pupilas eran distintas, felinas.